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Dariel Alarcón Ramírez - Memorias de un soldado cubano

Aquí puedes leer online Dariel Alarcón Ramírez - Memorias de un soldado cubano texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1996, Editor: ePubLibre, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Dariel Alarcón Ramírez Memorias de un soldado cubano

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Henos aquí ante un libro absolutamente insólito explosivo por su contenido - photo 1

Henos aquí ante un libro absolutamente insólito, explosivo por su contenido, escrito por un simple campesino cubano que en 1957, por razones más personales que ideológicas, se convierte en soldado de la guerrilla encabezada por Fidel Castro y el Che Guevara en la Sierra Maestra, lucha al lado de éstos hasta la victoria de la Revolución, comparte responsabilidades con los vencedores, es reclutado por el Che en África y, en 1966, parte con éste a la «campaña» de Bolivia, donde el Che encontrará la muerte al año siguiente y de donde él sale como un superviviente algo desengañado, lo cual no le impide volver a Bolivia por segunda vez. De regreso a Cuba, le destinan a la formación militar de los guerrilleros internacionales y a peligrosas misiones secretas. De campesino analfabeto a miembro de la Seguridad del Ejército y oficial del Ministerio del Interior, «Benigno», su nombre de batalla, recorre toda una intensa vida de combatiente de la Revolución, surcada de toda suerte de aventuras y peripecias.

Memorias de un soldado cubano, publicado primero en francés, aparece ahora en su lengua original, enteramente corregido y ampliado gracias a la colaboración inestimable de Elizabeth Burgos.

Dariel Alarcón Ramírez Memorias de un soldado cubano ePub r10 Titivillus - photo 2

Dariel Alarcón Ramírez

Memorias de un soldado cubano

ePub r1.0

Titivillus 09.11.15

Título original: Vie et mort de la révolution cubaine

Dariel Alarcón Ramírez, 1996

Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Foto completa de la cubierta Esta fotografía fue tomada por Raúl Castro en - photo 3

Foto completa de la cubierta Esta fotografía fue tomada por Raúl Castro en - photo 4

(Foto completa de la cubierta) Esta fotografía fue tomada por Raúl Castro en otoño de 1966 en el campo de entrenamiento de Ñancahuazú, Cuba. El Che Guevara, tercero por la derecha (marcado con un círculo en la cubierta), estaba siendo transfigurado para poder atravesar la frontera boliviana. Le afeitaron el pelo y la barba, operación que se repetía a diario para que la piel tomase color, le pusieron una prótesis en la mandíbula y unas lentillas de color, y poblaron sus cejas de pelo. Además, le restaron altura ahuecando los tacones en su interior. Con pasaporte uruguayo a nombre de Francisco Mena, el Che entra de esta guisa en Bolivia el 3 de noviembre. El quinto por la derecha (marcado con otro círculo en la cubierta), mirada de admiración, es el compañero Benigno, autor de las memorias.

Introducción

La vida de Benigno ilustra de manera diáfana la coincidencia íntima entre vida e historia; en él ambas constituyen una trama conformando una entidad única. Y en ese despertar de la toma de conciencia histórica, en ese desatar la madeja del recuerdo, despliega una red que abarca cuarenta años de vida dedicada a la acción; a la impaciencia. Su propósito no debe tomarse como una simple denuncia, sino como la voluntad de mostrar otros senderos que nos conduzcan a un régimen que, para «ir logrando más lentamente lo que la esperanza pide y lo que la necesidad reclama», no exija el precio de tanto sacrificio. Benigno, al ir desvelando escenas de su vida, desvela también la cara oculta de la historia, desde la perspectiva de una doble mirada: la del testimonio y la del sentir. Es cierto que no debe confundirse historia con memoria, pero tampoco es menos cierto que sin ella la historia no sería más que un espacio despojado de aquello que la originó: lo íntimamente humano. Las memorias de Benigno se sitúan precisamente en ese espacio en el que memoria e historia alcanzan la misma alcurnia; zona intermedia donde aparece lo acaecido sin la máscara de la interpretación; materia bruta, diamante en estado puro. Por ello no debe esperarse la precisión del historiador de oficio, que sustenta y configura su visión en la distancia del tiempo y en el razonamiento del análisis de archivo. El suyo es el relato vivo, en el que vida y sucesos aparecen confundidos en una misma jerarquía. Por ello la andadura de Benigno no es, y no puede ser, una mirada distante y fría; por el contrario, es una voz henchida de pasión, ternura, indignación, sin dejarse enceguecer por una subjetividad arbitraria; todo cuanto afirma lo sustenta con ejemplos, con hechos; prueba de la gran lucidez alcanzada tras largos años de reflexión, y en ello radica uno de sus mayores aportes: lucidez ante sí mismo, ante los hechos y ante los personajes, hoy míticos, cuya intimidad le tocó compartir. Él nos revela la cotidianeidad de los héroes; y es precisamente esa familiaridad inseparable de lo cotidiano lo que le autoriza esa mirada lúcida, exenta de toda sacralización, que invita a bajar los mitos del tabernáculo, a medirlos con la medida de lo humano y otorgarles su justo lugar. Demuestra también que los personajes míticos no escapan a las contingencias elementales de la vida, que finalmente los hechos históricos tienen lugar, muchas veces, en un escenario terriblemente trivial, doméstico, exentos de toda sensación de epifanía. Benigno nos conduce al otro lado del telón, al espacio donde tienen lugar las puestas en escena, donde se elaboran los ropajes y afeites, y donde se pone punto final a las versiones de la trama, tragedia u otro género, destinadas al público.

De oficio, guerrero profesional. La suya fue una entrega absoluta, ejercida en los escenarios más variados del mundo; trayectos sorprendentes si se toma en cuenta cuán distante se encontraba de ellos. Pero así lo dispuso el destino cuando situó a Benigno, sin que mediara su voluntad, en el camino del Ejército Rebelde; incorporado a un proyecto de poder condicionado por una fe ciega en un hombre y en la meta que éste se había propuesto. Sin embargo, tras haber sobrevivido a tantas batallas, poco a poco, ayudado por la lucidez serena de aquel que ha nacido y crecido en comunión con la tierra, se percató de que, por haber ido tan lejos en la creencia, en la fe absoluta en el guía, había descuidado lo más inmediato que estaba a su alcance, aquello que, por estar demasiado cerca, suele escapar a la vista y por ello suele tomar mucho tiempo antes de llegar a nuestro campo de visión: esa nueva capacidad de ver no coincidía con las creencias que le habían inculcado como verdades absolutas. Se manifiesta entonces una realidad que estaba al acecho, pero que no quería, que no podía ver por haber ido demasiado lejos y ser demasiado incondicional: la historia de una toma de conciencia, historia también de un desamor, revelación de un modo nítido y claro de la faz oculta de su propia acción.

Alfabetizado siendo ya adulto, desarrolló la facultad de memorizar propia de quienes no han tenido un acceso temprano al filtro de la palabra escrita. Memorizar es también una manera de ver y de aprender a ver bien. La memoria es su único soporte y la palabra, el medio de transmisión; no s raro entonces que, en ese andar y desandar del recuerdo, Benigno haya favorecido aquellos hechos e imágenes que, por haberle llegado tan hondo, han permanecido intactos, con su carga de afecto, y hoy hagan eco con su voz. Sus recuerdos son la historia tal y como la vivió, tal y como la sufrió; porque de lo que él trata, y de lo que se trata aquí, es de Historia; de una historia reciente e inmediata, cuya sangre aún no se ha secado, y de la mucha que tal vez quede aún por derramar.

Este arte de memorizar deviene testimonio cuando ya se han vivido tantas circunstancias, cuando el recuerdo está poblado de tantos rostros que fueron cercanos, ya desaparecidos —de amigos o de enemigos—, cuando ya los afectos y odios son apenas un rastro difuso, cuando se alcanza ese grado de saturación que requiere que se aligere el peso para aligerar el paso. Darle libre curso a ese lento pasar revista del tiempo transcurrido, de la vida que va quedando atrás porque el devenir se acorta, requiere detenerse en el camino y darse el tiempo para la reflexión, la paciencia de indagar, de hurgar en los acontecimientos, realizar la tarea del filósofo al intentar desentrañar la verdad oculta entre los espejismos de versiones forjadas en la urgencia de las coyunturas, despojadas de su verdadera circunstancia, convertidas luego en versiones oficiales. Respondiendo a la llamada de esta urgencia, Benigno detuvo su marcha de guerrero incansable para pensar en su vida y en la de esa pasión compartida por todos los que allí han nacido: Cuba.

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