Introducción
España, en los años que tratamos fundamentalmente en este libro (1939-1945), era un país exhausto tras una larga guerra de tres años, con un importante descenso demográfico (debido a las muertes y al exilio), que había afectado gravemente a las bases productivas del país, provocando desabastecimiento, hambre y miseria. El Gobierno de Franco se dedicó con ahínco al exterminio del enemigo, con tribunales especiales y una población reclusa por motivos políticos de unos 270.000 prisioneros al inicio de la posguerra, el franquismo podía perseguir, castigar y exterminar cualquier oposición política.
Si a esta represión política añadimos el retroceso económico, el aislamiento internacional, la autarquía, el control ideológico, el predominio de la Iglesia —que había apoyado sin ambages al «Nuevo Estado»—, el desmantelamiento de las libertades, la arbitrariedad de los jerarcas del régimen y de sus jueces, el hambre, la miseria y las dificultades para la movilidad en un territorio devastado, tendremos el siniestro panorama en el que nos movemos para afrontar un estudio prácticamente inédito: la gestión franquista en la posguerra de las obras de arte salvadas por la República durante la Guerra Civil.
La época del primer franquismo, que se encara aquí desde el punto de vista de la gestión del patrimonio, es un ámbito apenas tratado por la investigación y en el que, por lo tanto, existen numerosas lagunas y, sobre todo, se carece de una visión global. Resulta a todas luces incomprensible que todavía no se haya realizado un estudio pormenorizado de las obras incautadas y almacenadas por la República durante la Guerra Civil, así como de las que salieron a Ginebra en 1939 o al extranjero, y de su destino durante la inmediata posguerra, especialmente cuando este estudio es decisivo para entender la ubicación actual de miles de piezas, muchas de ellas de primer orden.
Se puede afirmar que este es un período fundamental para el conocimiento del devenir del patrimonio artístico español. Y, a pesar de ser un tema tan apasionante y decisivo, la bibliografía es escasísima y hay todavía una gran cantidad de documentación de archivo pendiente de salir a la luz.
Las fuentes utilizadas proceden fundamentalmente de los dos grandes núcleos de gestión de incautación y de devolución/depósito: Madrid y Barcelona. Por un lado, la fuente documental esencial utilizada es el llamado «Archivo de la Guerra». Se denomina así a la documentación producida por ambos bandos durante la Guerra Civil y la posguerra que se conserva en el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), de Madrid: por un lado, la documentación de la Junta del Tesoro Artístico (JTA) republicana durante la guerra, y, por otro, la producida por los gestores franquistas del patrimonio en la guerra y en la inmediata posguerra, en concreto por el Servicio de Recuperación Artística, primero, y por el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (Sdpan), después. A su vez, también en el archivo fotográfico del IPCE se conserva el llamado «Archivo Arbaiza», consistente en más de 34.000 negativos de obras. Estas fuentes han sido, sin duda, las fundamentales para esta investigación. Por otro lado, en Barcelona, en el archivo del Museu d’Arqueologia de Catalunya, se conserva el grueso de la documentación del servicio del patrimonio de la Generalitat durante la Guerra Civil y del Sdpan de la zona durante la inmediata posguerra. Es, sin duda, otro de los fondos documentales esenciales para esta investigación.
Al mismo tiempo, existen fuentes documentales también de gran interés, como las del Archivo del Museo del Prado; el Archivo del Museo Arqueológico Nacional; el Archivo Histórico Provincial de Segovia —donde se encuentran los fondos del marqués de Lozoya—; el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares; el Centro Documental de la Memoria Histórica, de Salamanca; el Archivo del Banco de España; el Archivo General de Palacio, Patrimonio Nacional, en Madrid; etc.; además de los archivos particulares, como el del duque de Alba. En el extranjero, habría que destacar el archivo de la SDN en el Palacio de las Naciones de Ginebra o los Archives Nationales en Pierrefite-sur-Seine, París.
Pero es importante señalar que existe todavía otra documentación pendiente de ser localizada, si esta no ha desaparecido para siempre; me refiero a la que generaría el Sdpan franquista (que contendría también en gran parte la de la JTA republicana) en sus cinco demarcaciones restantes —de las siete totales, junto con Madrid y Barcelona— (con capitales en León, Valladolid, Zaragoza, Sevilla y Granada). De estas zonas se conserva una parte pequeña de la documentación en el IPCE, pero se desconoce el destino del grueso de estos archivos, con la excepción de algunos locales, como el ejemplo de Jaén o de Orihuela. Hoy por hoy, la mayor parte de esta documentación está ilocalizable o sencillamente ha desaparecido.
Los archivos no mienten, como ya es sabido; pero el problema radica en que pueden ser enmudecidos o escamoteados. Me vienen a la cabeza en este sentido las dificultades de algunos investigadores en seguir las huellas de la documentación en los archivos cuando estos han sido suprimidos o sencillamente sustraídos. Heleno Saña, cuando entrevistó a Ramón Serrano Suñer durante la transición y quiso acceder a los documentos españoles correspondientes a su mandato como ministro, al comprobar su desaparición de los archivos, se preguntaba: «¿Acaso fueron robados?» y, en tal caso, «¿por quién?». Se dice que en la transición varios jerarcas del franquismo sacaron de los archivos la documentación de su mandato, especialmente de la inmediata posguerra. Esperemos que algún día aparezca esta documentación y que sus herederos la reintegren a su punto de origen o la donen al Estado.
Este libro se divide en dos grandes apartados. El primero se centra en la política patrimonial de los dos gobiernos durante la Guerra Civil, especialmente del lado republicano, que desarrolló una importante labor en la incautación, recogida y almacenamiento de obras de arte. Este es el capítulo que indudablemente mejor se conoce, pues ha sido objeto de diversos estudios desde que José Álvarez Lopera lo iniciara en 1982.
Pero el objetivo de este libro no es la Guerra Civil, que ya ha sido estudiada en profundidad, aunque puedan quedar aspectos todavía por tratar; por esta razón, la primera parte no es sino una síntesis de las diversas aportaciones sobre este período, que pueda servir de planteamiento introductorio al estudio de la política franquista en la posguerra.
Por lo tanto, el objetivo esencial de este libro —que se trata en la segunda parte— ha sido el estudio de la gestión franquista durante la inmediata posguerra del patrimonio mueble almacenado o evacuado por la República, gestión que prácticamente no se ha estudiado y cuya documentación estaba en gran parte pendiente de salir a la luz y de analizar. Es el momento en el que el Sdpan acometía las devoluciones de obras incautadas durante la guerra y las entregas en depósito a museos, a organismos públicos, a la Iglesia e incluso a particulares, que supuso una auténtica reubicación de una parte importante del patrimonio artístico español.
Por un lado, por lo tanto, se trata de intentar hacer el seguimiento de estas miles de obras que cambiaron de ubicación en la inmediata posguerra. Por otro, se aborda el problema de las obras desaparecidas y, finalmente, el de las dobles o triples reclamaciones sobre la misma pieza, así como de los litigios que provocaron. Estos aspectos se tratan en los diversos capítulos de esta segunda parte del libro y pueden considerarse la cuestión central de esta investigación.
Después de analizar la localización y gestión franquista del patrimonio mueble almacenado o evacuado por la República, pasaré a la política de devoluciones, así como a las incautaciones franquistas de las obras pertenecientes a exiliados republicanos, para finalmente centrarme, en diferentes capítulos, en las entregas en depósito de miles de obras adjudicadas a los museos, a los organismos públicos, a la Iglesia y, finalmente, a particulares.