Oriol Regàs puso música y cine, aventura y deporte, moda y diseño, espectáculos, restaurantes, arte y arquitectura, revistas, libros… a un período irrepetible de nuestra historia reciente.
Este es el relato de una fascinante aventura que arranca en la Barcelona opaca de la posguerra. Un recorrido en el que Regàs recrea el entusiasmo de las competiciones deportivas y los apasionantes viajes que organizó, o la apertura de emblemáticos locales ¿quién no ha oído hablar de los Bocaccio de Barcelona y de Madrid, o del Up & Down que catalizó las noches de los ochenta en la capital catalana?, expresión de las ansias de transgresión de aquellos años, divinos a pesar de todo.
La obra levanta acta de las vivencias de toda una generación, la de la gauche divine «el más potente movimiento de carácter cultural que ha emanado de la Barcelona contemporánea», en palabras de Sergio Vila-Sanjuán, cuyos protagonistas han sido o siguen siendo relevantes en la cultura, la política o la economía.
A través de sus innumerables iniciativas, Regás revive las relaciones con personajes de todos los ámbitos. Cantantes (Aute, Serrat, Massiel, Ana Belén, Aznavour), pintores (Dalí), modelos y actrices (Teresa Gimpera), cineastas (Vicente Aranda, Gonzalo Suárez), deportistas (Paco Bulto), promotores culturales (Gay Mercader), restauradores (José Monje, Tato Escayola), arquitectos (Beth Galí, Óscar Tusquets, Ricard Bofill, Oriol Bohigas), editores (Carlos Barral, Beatriz de Moura, Jorge Herralde, Elisenda Nadal), fotógrafos (Colita, Xavier Miserachs, Oriol Maspons), periodistas y escritores (Vázquez Montalbán, Marsé, Gil de Biedma, García Márquez, Terenci Moix, Joan de Sagarra, Enrique Vila-Matas, Rosa Regás «la intelectual de la familia», José Agustín Goytisolo)… y un largo etcétera de nombres propios componen el caleidoscopio de un tiempo y un país, intensamente vivido por quien para muchos fue y seguirá siendo el señor Bocaccio.
Oriol Regàs levanta acta de la generación de la gauche divine.
Oriol Regàs Pagès
Los años divinos
ePub r1.0
Titivillus 09.02.16
Oriol Regàs Pagès, 2010
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Mejor es hacer algo y arrepentirse que
arrepentirse de no haberlo hecho.
BOCCACCIO, El Decamerón.
A los innumerables amigos que me cedieron sus recuerdos: Piti Millet, Enrique Vernis, Josep Mana Prat, Xavier Olivé, Ferran Mascarell, Tomás Buxeda, María Aleu, Ana Maio, Alain Milhaud, Valentín Molins, Emilio Salazar, Tato Escayola, Dolly Fontana, Miguel Vancells, Georgina y Rosa Regàs, Mónica y Daniel Regàs y muchos otros que compartieron mi vida y mi memoria.
A Colita, vieja amiga, que me regaló las fotos de nuestros años divinos.
A Cristina Savall, por su profesionalidad y entrega. Sin su empuje final nunca hubiera acabado este libro.
Y, muy especialmente a Isabel, que durante todo este largo proceso me ha apoyado, aconsejado, leído, corregido, ayudado e inspirado. Gracias.
Oriol Regàs.
Epílogo
EL DÍA EN QUE MORÍ POR PRIMERA VEZ
Pensaba dar por finalizadas mis memorias con la fiesta de mi setenta cumpleaños, el 11 de enero de 2006, que celebré en La Paloma, el popular local de baile de Barcelona, en compañía de los amigos que han estado conmigo en tantos y tantos proyectos. Pero no contaba con que iba a asistir, todavía en plenas facultades, a la reacción que producía la «noticia» de mi muerte, que sin duda tiene mayor mérito para cerrar estas páginas.
El 27 de junio de 2007 fue un día intenso. Al mediodía fuimos al Hotel Palace (antiguo Hotel Ritz) para probar el menú que se serviría en la boda de la hija de Isabel, Blanca, con Jordi Pagés. Fue una comida larga, prolongada con conversaciones entre las dos familias. Llegamos a casa con el tiempo justo para despedir a Clara, la otra hija de Isabel, que se marchaba a Madrid con su hijo Pablo, para salir luego corriendo y llegar puntualmente a la Llotja del Mar, donde se concedían los Premios Nacionales de Diseño, uno de los cuales fue otorgado a nuestro amigo Pepe Cortés.
Cuando finalizó el acto, y a pesar de las protestas de Isabel, que me aseguró que en el futuro no quería programar más de un plan por día y poderlo saborear así sin prisas, nos marchamos de forma apresurada para no perdernos el estreno de Il ventaglio, de Cario Goldoni, en el TNC, el Teatre Nacional de Catalunya. Llegamos por los pelos, sin ni siquiera tiempo de contestar a dos mensajes que Montse Serrano había dejado en el móvil de Isabel. En el entreacto no eran dos sino diez los mensajes que se habían acumulado. Mientras los escuchaba, Isabel me miraba horrorizada.
—¡Oriol, me están dando el pésame! Ha pasado algo muy grave y no tengo ni idea de lo que es.
No hubo tiempo de escucharlos todos, los de Montse Serrano eran ambiguos.
—Isabel, no sé qué pensar. Llámame, por favor.
El de Quique Llaudet no dejaba lugar a dudas:
—Cuenta conmigo para lo que quieras, me acabo de enterar y estoy desolado.
—Las noticias que me llegan son espantosas, me gustaría hablar contigo y saber lo que ha pasado —decía la voz grabada de Paco Enric.
Isabel se puso en contacto con él:
—Paco, ¿qué pasa? —le dijo temiendo una catástrofe.
—¿Dónde estás?
—En el teatro.
—¿Con quién?
—Con Oriol.
—… pero ¿está aquí?, ¿lo tienes a tu lado?
—Sí.
—Ufff…, por Barcelona ha corrido la noticia de que ha muerto —aclaró Paco.
El bulo se había extendido entre casi todos los amigos. Telefoneamos a Miguel Vancells, de quien también había un par de mensajes. El pobre estaba hecho polvo. Totalmente tocado ante esta absurda noticia. En el entreacto lo comentamos con Blanca, Jordi y Camila Enric, que compartían asiento con nosotros, y con Joan María Gual, con Frederic Amat y con Carme Riera, a quienes nos encontramos en el hall. Todos nos lo tomamos a guasa, pero lo cierto es que la segunda parte de la representación me resultó interminable, con un ventaglio que iba y venía y un enigma que no parecía resolverse nunca.
Aquella misma noche, y también al día siguiente, me enteré de la dimensión que había tomado el bulo por otros mensajes de pésame recibidos en el contestador de casa y las explicaciones de amigos que nos confirmaron luego que la noticia la había colgado incluso la versión digital de La Vanguardia. «Ha muerto el empresario Oriol Regàs», parece que pusieron. Como epitafio lo encuentro quizá demasiado sobrio, nunca me he identificado con el término de empresario, hubiera preferido el de promotor. En fin, son cosas que probablemente se podrán modificar en el futuro, ya que por lo visto tendré una segunda oportunidad.
Las primeras reacciones ante mi muerte fueron, tengo que decirlo, más bien discretas. Sé que hubo unos cuantos buenos amigos que lo pasaron realmente mal, y lo siento por ellos. Isabel y yo tuvimos la suerte de estar juntos, porque si la noticia le llega habiendo ido yo solo al teatro habría sido demasiado macabro, igual que si a alguien se le hubiera ocurrido llamar a mis hijos para confirmarla. Luego, cuando las cosas se aclararon, vino la respuesta de los amigos, muchas llamadas, risas y comentarios jocosos. Con Àlex Salmon, director de El Mundo de Cataluña, fuimos a comer para celebrarlo. El grupo de Begur, con Pepe Sauquet como organizador, también me propuso invitarme a una comida de resucitado que, por la proximidad de las vacaciones, se suspendió y ya nunca se ha celebrado. Pero lo que jamás he llegado a descubrir fue quién inventó el rumor, dónde me vio muerto o con quién me confundió, pues no quiero pensar que hubo una mala intención previa. De momento sin noticias, todavía me intriga saber por qué fui yo el elegido para muerto.