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Ricardo Alarcón de Quesada - Cuba y su democracia

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Ricardo Alarcón de Quesada Cuba y su democracia

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Con esta obra se pone a disposición del público lector una selección de artículos, entrevistas e intervenciones del doctor Ricardo Alarcón de Quesada que abordan un tema actual y debatido: la democracia en Cuba y la lucha por perfeccionarla. Esta compilación, realizada por Reynaldo Suárez Suárez y ordenada de forma temática, reúne trabajos que van desde el año1994 hasta el año 2002 en los cuales el doctor Alarcón de Quesada analiza detalladamente conceptos tales como «democracia», «parlamentarismo», «democracia representativa», «participación»; plantea los antecedentes históricos de los basamentos democráticos en Cuba, comparándolos con otros países, y explica de manera clara y exhaustiva las peculiaridades de nuestro sistema democrático participativo.

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Con esta obra se pone a disposición del público lector una selección de artículos, entrevistas e intervenciones del doctor Ricardo Alarcón de Quesada que abordan un tema actual y debatido: la democracia en Cuba y la lucha por perfeccionarla. Esta compilación, realizada por Reynaldo Suárez Suárez y ordenada de forma temática, reúne trabajos que van desde el año1994 hasta el año 2002 en los cuales el doctor Alarcón de Quesada analiza detalladamente conceptos tales como «democracia», «parlamentarismo», «democracia representativa», «participación»; plantea los antecedentes históricos de los basamentos democráticos en Cuba, comparándolos con otros países, y explica de manera clara y exhaustiva las peculiaridades de nuestro sistema democrático participativo.

Ricardo Alarcón de Quesada Cuba y su democracia ePub r10 Primo y Murasaki - photo 2

Ricardo Alarcón de Quesada

Cuba y su democracia

ePub r1.0

Primo y Murasaki 21.12.15

Título original: Cuba y su democracia

Ricardo Alarcón de Quesada, 2002

Diseño/Retoque de cubierta: Primo

Editor digital: Primo y Murasaki

ePub base r1.2

LA DEMOCRACIA EN CUBA Conferencia ofrecida en el Comité Central del Partido el - photo 3

LA DEMOCRACIA EN CUBA

Conferencia ofrecida en el Comité Central del Partido, el 20 de septiembre de 2002

[…]

Vamos a empezar por el tema de la democracia o el sistema democrático en Cuba, comenzando con algunas reflexiones sobre algo que ha sido realmente un tema bastante presente a lo largo de la historia en el mundo occidental, que es la cuestión de la democracia.

Ustedes saben que democracia viene del griego; significa, literalmente, autoridad del pueblo, de ahí vienen las definiciones que tenemos en el diccionario: es el sistema en el cual el pueblo interviene o participa en el gobierno de la sociedad.

Se sabe, por supuesto, que no todos los pobladores de Grecia, no toda la gente que estaba en Atenas, en las pequeñas ciudades griegas, ejercían el gobierno o participaban en el ejercicio del gobierno; pero sí todos los que eran considerados ciudadanos. O sea, los que no eran esclavos, los que no eran extranjeros, los hombres libres, que tenían la ciudadanía, todos ellos participaban en el gobierno de la sociedad ateniense, por eso quedó como una referencia histórica al tipo de gobierno popular, al tipo de gobierno en que todo el mundo participa, con las limitaciones de clase que no he olvidado, que se sabe existían en aquel mundo.

Durante todo el período de la Antigüedad y de la Edad Media, desaparece esa forma de gobierno, lo que hay son gobiernos basados en la autoridad real o la del jefe feudal, en las formas de Estado que hubo durante aquel período, sin que se considerase que el común de la gente, de la sociedad, de los ciudadanos, de los súbditos, tuviesen nada que hacer o intervenir en el gobierno. Es con el ascenso de la burguesía que se retoma el concepto de gobierno por los súbditos, abandonando la idea del gobierno hereditario, por trasmisión por Dios o por lo que fuera.

Ahora, desde el momento en que la burguesía asciende, curiosamente, también aparece el cuestionamiento de esa idea del gobierno, de esos límites que la burguesía impone, y es un debate por eso, que es tan antiguo como la reaparición, en la época moderna, de la idea democrática, porque desde el principio se trató de limitarla a algo parecido a lo que fue en Grecia. O sea, ya no era el esclavo, ya no eran los siervos abiertamente, pero desde los comienzos de la aparición de lo que después se da en llamar la democracia liberal, o democracia representativa, está también el cuestionamiento de sus límites, de su alcance limitado a un sector de la sociedad, por motivos del poder económico, de la relación de esos sectores con la producción y la distribución.

Por eso es que cuando aparece el pensamiento liberal que va a servir de inspiración a todo el desarrollo ulterior, incluso de las corrientes políticas, democrático-burguesas posteriormente, también está la crítica a ese sistema.

Este aparece, fundamentalmente, a mi juicio, en Juan Jacobo Rousseau. Las críticas más severas a la idea democrático-representativa burguesa las publicó él cuando esta idea comenzaba a ganar terreno frente al poder feudal y monárquico, con definiciones que tienen validez actual. O sea, no es posible un sistema de representación en sociedades basadas en la desigualdad. Solamente sociedades igualitarias podrían tener sistemas de gobierno en que alguien representase a los demás; donde exista desigualdad, donde unos posean mucho y otros no posean nada, todo sistema de gobierno y toda legislación beneficiará al que tiene todo y no al que carece de todo. Un lenguaje que puede ser compartido por cualquier radical en los tiempos modernos; pero está ahí en su Discurso sobre la desigualdad entre los hombres o en el Contrato social.

El concepto de democracia, cuando reaparece en el mundo moderno no es algo que perteneciera y que fuera asumido como propio por las clases dominantes, sino al revés.

Hay un autor canadiense —que no es marxista ni mucho menos— que recuerda, en una de sus conferencias sobre la democracia, que la palabra democracia, para los burgueses, para los liberales, era una mala palabra, hasta llegado el siglo XX. Él sitúa ya el momento en que empieza a aceptarse el uso de este término como algo políticamente correcto para los burgueses, alrededor de la Primera Guerra Mundial; pero que hasta ese momento, la idea de la participación de la gente en el gobierno de la sociedad, o sea, la democracia, era una mala palabra.

La revolución burguesa más famosa, la primera, la que abre ese período, es la norteamericana, el movimiento de independencia de las Trece Colonias. Si uno lee todos los debates que se suscitaron alrededor de la Declaración de Independencia, primero, y de la elaboración de la Constitución norteamericana, después, lo va a ver claramente, los teóricos del federalismo norteamericano siempre se refirieron a la democracia como un sistema que no era el que estaban instalando en Estados Unidos, y establecieron una diferencia entre república y democracia.

Democracia sería aquello que hubo en Grecia, que todo el mundo participase en el gobierno y que el gobierno representase los intereses de todos, aunque —repito, lo sabemos— en Grecia el todo estaba limitado a una parte de la población; que una república es distinto. Una república es un sistema de gobierno que no es monárquico, que está basado en instituciones renovadas mediante el voto, con la participación de parte de la sociedad, que debe ser la que domina ese sistema, la que domina económicamente la sociedad.

Desde el origen de la sociedad norteamericana, los famosos padres fundadores, a ninguno les pasaba por la mente que fuera a conducir a un tipo de gobierno en que todos los norteamericanos tuviesen intervención en el gobierno, sino que fuese un sistema de equilibrios de poderes, de garantías, de controles, de balances que asegurasen que los propietarios de la tierra, del poder económico fuesen también los que controlasen y fuesen los dueños de ese sistema político.

Desde el origen, en consecuencia, desde que reaparece en Europa, se afirma en Estados Unidos y en la Revolución Francesa y todo lo demás, desde el origen, la lucha por la democracia ha tenido que ver con la llamada franquicia electoral, el acceso de la ciudadanía, o a la asunción de la condición de ciudadanos por mayores sectores. Es una larga historia.

Las mujeres, por supuesto, no es hasta el siglo XX que en las democracias burguesas comienzan a adquirir derechos electorales; los esclavos, por supuesto, siguiendo la misma moda griega, no tenían participación alguna; los negros, una vez abolida la esclavitud —o sea, los descendientes, los antiguos esclavos no la tuvieron—, y no estamos hablando de la prehistoria, no la tuvieron, digamos, en Estados Unidos, hasta los años 60 del siglo pasado, después de una larguísima lucha. Hubo una guerra civil para que se pusiera fin a la esclavitud; hubo que enmendar la Constitución, agregarle una enmienda eliminando la esclavitud; agregar otra después reconociéndoles los derechos electorales, y hacer una ley, como parte del movimiento de protesta de los años 60, finalmente, que le diese a aquella enmienda concreción; porque no había esclavitud, pero había impuesto electoral, había que pagar para tener acceso al registro electoral. No había esclavitud, pero había requisito de alfabetización para poder ser elector; o sea, se le ponía un examen al que pretendía votar, para poderle conceder ese derecho o no.

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