Un recorrido por la historia de España de la mano de las leyendas que la habitan, su posible base real y su evolución y similitudes con las de otros lugares de dentro y fuera de nuestras fronteras.
Desde las huellas que dejó Hércules hasta las gestas de héroes que, como Bernardo del Carpio, el Cid o Fernán González, alimentaron cantares y romances; desde objetos mágicos, como la Mesa del rey Salomón o el Sillón del Diablo, hasta edificios encantados, extraños seres mitad humanos, islas errantes o amantes más allá de la muerte; leyendas milagrosas, leyendas diabólicas, mitos contemporáneos, como el vampiro de Borox, la chica de la curva o el Triángulo del Silencio…
Mónica Arrizabalaga nos lleva al origen de todas ellas y nos descubre cómo y dónde las ha mantenido la tradición popular.
que encaran la vida con el coraje de los héroes de verdad.
también la verdad se inventa.
PRÓLOGO
E NTRE FICCIÓN Y REALIDAD: ESA OTRA HISTORIA QUE CUENTAN LAS LEYENDAS
La historia imaginada: pocas veces el título de un libro que recopila leyendas populares ha resultado tan fiel y exacto para definir su contenido como este. Será porque su autora es periodista y está acostumbrada a resumir, en un breve titular, la complejidad de las noticias. No es, por cierto, el primer caso que se da entre los de su profesión de acercarse —con indisimulado entusiasmo— a lo legendario; y, como podrá comprobar el lector leyendo las páginas que siguen, con no poco acierto, un rigor muy sistemático y una cautivadora amenidad.
Tampoco ha de parecer casual que uno de los periodistas que la precedió en el intento, Jorge Halperín, coincidiera con nuestra autora en enfocar las narraciones legendarias desde un prisma muy propio del periodismo: dilucidar si lo que se nos cuenta es verdad o no. Por ello, la obra que aquel escribió se titularía también —y precisamente— de un modo que apuntaba hacia esa preocupación tan periodística: Mentiras verdaderas. Halperín, como Arrizabalaga, acaba concluyendo que esas ficciones sobre las que investiga encierran algún tipo de verdad, aunque muchos de estos relatos consistan en invenciones totales u otros transformen cierta realidad al gusto y conveniencia de los narradores.
Que la metodología utilizada por los periodistas difiera desde su propia raíz de la del investigador avezado en mitologías o fantasiosas narrativas orales no ha de confundirnos. Es indudable que, desde hace tiempo, los expertos en esta clase de materiales ni siquiera se plantean lo que pueda haber de verdadero en ellos. Pero no caigamos en el error de pensar —por esto— que el periodista es un ingenuo irredento y que todavía va por ahí buscando «la verdad»: porque no lo es. Probablemente, en pocas profesiones se esté más acostumbrado a lidiar con la manipulación de la realidad como en el periodismo. Un profesional de los medios de comunicación aprende muy pronto que la selección que se hace de las noticias que van en portada, el tipo de letra y espacio que se dedica a cada una de ellas, o la intoxicación con novedades y «bucles» audiovisuales sobre un mismo tema no son casuales ni inocentes.
La mayoría de periodistas, si se encontraran con alguien que —como aquel nazareno llamado Jesús— les dijera que había venido a dar «testimonio de la verdad», le contestarían, al modo de Pilatos en una de las frases más inquietantes de los Evangelios, con aquella pregunta de tan difícil respuesta que ni el propio Cristo llegó a responder: «¿Qué es la verdad?». Y se irían pensando que su entrevistado era un idealista peligroso.
La autora de este libro ha arrostrado desde el primer momento que trataría, siempre que se adentrara en el mundo de las leyendas, con unas «verdades diferentes», pero que no por ello debería dejar de utilizar los métodos habituales de su oficio y recabar información allá donde pueda encontrarse. En este sentido, es bastante novedoso —y hasta refrescante— en el ámbito de las investigaciones sobre mitos y leyendas que, por norma, Arrizabalaga parta siempre de unas coordenadas actuales: «aquí, hoy, hay o se cree que ocurrió esto y se dice de ello lo siguiente…». Y que la autora pregunte a quien sepa de aquello, atendiendo por igual a la posible veracidad de quien relata in situ lo que se ha venido contando de tal lugar, personaje o suceso, que a la del experto ducho en esas historias, sea escritor, aficionado y defensor de las tradiciones locales, historiador, filólogo, arqueólogo, o —como en mi caso— antropólogo.
Y no está mal que así sea, pues de esa manera se han venido reinventando y transmitiendo tales relatos durante años y siglos: por voces anónimas que los contaron y volvieron a contar en plazas y palacios; por manos de autores no menos desconocidos que los escribieron y siguieron reescribiendo en castillos o fuertes sitiados por las guerras o en la paz de los conventos; por quienes —tras recogerlos de unos y otros— difundieron todas estas narraciones en libros que cruzaron mares y fronteras…
Aunque el peso del pasado parezca importante en este volumen, puede decirse que todas las leyendas contenidas en él son, de alguna manera, contemporáneas (y no solo las urbanas «de circulación más o menos reciente» que aparecen en la última parte de este libro). Porque se parte siempre de un ayer aún vivo, retomado desde el presente, que interesa en la medida que guarda cierta «actualidad».
Indagando por diversos lugares y desde variadas fuentes, Mónica Arrizabalaga ha realizado su itinerario tan pegada al terreno que este libro constituye también, sin que quizá se haya pretendido que fuera así, una apetecible invitación a recorrer el mapa legendario de España. Historia imaginada de los españoles, plantea y dice la autora que son estas narraciones. Y, sin duda, en buena parte lo son.
Porque, ¿hay una verdad mayor o más verdadera que la de unas gentes o un país que se han construido a sí mismos contando e inventando su propia historia a lo largo del tiempo? Recíbela con el respeto y afecto, lector, que quien ha recogido, investigado y reescrito para ti estos relatos te los ofrece ahora, enriquecidos por su propia experiencia y no escasa sabiduría. Son suyos y tuyos. Son nuestros.
L UIS D ÍAZ V IANA
Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
En la Casa de las Tres Chimeneas, junto al río Cega,
7 de octubre de 2017.
LEYENDAS HISTÓRICAS
DE FUNDACIONES Y PÉRDIDAS
H ÉRCULES EN E SPAÑA
¿Por qué las famosas columnas de Hércules figuran en el escudo de España? ¿Qué hace un héroe de la mitología griega como él en el escudo de Andalucía? ¿Y en el de la ciudad de Cádiz? ¿Y por qué el hijo de Zeus da nombre a la torre Patrimonio de la Humanidad de La Coruña? La respuesta a tantas preguntas se remonta a los legendarios tiempos en que el tirano Gerión, un gigante de tres cuerpos, gobernaba en ese lugar paradisíaco que era la península ibérica.
Gerión tenía a sus órdenes a un monstruoso perro de siete cabezas, de nombre Ortro, que guardaba día y noche a sus vacas (o bueyes) rojas en la isla de Eritia, cerca de la actual Cádiz. A esa isla «más allá de las aguas inagotables, de raíces de plata, del río Tartessos», el rey de Micenas envió a Hércules en el décimo de sus doce trabajos, a robar el ganado de Gerión. Eritia se encontraba al otro lado de la cordillera que entonces unía África con Europa, en el punto más occidental del Mediterráneo. Para acceder con mayor facilidad, el hijo de Zeus empleó su descomunal fuerza y abrió el estrecho de Gibraltar, que desde entonces comunica el mar con el gran océano. A ambos lados erigió dos formidables columnas: una en la cima del monte Calpe, como se conocía por aquel entonces al Peñón de Gibraltar, y otra en la del Abila (¿el monte Hacho?). Sobre ellas colocó la inscripción Non plus ultra, pues allí terminaba la tierra. O eso al menos se creía entonces.