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Franc Murcia - Anestesia Social (Spanish Edition)

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Franc Murcia Anestesia Social (Spanish Edition)
  • Libro:
    Anestesia Social (Spanish Edition)
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  • Año:
    2015
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ANESTESIA SOCIAL

Francisco Murcia

Anestesia social


Publicado por Maikalili (Grup Senar), 2008

Primera edición: mayo, 2008

© Francisco Murcia Rodríguez

Impresión

Zeropreimpresión

Distribución

Catàleg (Grup Senar)

ISBN: 978-84-92496-26-6

Queda totalmente prohibida, sin la autorización por escrito de los propietarios de los copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por medio de cualquier procedimiento.

Para Katia.

Un deseo: Goza de todos los

detalles, del camino y sueña.

PRIMERA PARTE

Abrió el buzón y ahí estaba. Ahora que lo tenía ante sí le impactó menos de lo que esperaba, incluso tuvo una impresión de vacío, como el que se quita una gran carga que arrastra durante demasiado tiempo. Hacía poco que había cumplido la mayoría de edad y esta era la primera noticia importante que recibía por correo, esperaba que el hacerse mayor no conllevara vivir con frecuencia esos trances.

Cogió el correo y subió las escaleras, las tripas se le encogieron y un súbito calor se desvaneció a la altura de la cabeza. Llegó al rellano e introdujo la llave en la cerradura de la puerta que escondía el espacio que más tranquilidad y seguridad le aportaba. Entró. No había nadie más, suspiró tranquilizándose y cerró la puerta. Dejó las llaves y el contenido del buzón sobre la mesa del salón que la excesiva decoración hacía parecer más pequeño.

Huyó del deseo de abrir la carta con el conocido logotipo en la parte superior izquierda, que le llevaba de cabeza estos últimos meses. Quería demorar el momento de abrirla, pero tenía que darse prisa. Tras mirar el reloj confirmó su sospecha. Asió el sobre por un lado, alzándolo hasta colocarlo frente a los ojos. Procedió a comprobar con detenimiento que los datos expresados coincidiesen con los suyos y leyó el nombre del destinatario: Albert Jara Hernando . Ese era él.

Dio la vuelta al sobre para empezar a rasgarlo, sin violencia, y en ese justo momento el sonido del teléfono rompió la magia del instante. Se dirigió a contestar pero cuando levantó el auricular no había nadie al otro lado. Un poco molesto fue a refrescarse, tras lo cual rasgó el sobre, extrajo el contenido y lo desplegó. El pulso se le aceleró y notó cómo el calor invadía sus mejillas. Buscó con rapidez entre el texto y el corazón le dio un vuelco, le pareció que se paró de golpe al leer “ Aceptado ”.

Dejó caer la carta al suelo y se tapó la cara con las manos, mientras en su interior notó coma la entereza se iba haciendo cargo de la situación, tras unos instantes de calma recogió el papel del suelo y esta vez empezó a leer más tranquilo:

Apreciado señor:

Nos es grato comunicarle que la opción primera que ha elegido en su preinscripción para realizar estudios Universitarios “Ingeniería Industrial” en la ETS de Ingeniería Industrial de Barcelona ha sido Aceptada, por la que le damos la bienvenida a esta Universidad.

Le comunicamos que la matrícula la podrá formalizar durante el próximo mes de septiembre, no obstante diríjase a nuestras oficinas para conocer la fecha fija y la documentación a aportar en el momento de la matrícula.

Un saludo cordial

La releyó varias veces para asegurarse que no había dejado pasar ningún detalle. Aún no lo podía creer, cuando se lo mostrase a sus padres, no cabrían de alegría, por fin un Jara en la Universidad y nada menos que en Industriales.

Perra suerte, pensó.

Se había cogido al último clavo y pensaba que aún tenía posibilidades de estudiar Historia, pero ahora la realidad estaba allí. Pensó en la simultaneidad de estudios, pero la rechazó al instante, industriales era muy duro como para compartirlo con otra carrera, le diría su padre, el culpable de esta situación, que además era trabajador en la Universidad Politécnica de Cataluña, a la cual pertenecía la ETS de Ingeniería Industrial de Barcelona. Y quería a toda costa que su hijo hiciera una carrera de provecho y si podía ser en la UPC, mejor.

Al final, tendría que estudiar algo que no le apetecía, mejor dicho, algo que no era Historia, aún consciente de la poca salida que tenía.

No aguantó dentro del piso y salió a la calle, caminó sin rumbo fijo. Su mente había apartado por un momento el tema de la aceptación en industriales , aunque se encendía intermitente, como si señalara que no era una pesadilla, que estaba ahí. Iba haciendo cábalas de quiénes tendría de compañeros y quiénes no. Sus quinielas le tenían bastante anestesiado. El golpe había sido duro, pero más dura había sido la espera, y ahora ya estaba preparaba el terreno para dulcificarla. Seguía teniendo quimeras y sueños, eso aún no se había disipado. Una vez juzgado un posible pronóstico en cuanto a compañeros y no compañeros, con gran número de variantes, de un optimismo utópico, se relajó un poco y le abordó una calma quebrada por una consecutiva alarma disparada en su cerebro, cómo podía ser que su mente ocultase a Emma, su pareja, en ciernes, pero pareja. No era de su instituto, sino de otro de la zona, pero seguro que tampoco sería futura compañera en la universidad. Desastre final.

Caminó cabizbajo durante unos minutos más, y cuando algo le dijo que se alejaba demasiado, dio un rodeo y se dirigió hacia casa por un camino diferente, pensó en contactar con los amigos del instituto más cercanos que también continuarán estudios en la universidad, para conocer si tenían nuevas como él, pero desistió, pues casi con toda seguridad la mayoría no le cortaría la cabeza al mensajero, tal y como habría hecho él.

Ya estaba cerca de casa, y ahora pensaba en la reacción de su familia ante la “buena” nueva, estaba convencido de que su padre se exaltaría, abogando por un nuevo y fuerte apellido en la sociedad industrial catalana, intentaba vivir sus propios sueños en su hijo, creía Albert, pero no se daría cuenta de su estado de ánimo, en cambio su madre se lo notaría nada más entrar por la puerta, hiciera lo que hiciera, aunque ya sabe que este tema le incomoda.

Faltaban unos metros para llegar al portal, Albert se fijó en un hombre que paseaba y parecía que esperase a alguien, observaba a su alrededor, impaciente, como si no supiese si reconocería al sujeto que aguardaba.

Le pareció que sonreía cuando se encontraron las miradas. Albert frenó el paso, para observar con más atención a aquella persona.

Era un hombre de unos cincuenta años de edad, vestía con un traje gris. Cogía a modo de carpeta un sobre marrón y ocultaba la otra mano en el bolsillo del pantalón. Paseaba con pasos cortos dando golpecitos de tacón y puntera sobre el suelo. Volvieron a encontrar las miradas. Esta vez estaba seguro de que le sonreía.

—¿Señor Jara, Albert Jara? —Le abordó y amplió la sonrisa el hombre del traje gris.

—Sí —contestó Albert casi en una interrogación

—Hola, soy Manel Benedito, amigo de su profesor de filosofía, Salva, ¿se acuerda que quedamos por teléfono para hablar de su posibilidad de colaborar con nuestro sindicato? Queremos hacerle una oferta que, esperamos, no podrá rechazar —comentó mientras sacaba unos documentos del sobre marrón.

Albert no se acordaba de la cita, asintió con la cabeza y pidió disculpas por su despiste.

Se encontró enseguida cautivado por la seguridad que esgrimían tanto las palabras como la mirada de aquel extraño. Ante su silencio, el hombre le escrutó con la mirada y luego continuó su discurso:

—Como ya le habrá comentado Salva, necesitamos jóvenes que simpaticen con nuestras ideas y tengan sueños de cambiar nuestra sociedad presente. Buscamos líderes para el mañana, para lograr al final una revolución no violenta, la misma que estuvo a punto de tener éxito hace casi sesenta años. Le formaremos en los principios fundamentales y puliremos ciertas cualidades necesarias para llegar a ser un líder, las cuales usted ya posee y más tarde conocerá. Nosotros lo sabemos gracias al test voluntario que realizó en su instituto. Le hago entrega de este dosier para que conozca mejor nuestro plan de trabajo y nuestros objetivos —finalizó mientras acercaba un documento a Albert.

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