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Johann Hari - Conexiones perdidas

Aquí puedes leer online Johann Hari - Conexiones perdidas texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2020, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Johann Hari Conexiones perdidas
  • Libro:
    Conexiones perdidas
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2020
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Conexiones perdidas: resumen, descripción y anotación

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Hari sufrió de depresión desde niño y comenzó a tomar antidepresivos cuando era adolescente. Como a toda su generación, le dijeron que la causa de su problema era un desequilibrio químico en su cerebro. Pero años más tarde comenzó a investigar y aprendió que casi todo lo que nos han dicho sobre la depresión y la ansiedad es falso. Viajando por todo el mundo, Hari descubrió que los científicos sociales estaban descubriendo evidencias de que la depresión y la ansiedad no son causadas por un desequilibrio químico en nuestro cerebro, sino que son en gran parte consecuencia de problemas que tienen que ver con la forma en que vivimos hoy en día. Una vez identificadas nueve causas reales de depresión y ansiedad, Hari se dirigió a algunos científicos, que proponen soluciones radicalmente diferentes y que parecen funcionar. Conexiones perdidas nos lleva a un debate muy diferente sobre la depresión y la ansiedad, que muestra cómo, juntos, podemos acabar con esta epidemia. Un viaje épico que cambiará nuestra forma de pensar acerca de una de las crisis más grandes de nuestra cultura actual.

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Conexiones perdidas — leer online gratis el libro completo

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N o se puede escribir un libro de estas características sin contar con la ayuda de muchas personas. En primer lugar quiero dar las gracias a Eve Ensler, que no es solo una amiga extraordinaria y la mejor persona que existe a la hora de explorar ideas, sino una inspiración a la hora de luchar contra las injusticias con alegría y no con rabia. En la misma línea quisiera dar las gracias a Naomi Klein, el mejor modelo que conozco sobre cómo reflexionar acerca de cuestiones complejas, sin diluir o traicionar su complejidad.

En el caso específico de este libro, mis mayores deudas las he contraído con los sociólogos que condujeron las investigaciones en las que se basa. Con suma paciencia respondieron a todas mis preguntas y atendieron las interminables peticiones que hice para asegurarme de que había entendido sus palabras. Las ciencias sociales son uno de los métodos más subestimados a la hora de conseguir que el mundo sea un lugar mejor. En esta misma línea, quisiera dar las gracias a los profesores de Cambridge que me familiarizaron con su especialidad, sobre todo a David Good, Patrick Baert y John Dunn.

Me he esforzado por que cualquier intento por sintetizar el trabajo o aspectos de la vida de alguien fuera lo más preciso posible. Deseo remarcar que estas son mis explicaciones de sus ideas y descubrimientos, por lo que pueden diferir en la interpretación de algún aspecto: no deben leerse como sus versiones. Por tanto, recomiendo la lectura de sus propias obras, ampliamente referenciadas en las notas a pie de página.

El origen de este libro debe buscarse en una conversación con mi brillante agente para Estados Unidos, Richard Pine, sin cuyo aliento no habría sido escrito. Mi editor en Bloomsbury, Anton Mueller, también consiguió mejorarlo notablemente. También le doy las gracias a mi increíble agente literario en el Reino Unido, Peter Robinson, a mi agente cinematográfica, Roxana Ardle, y a mi agente para charlas, Charles Yao. Extiendo mis agradecimientos a Alexa von Hirschberg, Grace McNamee, Sara Kitchen y Hermione Lawton, de Bloomsbury.

Mis amigos tuvieron que soportar mis interminables comentarios sobre este tema, y sus preguntas e ideas cambiaron mi forma de abordarlo. Quisiera mostrar un agradecimiento muy especial a Alex Higgins, Dorothy Byrne, Jake Hess, Decca Aitkenhead (que hizo unas sugerencias de edición especialmente brillantes), Rachel Shubert, Rob Blackhurst, Ammie al-Whatey, Judy Counihan, Harry Woodlock, Josepha Jacobson, Matt Getz, Jay Luxembourg, Noam Chomsky, Chris Wilkinson, Harry Quilter-Pinner, Peter Marshall, Sarah Punshon, Dan Bye, Dot Punshon, Alex Ferreira, Andrew Sullivan, Imtiaz Shams, Anna Powell-Smith, Jemima Khan, Lucy Johnstone, Avi Lewis, Zeynep Gurtin, Jason Hickel, Stuart Rodger, Deborah Orr, Stanton Peele, Peter Marshall, Jacquie Grice, Patrick Strudwick, Ben Stewart, Jamie Byng, Crispin Somervile y Joss Garman.

Desde que era un adolescente he debatido en torno a la depresión y la ansiedad —y aprendido mucho por ello— con Emily De Peyer, Rosanne Levine, Mike Legg, John Williams, Alex Broadbent, Ben Cranfield, David Pearson, Zoe Ross, Lawrence Morley, Laura Carey, Jeremy Morgale, Matt Rowland Hill y Eve Greenwood.

Quizá hayan sido las preguntas e ideas de Stephen Grosz las que más han moldeado mi forma de entender estos asuntos: recomiendo a todo el mundo su excepcional libro La mujer que no quería amar.

El equipo TED me invitó a impartir una conferencia en Banff (Canadá), donde conocí a algunas de las figuras clave de este libro: me siento especialmente en deuda con Bruno Giussani y Helen Walters. Mis amigos Martin Kirk y Alnoor Ladha, del equipo de campaña The Rules, me llevaron a Montreal y su sabiduría me acompañó durante toda la redacción de este libro. Para saber más acerca de su brillante trabajo se puede visitar la web www.therules.org.

Toda la gente de Kotti, la protesta que sigue viva en Berlín, fue maravillosa. Doy especialmente las gracias a Matthias Clausen por ayudarme muchísimo.

Jim Cates me ofreció mucho de su tiempo y de sus conocimientos al llevarme a una comunidad amish de Indiana (y me enseñó el pozo más grande del mundo). Kate McNaughton me dio un lugar en el que quedarme —y su sabiduría— en Berlín, y Jacinta Nandi me inundó de alegría, tal y como tiene por costumbre. Stephen Fry me habló de E. M. Forster en Los Ángeles y me ayudó a aclarar mis ideas sobre la conexión. CarolLee Kidd transcribió mis entrevistas: si necesitáis un excelente servicio de transcripción, podéis enviarle un correo electrónico a: carollee@clktranscription.com. En Dinamarca, Kim Norager me ayudó a concertar entrevistas. En Sídney, el Festival of Dangerous Ideas me facilitó muchas entrevistas y también le estoy muy agradecido a Emanuel Stamatakis por sus sugerencias en torno a la comprobación de datos y el rigor científico. En Ciudad de México, Sofía García y Tania Rojas García me ayudaron a pensar en todo esto con su visión maravillosa. En Vancouver, Gabor Maté me descubrió el trabajo de Vincent Felitti y me enseñó muchas cosas más. En Toronto, Heather Mallick me dio indicaciones muy útiles. En Noruega, Sturla Haugsjerd y Oda Julie me fueron de gran ayuda. En São Paulo, Rebeca Lerer me ayudó a entenderlo todo. Y en Vietnam, mi fantástico solucionador, Dang Hoang Linh, evitó que vomitara hasta morir, por lo que siempre le estaré agradecido.

El maravilloso y muy humano psicólogo Bruce Alexander me alentó a comenzar a pensar de un modo distinto acerca de la salud mental gracias a Rat Park, el experimento capaz de cambiar vidas, el cual abordé en mi anterior libro, Tras el grito. Jake y Joe Wilkinson me ayudaron a moldear este libro y, en el proceso, me dieron muchas alegrías. Mis padres, Violet McRae y Eduard Hari, mis hermanos, Elisa y Steven, mi cuñada, Nicola, mis sobrinos, Josh, Aaron y Ben, y mi sobrina, Erin, hicieron lo propio.

Si deseáis aprender meditación de alegría empática de la persona que me la enseñó —bien de forma presencial, en Illinois, o en línea—, visitad www.rachelshubert.com; también presta sus servicios en prisiones y guarderías. Si deseáis compraros una bicicleta en cualquier punto de Estados Unidos (realizan envíos por todo el país), podéis hacer vuestro pedido en Baltimore Bicycle Works y ayudar así a un lugar de trabajo democrático: www.baltimorebicycleworks.com.

Aunque jamás leerán este libro, tres escritores a los que adoro me ayudaron, cada uno a su manera, a reflexionar sobre estos asuntos: James Baldwin, E. M. Forster (al que todo el mundo malinterpreta en la cuestión de la conexión; podéis preguntarme sobre ello en alguna ocasión) y Andrea Dworkin. Una escritora que quizá llegue a leerlo, dado que está viva, y cuyo trabajo me ha ayudado a reflexionar más sobre estos temas, es Zadie Smith, a la que considero la mayor poeta de nuestras formas contemporáneas de desconexión.

Un último y especial agradecimiento para mi amiga Lizzie Davidson, cuya habilidad para rastrear el contacto personal de todos aquellos a los que necesitaba entrevistar pone literalmente los pelos de punta. Su ayuda técnica y capacidad para cazar un dato que se me hubiera escapado fueron claves en la redacción de este libro, lo que probablemente le garantice dirigir la Agencia Nacional de Seguridad en diez años. (No me envíes a Guantánamo, Lizzie).

Todos los errores que pudiera contener este libro son de mi exclusiva responsabilidad. Para mí es muy importante que todos los datos del mismo sean correctos. Si nuestra concienzuda labor de comprobación de datos no ha sido capaz de detectar un error, enviadme, por favor, un correo electrónico a la dirección chasingthescream@mail.com, y lo corregiremos de cara a futuras ediciones. Y podéis acudir a la web de este libro para encontrar un listado completo de todos aquellos que han sido puestos en mi conocimiento.

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