MIGUEL BAKUNIN, LA INTERNACIONAL Y LA ALIANZA EN ESPAÑA (1868-1873) *
Max Nettlau
CAPÍTULO PRIMERO
LLEGADA DE GIUSEPPE FANELLI A ESPAÑA. LAS INTRIGAS DE PAUL LAFARGUE EN EL SENO DE LA INTERNACIONAL
El predominio incontestable de las ideas anarquistas en el movimiento obrero español, desde hace más de medio siglo, tiene sin duda por base, o por apoyo, la disposición de los obreros españoles hacia los ideales de libertad que, junto con las características del desenvolvimiento histórico de su país, constituyen factores que algún día hará resaltar una detallada historia de la revolución en España. Pero no obstante dichas predisposiciones fue necesario un primer impulso para que despertaran esas tendencias que se hallaban latentes y éste se le encuentra en el viaje que a dicho país hiciera Giuseppe Fanelli, uno de los más íntimos del círculo de Miguel Bakunin, que tuvo lugar en el invierno de 1868-69.
La Internacional española, fundada en esa época, fue propagada desde su comienzo de la manera más activa por personas que aceptaron por entero las ideas anarquistas colectivistas tal como habían sido formuladas por Bakunin, con excepción del episodio Lafargue (1872-73 hasta 1890). Dichas ideas y tendencias fueron las únicas que se propagaron, dado que el partido marxista, calificado entonces de microscópico, nada significaba. Luego que las ideas comunistas anarquistas fueron difundidas por algunas agrupaciones de camaradas se fue absorbiendo, poco a poco, la mayor parte de los núcleos avanzados, como asimismo las organizaciones antiguas que, por haber tomado un carácter demasiado rígido, fueron reemplazadas por agrupaciones libres, evolución pacífica donde lo joven crecía alimentado por la savia y la experiencia de lo viejo. Ese movimiento representó también, desde su comienzo, los intereses corporativistas de los trabajadores y en diferentes períodos llegó a componerse de 50 a 70.000 afiliados.
La labor de Fanelli en tal sentido se ha hecho legendaria. En La Révolte de París, del 4 de mayo de 1893, por ejemplo, se habla de «ese hombre ferviente, persuasivo, que en tiempos de Bakunin fue un día a España, recorrió el país, tomó uno por uno los hombres más dispuestos que hallaba a su paso para persuadirles, convencerles y llevarles a la ANARQUÍA», agrupando así a toda una generación que hizo del movimiento anarquista español uno de los más compactos y aptos en las luchas sociales de Europa. Testigos, su vida desde entonces; testigos: Jerez (la sublevación campesina de 1892)…
La historia de ese desenvolvimiento es conocida en cuanto a sus acontecimientos exteriores más esenciales, pero no satisface la curiosidad del que desea conocerla íntimamente y hoy es tal vez demasiado tarde para ensayar su reconstrucción. Muchísimos de sus actores, muertos o desaparecidos, no dejaron recuerdos que se pudieran recoger, y los que sobrevivieron a dicho período eran elementos activos, perseguidos sin fin, lo que obligó, a muchos, a retirarse de la propaganda y de la lucha por efecto del desaliento que cunde a veces entre los militantes. Las relaciones de Bakunin se limitaban a un círculo muy pequeño de hombres serios que han muerto llevándose sus secretos, dejando a lo sumo en torno suyo una leyenda, pero, en cuanto a sus papeles, lo que no fue destruido en el curso de su vida agitada, o perdido después de su muerte, ha sido inaccesible, al menos para mí. No pude hacer nunca investigaciones personales en España. Hace veinte o veinticinco años, cuando hubiera podido y quería hacerlo, discutí varias veces sus detalles con mis amigos Tarrida de Mármol y L. Portet. Pero, como siempre, sobrevino un nuevo período de persecuciones en España, obligándome a postergar indefinidamente mi viaje. Felizmente algunos buenos materiales de carácter íntimo han sido conservados entre los papeles de Bakunin y de algunos internacionalistas en Suiza, etcétera. En dichos documentos y en lo que pude encontrar de viejos materiales impresos españoles, que son rarísimos en el extranjero, y en lo que recogí en mi biografía sobre Bakunin, en su Suplemento manuscrito, en un artículo del Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung (Leipzig), vol. IV., págs., 243-303, noviembre de 1913, fue basado este ensayo. En el presente trabajo tomo parte base dicho artículo que amplío y transformo libremente agregándole algunos conceptos tanto explicativos como suplementarios. Pero no trato, a pesar de ello, de dar la historia de los primeros tiempos de la Internacional española, cosa que exigiría un libro voluminoso y los materiales necesarios de los cuales no conozco más que algunos fragmentos. Trato, al contrario, de esclarecer aquí, lo que se refiere a las relaciones de Bakunin con España y a la obra del núcleo íntimo que fue el cerebro y el corazón de la propaganda, de la organización y de la acción revolucionaria socialista, desde 1868 a 1873.
Lo que el público en general, los historiadores y economistas, incluso, supieron de tales acontecimientos, fue muy poco y, además, falseado por la intromisión de Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, en el seno de la Internacional española, a la cual trató de arrancar el secreto de sus relaciones con Bakunin, al precio de todas las villanías. No tuvo éxito en su intento, pero se conformó con obtener resultados ficticios más que suficientes para promover intrigas y acusaciones y desarrollar una polémica desleal. Sobre tales falsedades se basa una historiografía pomposa proveniente de un folleto de Lafargue que tiene su culminación en «L’Alliance de la Democratic et l’Assotiation Internationale des Travailleurs» (Londres, 1873), obra colectiva de Engels, Marx y Lafargue y N. Utin, repetida sin análisis alguno en Le Socialisme Contemporaine de Laveleye y en una pretendida historia alemana de la Internacional, hecha por un personaje innombrable (1904), libelo traducido en varios idiomas y en la llamada «Historia del Socialismo Obrero Español» (Madrid, 1902), por Francisco Mora, uno de los cómplices de Lafargue. Esos modelos son copiados ciegamente por otros autores que no vieron nunca un documento español de la época precitada y que obran así por injuria, por superficialidad o por una buena fe de devotos fanáticos por todo lo que los jefes marxistas han proclamado y aprobado. En realidad casi todo lo que se dice en el folleto de 1873 es falso o tendencioso y la correspondencia de los jefes marxistas de esa época, con su subjefe F. A. Sorge, de Nueva Cork, publicada en 1906, nos permite reconocer el ambiente de odio, la vanidad y la superficialidad en que nació esa publicación que pretende pasar por un informe de la comisión investigadora nombrada por el Congreso de La Haya (1872).
Hubiera sido muy fácil informarse mejor de estas cosas, porque ya en 1873 la Memoire presentada por la Federación jurasiana a los internacionalistas, redactada por James Guillaume, opuso a la intriga urdida contra los libertarios de la Internacional un relato sobrio de los principales acontecimientos en cuestión. Pero todos los historiadores del socialismo han pasado en silencio ese libro y, para hacerles justicia, no han llevado tan lejos sus investigaciones como para saber de su existencia. El Bulletin de la Fédération jurassienne , publicado desde el 15 de febrero de 1872 al 25 de marzo de 1878 en el Jura suizo, contiene una gran cantidad de materiales españoles tomados de las mejores fuentes, porque su redactor, Guillaume, estuvo en relaciones constantes, tanto con la Internacional pública en España, como, desde 1874, con su organización secreta, y el Bulletin fue con toda probabilidad el único órgano europeo que siguió atentamente la marcha de la Internacional secreta y que publicó lo que era prudente divulgar. Esos materiales son, como se sabe, reproducidos o resumidos y comentados en los cuatro volúmenes de L’Internationale, documents et souvenirs (París, 1905-10) del mismo autor).
Por medio de esos escritos se hallaban hoy esclarecidos muchos detalles, pero la desfiguración de los hechos está tan íntimamente ligada a la intriga marxista desarrollada en el seno de la Internacional, que no puedo prescindir de ella despectivamente. Me esforzaré, en cambio, por desenredar los hilos de la intriga, lo que será tal vez bastante instructivo para nuestra época en la cual la intriga de Moscú, heredera de la intriga de Marx y Engels en Londres, no ha dejado aún de hallar dóciles instrumentos y de hacer víctimas aquí y allá. Y sería necesario releer las páginas 30-40 de «L’Alliance en Espagne», el libelo de 1873, para comprender los motivos que me han inducido a presentar la siguiente prueba documental en torno de dichos hechos.