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Pedro Antonio de Alarcón - La Alpujarra

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Pedro Antonio de Alarcón La Alpujarra

La Alpujarra: resumen, descripción y anotación

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Este libro ocupa un lugar privilegiado en la historia de la literatura viajera escrita en castellano. Describe el corazón de la Sierra Nevada granadina, un territorio pleno de bellezas que conservaba intacto en el último tercio del siglo XIX el sabor arcaico de sus tradiciones populares, donde el autor quiere reconocer los últimos indicios de la herencia árabe de Andalucía. La capacidad descriptiva y evocadora de Alarcón alcanza sus máximas cotas literarias, lo que animará a los lectores a retomar el estudio de la comarca.

Pedro Antonio de Alarcón La Alpujarra Sesenta leguas a caballo precedidas por - photo 2

Pedro Antonio de Alarcón

La Alpujarra

Sesenta leguas a caballo
precedidas por seis en diligencia

ePub r1.2

pepitogrillo 08.06.15

Título original: La Alpujarra

Pedro Antonio de Alarcón, 1873

Editor digital: pepitogrillo

ePub base r1.2

PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN Guadix Granada 1833 - Madrid 1891 De joven - photo 3

PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN Guadix Granada 1833 - Madrid 1891 De joven - photo 4

PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN, (Guadix, Granada, 1833 - Madrid, 1891). De joven, estudió Derecho y Teología. Gran periodista, con un tinte muy personal. Novelista de primera clase. Durante su juventud simpatizó, en la política, con los liberales y los revolucionarios de su tiempo. Por este tiempo tuvo un duelo con otro escritor. Este evento le desencadenó una crisis de conciencia que acabó llevándolo al bando contrario, es decir, al conservador y católico.

Poco después se alistó y participó en la guerra de África. Viajó por Europa. De regreso a su patria, volvió a ser activo en la política, llegando a ser diputado. Por su mérito literario fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua.

En su obra, tanto narrativa como poética, se halla reflejada su ideología política, moral y religiosa, importantes aspectos de su vida personal. Nunca fue reconocido como un gran poeta, pero merece ser mencionado, aunque solo sea para rellenar el notable vacío que la poesía ofrece en este período de la literatura, que corresponde a la segunda mitad del siglo, conocido por el nombre de Realismo. Un poema bien logrado, «El suspiro del moro», es sin embargo, de corte romántico, y recuerda las leyendas de Zorrilla, y los romances del Duque de Rivas y otros poetas de esa época.

[…]

HOMERO.—Aunque yo me hubiera matado a fuerza de imaginar fábulas alegóricas, todavía habría podido suceder que la mayor parte de las gentes hubiesen tomado la fábula en un sentido demasiado próximo, sin buscar más lejos la alegoría.

ESOPO.—Eso me alarma… ¡Me horrorizo al pensar si irán a creer los lectores que los animales han hablado verdaderamente, como lo hacen en mis apólogos!

HOMERO.—Es un temor muy chistoso…

ESOPO.—¡Toma! Si ha llegado a creerse que los dioses, han dicho las cosas que vos les hacéis decir, ¿por qué no se había de creer que los animales han hablado de la manera que yo les hago hablar?

HOMERO.—¡Ah! No es lo mismo. Los hombres aceptan que los dioses, sean tan locos como ellos; pero no admiten que los animales sean tan sabios.

(FONTENELLE. Dialogues des Morts).

Primera parte

El valle de Lecrin

- I -

Preparativos de viaje

Lámina I El terreno se angostó al poco rato formando una profunda garganta y - photo 5

Lámina I

El terreno se angostó al poco rato, formando una profunda garganta, y minutos después pasamos el imponente y sombrío Puente de Tablate cuyo único, brevísimo ojo, tiene nada menos que ciento cincuenta pies de profundidad.

Todo estaba dispuesto para marchar.

Era la mañana del 19 de Marzo de 1872, día de San José —en el Almanaque romano— y víspera de la entrada de la primavera en el hemisferio septentrional.

Hacía tres días que mi compadre y yo nos hallábamos en Granada.

Mi compadre era aquel excelente amigo de Madrid que iba a la Alpujarra a asuntos propios; —asuntos que, dicho sea de paso, respetaré y omitiré completamente—.

Además, en Granada se había asociado a nuestra expedición, accediendo a mis súplicas, cierto primo mío, más semítico que jafético, a quien quiero como a un hermano, camarada tradicional e indispensable en mis reiteradas excursiones a caballo por aquella provincia.

Todos teníamos relaciones en los pueblos alpujarreños, y habíamos escrito ya a nuestros respectivos amigos, después de hacer minuciosamente el plan del viaje, avisándoles el punto y hora en que nos prometíamos abrazar a cada uno.

Los criados habían salido el día anterior, a esperarnos en la Venta de Tablate; esto es, a seis leguas de Granada, al pie del flanco occidental de la gran Sierra

Hasta allí iríamos en la Diligencia de Motril, que dejaríamos (o más bien ella nos dejaría a nosotros) en aquella venta, desde la cual arranca el camino de Lanjarón.

Y como el tal camino se convierte luego en sendas de palomas, según indicamos en los PROLEGÓMENOS, habíamos prevenido también que en Órgiva (donde haríamos noche) nos aguardasen mulos del país (calificados de irreemplazables para las asperezas extraordinarias), en los cuales nos proponíamos atravesar al día siguiente el famoso Puerto de Jubiley y lo más encumbrado de la Contraviesa.

Los caballos pasarían entonces a formar a retaguardia (este era el plan a lo menos), de reserva para los senderos verosímiles, y especialmente para las ramblas, las playas y los ríos.

Por último: iban conmigo, como ayudantes de campo de mi memoria:

D. DIEGO HURTADO DE MENDOZA, Caballero,

LUIS DEL MÁRMOL CARVAJAL, Andante en corte,

y GINÉS PÉREZ DE HITA, poeta y soldado; testigos presenciales los tres e historiadores especiales de la Rebelión y Guerra de los moriscos:

D. FRANCISCO MARTÍNEZ DE LA ROSA, el preclaro apologista de Zoraya, vulgo Doña Isabel de Solís, y autor del drama titulado Aben-Humeya:

MAHOMA, autor de El Corán:

CONDE, historiador de la Dominación de los Árabes en España:

WASHINGTON IRWING

y WILLIAM PRESCOTT, orgullo entrambos de su patria y de la nuestra:

Los dos hermanos LAFUENTE ALCÁNTARA…

MIGUEL, el gallardo historiador granadino,

y EMILIO, el discreto colector y traductor de las Inscripciones árabes de Granada:

MR. DOZY,

MR. ROMEY

y MR. SACY, sabios extranjeros, enamorados de la España moruna:

D. PASCUAL DE GAYANGOS, nuestro ilustre orientalista, acompañando, a fuer de buen traductor, a

AL-MAKARI, historiador árabe del siglo XVII:

D. FRANCISCO FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ, cuyo sabio estudio sobre los Mudéjares le valió el ingreso y un laurel en la Academia de la Historia:

D. JOSÉ MORENO NIETO, el antiguo Catedrático de árabe, actual Rector de la Universidad de Madrid, tan versado en las cosas de los infieles como en las de los fieles:

D. AURELIANO FERNÁNDEZ GUERRA, insigne literato, y al par investigador erudito de las antigüedades romanas de Granada:

Los hermanos D. JOSÉ y D. MANUEL OLIVER, que pronto demostrarán de nuevo, con un libro sobre la Granada árabe, toda la profundidad de sus estudios:

D. FRANCISCO SIMONET, consumado arabista cuanto dulce poeta cristiano.

D. JOSÉ AMADOR DE LOS RÍOS, el renombrado historiador de

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