LUIS PALACIOS BAÑUELOS (Burgos, 1944), es un historiador español, especialista en la época contemporánea. Ha sido catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Córdoba y posteriormente en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, donde ha dirigido el Instituto Universitario de Humanidades. Es académico de la Real Academia de la Historia desde 1989.
Realizó sus estudios universitarios en la Universidad Complutense de Madrid. En 1973 fue contratado como profesor y se le nombra secretario general del nuevo Colegio Universitario, adscrito a la Universidad Complutense, germen de la futura Universidad de Castilla-La Mancha. El 1 de diciembre de 1978, el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, tras un concurso público, le contrata para planificar y dirigir su Obra Social y Cultural, actividad que desarrolló hasta 1991, simultaneándola con su vida universitaria —será sucesivamente PNN, profesor contratado, adjunto, titular y catedrático de Historia Contemporánea— en la Universidad de Córdoba.
En 1997 se incorpora a la recién creada Universidad Rey Juan Carlos de Madrid para poner en marcha y coordinar las Humanidades, y un año más tarde obtiene por oposición la cátedra de Historia Contemporánea, convirtiéndose en el primer catedrático de esta Universidad. El 17 de septiembre de 2017, con motivo de la celebración del referéndum de independencia de Cataluña, firmó juntó a más de 700 profesores un manifiesto en defensa de la democracia española y de la convivencia interna entre los ciudadanos de Cataluña y de toda España.
Desde 2002 dirige La Albolafia: Revista de Humanidades y Cultura, publicación digital científica de periodicidad cuatrimestral. Al consejo asesor de la revista pertenecen especialistas como Stanley G. Payne, Fernando Suárez Bilbao o José Manuel Cuenca Toribio, entre otros. Asimismo, desde marzo de 2019 dirige un centro de documentación en el Museo Local del Aceite de la localidad manchega de Moral de Calatrava.
Es autor, en otras muchas, de las siguientes obras: Reflexiones sobre la España de fin de siglo (2001), Historia de España desde la peseta hasta el euro (2001), España, del liberalismo a la democracia (2004), Trafalgar, la derrota gloriosa (2008) e Historia del franquismo (2020). Es director de la Historia de España del Club Internacional del Libro (2008) y autor de once de sus treinta volúmenes.
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EL FRANQUISMO NACE Y SE LEGITIMA EN LA GUERRA
La palabra franquismo hace referencia a quien le da su nombre: Francisco Franco. Por lo tanto, la historia del franquismo es la historia de la dictadura/etapa/régimen de Franco. El punto de arranque de esta historia es la Guerra Civil. Nace cuando Franco llega al aeródromo de Sania Ramel (Tetuán), el 19 de julio de 1936, para ponerse al frente de la sublevación contra la Segunda República y termina con la muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975.
El Régimen nunca aceptó definirse como franquismo, palabra que solo utilizaba la oposición. De hecho, el DRAE no la contempla hasta su edición de 1992 y la define como «movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado en España durante la Guerra Civil de 1936-1939, en torno al general Franco, y desarrollado durante los años que ocupó la jefatura del Estado». En su segunda acepción, concreta: «Período histórico que comprende el gobierno del general Franco». Estas definiciones, que se mantienen en la publicación de 2001, se puntualizan un poco más en la edición especial del tricentenario de la Academia, de 2014, y no han variado: franquismo es una «dictadura de carácter totalitario impuesta en España por el general Franco a partir de la guerra civil de 1936-1939 y mantenida hasta su muerte» y en su segunda acepción: «Período histórico que comprende la dictadura del general Franco»; es decir, sustituye «gobierno» por «dictadura».
En la Guerra Civil nace la «nueva España» que se define como «anti-República» frente a la «otra España». En su construcción juegan factores como la evolución de la guerra y del propio dictador pero también la ayuda extranjera, el entramado ideológico, la censura y propaganda, etc. Todo esto significa que el franquismo fue una realidad política ya en la guerra. Que Franco la ganara significó que toda España quedaba bajo el dominio franquista.
El régimen que en España construye Franco no es ninguna excepción en aquella Europa en que la democracia parlamentaria es un valor a la baja y el fascismo promete una síntesis superadora de los viejos sistemas comunista y demoliberal. De hecho, entre 1939 y 1941, más de la mitad de sus 28 estados estaban dominados por dictaduras y sistemas autoritarios, totalitarios o fascistas. Recordemos las dictaduras de Polonia, Albania, Yugoslavia, Grecia, Lituania, Letonia y Estonia y el desmantelamiento de las democracias en Checoslovaquia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia. Tras la Segunda Guerra mundial solo pervivirán dos dictadores Francisco Franco, en España, y Antonio Oliveira de Salazar, en Portugal.
UNA GUERRA Y DOS ESPAÑAS
La guerra iniciada el 17 de julio de 1936 es una guerra entre patriotas con el mismo referente, España, y con un entusiasmo desmedido por aniquilar al otro. «No son unos españoles contra otros (no hay anti-España), sino toda España, una, contra sí misma. Suicidio colectivo», diría Unamuno en su librito El resentimiento trágico de la vida. Su conocido incidente con Millán Astray en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, refleja bien aquella realidad. Al «¡muera la inteligencia!» del militar, Unamuno replicaría con el tan repetido «venceréis, pero no convenceréis…». Hoy sabemos, gracias a las recientes investigaciones de Severiano Delgado y también a la monografía de Jean-Claude y Colette Rabaté, que esta versión es falsa. Aunque el enfrentamiento entre ambos fue real, la historia que se cuenta la elaboró, en 1941, Luis Portillo como relato literario que se popularizó como verdadera al incorporarla, irresponsablemente, Hugh Thomas en su Historia de la Guerra Civil española editada veinte años después. Alejandro Amenábar en el filme Mientras dure la guerra (2019) reconstruye estos hechos con un angustiado Unamuno ante la violencia que impunemente se practica en los dos bandos. (Se completa en «Los intelectuales y…», capítulo 9).
La guerra y sus secuelas —muerte, represión, odio y miedo— sembraron entre los españoles un cainismo de rojos y azules, republicanos y nacionalistas/nacionales, falangistas y comunistas, vencedores y vencidos… Esta bipolaridad, alimentada por el franquismo, abrió una brecha brutal entre las dos cosmovisiones incompatibles de las «dos Españas». ¿Resultado?: el odio y el miedo, motores finales de aquel conflicto, como reconocería Azaña, y el silencio adoptado por la sociedad española sobre una guerra que había marcado sus vidas. Es todo un dato que hasta los años sesenta no se estudió la guerra con rigor científico; el resultado fueron los Cuadernos bibliográficos de la Guerra de España, 1936-1939 publicados por Vicente Palacio Atard entre 1966 y 1970. Sí, guerra de España porque ese era el nombre que el Régimen impuso a un conflicto al que no se podía llamar por su nombre: Guerra Civil.
Esas dos cosmovisiones enfrentadas tienen idéntica determinación de victoria y exterminio. La gente se define por lo anti: se es antifascista o anticomunista. Había que ser de la derecha o de la izquierda, fascistas para conquistar el mundo o comunistas para someterlo, escribía entonces Baroja. La cuestión se resumía finalmente en estos términos: o ellos o nosotros, porque el triunfo de uno suponía la aniquilación del contrario; como en Rusia, como en Italia, como en Alemania. Tal es así que la España de la victoria, ganase quien ganase, iba a tener poco que ver con la España derrotada. Todo indicaba que le había llegado la hora a una España, más que republicana y demócrata, fascista o comunista. De ahí que algunos esbozaran la posibilidad de una tercera España. Salvador de Madariaga se lo plantea en su España, en 1955; lo explica en lo que denomina