La fundación de un régimen.
La construcción simbólica del franquismo.
Índice
Caídos por Dios y por España o caídos por España (y por Dios): hacia la
compleja síntesis franquista .................................................................................................. 117
Agradecimientos
Cuando un trabajo de años llega a su fin, resulta indispensable comenzar agradeciendo a todos aquellos que, a lo largo del tiempo, han contribuido a hacerlo viable y a mejorarlo. En primer lugar, debo comenzar por el departamento de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos , de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, donde se ha realizado la presente tesis doctoral. Cuando entré en él, su director era Rafael Cruz, y es a él a quien debe dirigirse mi primer agradecimiento, por su buena acogida y su disposición para echarme siempre una mano en todo lo que he necesitado desde entonces. Los profesores y compañeros con los que he convivido todo este tiempo han contribuido a hacer del departamento de Historia un sitio estupendo para trabajar y un sitio muy agradable en el que estar. Todos ellos merecen un reconocimiento sincero, especialmente los junior , Diego Palacios, Javier Muñoz Soro, Hugo García y Noelia Adánez, así como Nigel Townson. Marcela García Sebastiani ha sido durante todos estos años mucho más que una simple compañera. Su capacidad de trabajo, su seriedad, su vocación y su ética han sido y son para mí un ejemplo reconfortante. Nere Basabe y Scheherezade Pinilla son, también, mucho más; amigas y confidentes, han compartido todo este tiempo dentro y fuera de la universidad. Y lo mejor, aparte de los devenires de esta tesis, han estado conmigo en casi todo lo demás. Por último, el departamento no sería lo mismo sin Susana Fernández, cuya eficacia ha hecho que todo haya resultado más fácil, y cuya amabilidad y comprensión han sido siempre de una enorme ayuda.
El trabajo que he realizado en Madrid ha sido productivo, en gran medida, gracias a los profesionales con los que me he encontrado. Quiero mencionar a Cristina Antón Barrero, la bibliotecaria de la Hemeroteca Municipal, y a Pedro Berrocal Solís y José Gómez del Pino, los cómplices ordenanzas que durante años han recogido mis peticiones y me han facilitado el tiempo que he pasado entre periódicos. Dos estancias realizadas en Estados Unidos resultaron muy útiles para conseguir bibliografía y para abrirme hacia otras cosas. La primera de ellas fue en la Universidad de California, en San Diego, siendo esencial para mi traslado allí la diligencia de Carol Larkin y Hermila Torres y, una vez en la universidad, la ayuda de Pamela Radcliff y del departamento de Historia, que me hicieron sentir como en casa. La segunda fue en la New School for Social Research de Nueva York. Esta vez fue José Casanova quien ejerció de anfitrión y quien se tomó la molestia de dedicarme parte de su escaso tiempo y de ponerme bajo el cuidado de Claudio Lomnitz.
Según he ido elaborando este trabajo, he tenido la suerte de contar con algunos lectores de excepción quienes, por pura generosidad, han tenido a bien leer textos embrionarios de esta investigación y hacerme llegar sus críticas y opiniones. Jesús Casquete ha sido uno de ellos, generoso como nadie a la hora de meterse entre pecho y espalda las múltiples páginas mías que han caído en sus manos. Paloma Aguilar ha sido también una excelente y animosa crítica, lo mismo que Javier Moreno Luzón, cuyo dinamismo es contagioso, y quien debe figurar entre los que han estado continuamente preparados para alentarme, ayudarme y discutir conmigo. Finalmente, Gonzalo Álvarez Chillida me ha hecho contraer con él una deuda difícil de pagar, porque no sólo ha puesto a mi disposición sus consejos sino, también, su inestimable lectura crítica y sus detallados y acertados comentarios.
Mi paso por algunos seminarios ha permitido que sometiera a autocrítica determinados aspectos de este trabajo, ayudándome a reflexionar sobre él y a salir de callejones peliagudos. En primer lugar, tengo que destacar el Seminario de Historia Contemporánea del Instituto Ortega y Gasset, donde nunca he dejado de aprender, y donde tuve la suerte de sufrir el revolcón que le pegó Santos Juliá a algunos de mis planteamientos así como de poder escuchar pistas para recomponerlo. Fue en aquella ocasión cuando Jesús de Andrés me hizo ver que lo que yo estudiaba era la construcción simbólica del franquismo y, finalmente, así ha sido. En la Universitat de València me vi en el aprieto de tener que responder a bocajarro a las preguntas que me hicieron los becarios y algunos de los profesores del Departamento de Història Contemporània, muchos de ellos especialistas en franquismo y fascismo. Toni Morant no ha dejado desde entonces de hacerme llegar sus propuestas en clave comparada entre España y Alemania, ni de darme chivatazos sobre textos y artículos, e Ismael Saz, cercano como nadie al marco temporal de esta investigación y a algunos de sus argumentos, ha estado dispuesto a transmitirme hasta el final sus ánimos y su seguridad de que el tema que yo estudiaba, si no una misa, sí valía, al menos, una tesis doctoral. Por último, en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales recibí muchas sugerencias útiles por parte de los asistentes al II Coloquio de Historia Política, especialmente de Alfonso Botti, cuyas preguntas inteligentes y divertidas me han hecho tener que pensar dos veces la respuesta en más de una ocasión.
En un plano más personal, no voy a mencionar aquí a todos aquellos que me han hecho la vida mucho más agradable y sencilla, ni a todos los que han estado conmigo durante este tiempo. Sí me gustaría agradecer, no obstante, la incondicionalidad de Camino Calle y Blanca Agustí, testigos presenciales de casi todo y dotadas de una asombrosa capacidad para hacerme feliz; la intransigencia de Vicenç Mateu ante los lloriqueos de una doctoranda a veces rebasada por las circunstancias y su complicidad para todo lo demás; los ánimos y los consejos de Chusa Sánchez, cuya tesis doctoral nos ha servido de excusa para entender mutuamente los vértigos y las satisfacciones de este tipo de trabajo; la atenta escucha de Cristina Álvarez de mis múltiples monólogos sobre lo que iba encontrando; y la generosidad y creatividad de Carlos Moya, a quien tengo tanto que agradecerle que no podría resumirlo aquí; no obstante, estoy segura de que él lo sabe.
Mi familia, fuente continua de cariño, apoyo y seguridad, debe figurar en un lugar destacado. No caigo en un lugar común si aseguro que sin mis padres nada de esto habría sido posible, porque habría desistido, me habría estrellado, o no habría podido reponerme de las complicaciones. Nuevamente tengo que decir que me resultaría imposible resumir aquí todo lo que ellos suponen. Y nuevamente estoy segura de que lo saben.
Finalmente, quiero agradecer a quien ha influido de manera más directa en que esta tesis haya llegado a su fin: Fernando del Rey Reguillo, director de este trabajo, profesor, compañero y amigo. Sin su apoyo, su confianza y su implacable lápiz rojo todo habría sido más difícil.
No puedo terminar estas páginas sin citar a la personita que, desde hace un año y medio, rige la totalidad de mi vida y que le ha dado un sentido nuevo a todo: mi hija Lluna, que se gestó, nació y ha pasado todos estos meses envuelta -sin quererlo- en las redes simbólicas del primer franquismo. Aunque todavía no puede darse cuenta ni de las excentricidades profesionales de su madre, ni de sus neuras, sólo me cabe esperar que algún día entienda todo esto y le guste ver lo que -a veces, en situaciones muy difícileshemos hecho juntas, pudiendo entre las dos combinar a la perfección fotocopias de Arriba con cuentos de Barrio Sésamo, y la presencia de Franco y José Antonio con la de la familia Barbapapá.