INTRODUCCIÓN
Ni Dios ha muerto ni tampoco parece que lo vaya a hacer en las próximas décadas. Las predicciones realizadas desde la publicística, la filosofía o las ciencias sociales parecen cada vez más irrealizables. Lejos de estar en un franco e irrevocable retroceso que la condenaba a la irrelevancia cuando no a la desaparición, la religión continúa ocupando un papel fundamental en la vida de millones de personas y continúa siendo un factor determinante para explicar conflictos e identidades políticas y nacionales. Ni siquiera parece cumplirse la idea de la diferenciación entre una esfera secular y otra religiosa como principio organizador de las sociedades modernas. Un hecho fácilmente comprobable al observar cómo las leyes y la política siguen siendo interpretadas en clave confesional o cuando observamos que «lo religioso» desborda constantemente los límites establecidos en los estados no confesionales y se adentra en todas las cuestiones de la vida social y política de un país.
Desvinculadas de estas predicciones y apriorismos, las investigaciones desarrolladas en los últimos años han permitido comenzar a analizar los fenómenos religiosos en toda su complejidad. La religión ya no aparece como un elemento inmóvil y anquilosado, sino como un objeto de estudio dinámico y en continua transformación que desempeña un papel central en la explicación de los procesos sociales, políticos y culturales que han dado forma al mundo moderno. Las religiones están no sólo en permanente cambio sino también en constante movimiento, modificando constantemente sus propias fronteras y expandiéndose por nuevos territorios y espacios en los que no tenían todavía un particular arraigo. Esto es especialmente cierto para las versiones más carismáticas y menos vinculadas a una cultura o territorio concreto como es el caso del pentecostalismo o el salafismo.
Para esta renovada comprensión del fenómeno religioso en las sociedades contemporáneas ha resultado clave el surgimiento de movimientos político-religiosos en la década de 1980, puesto que ha obligado a las ciencias sociales a repensar tanto el paradigma de la secularización como el propio lugar de la religión en el mundo actual y sus relaciones con la modernidad. Ante la constatación de que el mundo del presente seguía siendo tan vibrantemente religioso como lo era el del pasado, las investigaciones dejaron de estar orientadas a explicar las causas y el desarrollo de la secularización. De esta crisis epistemológica surgieron dos preguntas que actualmente sirven de guía para el desarrollo de los estudios sobre las religiones en la época contemporánea: ¿qué queda operativo de la teoría de la secularización? y ¿cómo se opera el cambio religioso?
Para poder adentrarnos en estas cuestiones partiremos de lo que consideramos un ejemplo paradigmático de las complejas y polisémicas relaciones entre las religiones y el mundo contemporáneo: la Exposición Universal de Chicago de 1893. Estas muestras sintetizaban a la perfección el orgullo de un siglo por sus logros comerciales, científicos e industriales. Sin embargo, a diferencia de ediciones precedentes, en Chicago se decidió incluir en el programa la reunión del Primer Parlamento Mundial de las Religiones. Por primera vez se congregaban en un espacio de debate miembros de religiones de todo el globo, desde el cristianismo al islam, judaísmo, el sintoísmo, el hinduismo o el budismo. De hecho, el congreso ha sido visto con frecuencia como el amanecer del pluralismo religioso y un hito en el diálogo inter-confesional (Seager, 1993).
El Comité Auxiliar de la Exposición Universal acordó que se creara un comité general para congresos religiosos que bajo la presidencia del reverendo presbiteriano John Henry Barrows (1847-1902) quedaría encargado de organizar esta reunión. Aunque en principio esta sólo congregaría a miembros de las diversas Iglesias protestantes: metodistas, luteranos, baptistas, unitarios, etc., el comité extendió el llamamiento a otras confesiones, dirigiendo un manifiesto
a los representantes de todas las creencias para ayudarnos a presentar al mundo, en la exposición de 1893, las armonías y uniones religiosas de la humanidad, y también anuncia las agencias morales y espirituales que están en la raíz del progreso humano. Se propone considerar la fundación de la fe religiosa, revisar el triunfo de la religión en todas las edades, para describir el estado actual de la Religión entre las naciones y su influencia en la literatura, arte, comercio, gobierno y vida familiar (Barrows, 1893: 10).
La idea de una reunión global de todas las religiones es un producto de la contemporaneidad aunque, como se encargó de recordar el representante del budismo de Ceylon, Anagarika Dharmapala (1864-1933) durante las sesiones del Parlamento, se podrían rastrear otros antecedentes en el pasado, y es que el emperador de la dinastía mauria, Ashoka Vardhana (304-232 a.C.), ya habría organizado en la ciudad de Patna un congreso internacional para budistas y no budistas.
Durante diecisiete días del verano de 1893, cuatro mil espectadores y doscientos representantes de las principales creencias de todo el mundo, desde el sintoísmo a la ortodoxia griega, buscaron mostrar la concordia existente entre las diversas religiones, así como aunar esfuerzos para combatir la irreligión. Podemos fácilmente imaginar el impacto que en sus contemporáneos causó la imagen de un cardenal católico, el arzobispo de Baltimore James Gibbons (1834-1921), uno de los prelados más abiertos dentro del catolicismo, rodeado por el obispo de la Iglesia metodista africana, Benjamin W. Arnett (1838-1906), y el delegado del Imperio chino y encargado de presentar el confucianismo ante el mundo, Pung Kwang Yu. Entre el 25 de agosto y el 15 de octubre se reunieron dichos representantes, primero bajo la forma de Parlamento Mundial de las Religiones para discutir y presentar sus religiones y luego, una parte de ellos, continuaron en sus respectivos congresos confesionales.
Aunque dicha reunión no tuviera continuidad y hubiera que esperar un siglo para que se volvieran a convocar bajo el impulso del heterodoxo teólogo católico Hans Küng (1928), tanto el parlamento como las discusiones que se produjeron en su seno constituyen un magnífico ejemplo de los principales cambios que experimentaron las diversas religiones en época contemporánea. Así, a través de esta reunión en 1893 se pueden presentar algunos de los temas centrales que se van a abordar en este libro y que buscan ofrecer una visión más rica y matizada de la religión en la contemporaneidad:
1.º) Secularización y religiones mundiales.
2.º) Modernidad y globalización.
3.º) Nación y política.
4.º) Género.
5.º) Intolerancia, pacifismo y derechos civiles.
En primer lugar, uno de los principales objetivos del parlamento era demostrar que la religión constituye un elemento fundamental para la civilización y el progreso. En el siglo del positivismo, las religiones se sintieron cada vez más impelidas a defender su rol en la esfera pública. La propia necesidad de vindicarse constituye una buena prueba de los progresos de la secularización. Esta preocupación por los avances de la «irreligiosidad» fue expresada por los representantes de las diversas religiones a lo largo de todo el congreso. El propio lugar de celebración, Estados Unidos, se convirtió en un horizonte simbólico para muchos de ellos, ya que representaba la armonía entre ideales espirituales, pluralismo religioso y modernidad. En este sentido, conviene señalar que uno de los objetivos centrales de este libro será ofrecer una visión matizada de la secularización, otrora paradigma triunfante de las ciencias sociales y que ha sufrido un intenso proceso de reevaluación por parte de los teóricos sociales desde la década de 1980.