«Escribir sobre uno mismo es algo muy curioso. […] Pero en un proyecto como este el escritor hace una promesa: mostrarle su mente al lector. Y eso es lo que he intentado hacer en estas páginas.»
BRUCE SPRINGSTEEN, extracto de Born to Run
En 2009, Bruce Springsteen y la E Street Band actuaron durante el intermedio de la Super Bowl. La experiencia fue tan maravillosa que Bruce se propuso escribir sobre ello. Así comenzó esta extraordinaria autobiografía.
Durante los últimos siete años, Bruce Springsteen se ha dedicado a escribir en privado la historia de su vida, dotando a estas páginas de la misma honestidad, humor y originalidad que encontramos en sus canciones.
Describe sus primeros años como chaval católico en Freehold, Nueva Jersey, en un ambiente donde la poesía, el peligro y la oscuridad alimentaban su imaginación, hasta que llega el momento que él denomina «el Big Bang»: cuando vio en televisión el debut de Elvis Presley en The Ed Sullivan Show. Nos cuenta vívidamente su incansable voluntad de convertirse en músico, sus primeros tiempos como rey de las bandas de bar en Asbury Park, y el ascenso de la E Street Band. Con un candor desarmante, cuenta también por vez primera las angustias personales que inspiraron sus mejores trabajos, y explica por qué la canción «Born to Run» revela mucho más de lo que pensábamos.
Born to Run será una revelación para cualquiera que en algún momento haya disfrutado de Bruce Springsteen, pero estas páginas son mucho más que las memorias de una legendaria estrella de rock. Es un libro para trabajadores y soñadores, padres e hijos, amantes y solitarios, artistas, friquis, o para cualquiera que alguna vez haya anhelado ser bautizado en el sagrado río del rock and roll.
Rara vez un intérprete ha contado su propia historia con tanta amplitud y fuerza. Como muchas de sus canciones («Thunder Road», «Badlands», «Darkness on the Edge of Town», «The River», «Born in the USA», «The Rising» o «The Ghost of Tom Joad», por citar solo algunas), la autobiografía de Bruce Springsteen ha sido escrita con el lirismo de un autor de canciones único y con la sabiduría de un hombre que ha reflexionado hondamente sobre sus experiencias.
Bruce Springsteen
Born to Run
ePub r1.0
Titivillus 09.11.16
Título original: Born to Run
Bruce Springsteen, 2016
Traducción: Ignacio Julià
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para Patti, Evan, Jess y Sam
Prefacio
Procedo de una población costera donde casi todo tiene un tinte algo fraudulento. Como yo mismo. A los veinte años no era un rebelde conductor de coches de carreras, sino un guitarrista que tocaba en las calles de Asbury Park y ya un miembro destacado de aquellos que «mienten» al servicio de la verdad… artistas, con «a» minúscula. Pero tenía cuatro ases en la manga. Era joven, acumulaba casi una década de experiencia en bandas de tugurios, había un buen grupo de músicos locales en sintonía con mi estilo interpretativo y tenía una historia que contar.
Este libro es a la vez la continuación de esa historia y la búsqueda de sus orígenes. He tomado como parámetros los hechos de mi vida que creo que dieron forma a la historia y a mi trabajo como intérprete. Una de las preguntas que me hacen una y otra vez los fans por la calle es «¿Cómo lo haces?». En las páginas siguientes intentaré aclarar el «cómo» y, más importante, el «por qué».
Kit de supervivencia rock and roll
ADN, capacidad innata, estudio del oficio, desarrollo y devoción por una filosofía estética, un puro deseo de… ¿fama?… ¿amor?… ¿admiración?… ¿atención?… ¿mujeres?… ¿sexo?… y oh, sí… pasta. Luego… si quieres llegar hasta el final mismo de la noche, un furioso fuego en las entrañas que simplemente… no… deja… de… abrasarte.
Estos son algunos de los elementos que resultan de utilidad si te enfrentas a ochenta mil (o a ochenta) fans del rock and roll que aúllan y te esperan para que les hagas tu truco de magia. Esperan que saques algo del sombrero, del mismo aire, algo que no es de este mundo, algo que antes de que los fieles se reuniesen hoy aquí era tan solo un rumor alimentado por las canciones.
Estoy aquí para dar una prueba de vida a ese «nosotros» siempre elusivo, nunca totalmente creíble. Ese es mi truco de magia. Y, como todo buen truco de magia, empieza con una presentación. Así que…
LIBRO UNO. Growin' Up
UNO. Mi calle
Tengo diez años y me conozco cada grieta, saliente y hendidura de la desmoronada acera que recorre arriba y abajo Randolph Street, mi calle. Aquí, según cómo transcurra la tarde, soy Aníbal cruzando los Alpes, un soldado atrapado en un cruento combate en plena montaña, o innumerables héroes de película de vaqueros recorriendo los pedregosos senderos de la Sierra Nevada. Panza abajo sobre el suelo, junto a los hormigueros que brotan volcánicos donde la tierra y el cemento confluyen, mi mundo se extiende hasta el infinito, o por lo menos hasta la casa de Peter McDermott en la esquina de las calles Lincoln y Randolph, a solo una manzana.
Por estas calles me pasearon en mi cochecito infantil, aprendí a andar, mi abuelo me enseñó a montar en bicicleta y luché y escapé de algunas de mis primeras peleas. Aprendí la hondura y el consuelo de la amistad verdadera, sentí mis primeras agitaciones sexuales y, en las noches anteriores al aire acondicionado, vi llenarse los porches de vecinos que buscaban conversación y alivio del calor veraniego.
Aquí, en torneos épicos de «pelotas fuera», golpeé la primera de las cien pelotas de goma Pinky en el bordillo suavemente moldeado de mi acera. Trepé sobre ventisqueros de nieve sucia, amontonada por las quitanieves por la noche, yendo de una punta a otra de la calle, el Edmund Hillary de Nueva Jersey. Mi hermana y yo nos quedábamos a menudo embobados, espiando a través de las enormes puertas de madera de la iglesia de nuestra esquina, observando el eterno desfile de bautizos, bodas y funerales. Acompañaba a mi apuesto y astrosamente elegante abuelo mientras caminaba precariamente dando la vuelta a la manzana, con el brazo izquierdo paralizado contra el pecho, haciendo sus «ejercicios» después de un ictus debilitante del que nunca se recuperó.
En nuestro patio delantero, a pocos metros del porche, estaba el árbol más imponente del pueblo, una altísima haya roja. Dominaba sobre nuestra casa de tal modo que, de caer un rayo bien dirigido, hubiésemos muerto todos como caracoles aplastados bajo el meñique de Dios. Las noches que tronaba y los relámpagos pintaban de azul cobalto el dormitorio familiar, veía cómo sus ramas se movían y adquirían vida propia entre ráfagas de viento y destellos blancos, mientras yo yacía despierto preocupándome por mi amigo, el monstruo de ahí fuera. En los días soleados, sus raíces eran fortificaciones para mis soldados, corral para mis caballos y mi segundo hogar. Tuve el honor de ser el primero en la manzana en trepar hasta sus alturas. Allí encontré un refugio de todo lo que había abajo. Deambulaba durante horas por sus ramas, oyendo las lejanas voces de mis colegas que llegaban desde la acera a mis pies, intentando seguir mis movimientos. Bajo sus brazos durmientes, las noches de verano nos sentábamos con mis amigos, como la caballería al anochecer, esperando el campanilleo vespertino del vendedor de helados y la hora de irse a la cama. Oía la voz de mi abuela que me llamaba, el último sonido de un largo día. Subía al porche delantero, nuestras ventanas brillantes en la luz del crepúsculo veraniego, dejaba que se abriese la pesada puerta y luego se cerrase detrás de mí, y durante una hora o así nos sentábamos frente a la estufa con mi abuelo, él en su sillón, y veíamos cómo la pantalla del pequeño televisor en blanco y negro iluminaba la sala, lanzando sus espectrales sombras a paredes y techo. Luego, me dejaba llevar por el sueño en el mayor y más triste santuario que yo haya conocido, la casa de mis abuelos.