BIBLIOGRAFÍA
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ENIGMAS BÍBLICOS
LILITH, ¿LA PRIMERA MUJER?
Así dice el Génesis: «Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra» (Gn 1, 27).
De la lectura de este versículo se desprende que al mismo tiempo que al hombre —a Adán—, Dios creó a imagen suya una mujer («los creó macho y hembra»). Por tanto, existió otra hembra antes que Eva, la cual fue creada posteriormente a partir del cuerpo del primer hombre.
Más adelante, después de que Dios dijera a la primera pareja: «Procread y multiplicaos…» (Gn 1, 28), es cuando se produce la formación de Eva:
Hizo, pues, Yavé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus costillas, cerrando en su lugar con carne, y de la costilla [tselá, en hebreo, que también significa «lado»] que del hombre tomara, formó Yavé Dios a la mujer, y se la presentó al hombre.
Gn 2, 21-22
Entonces, es cuando Adán se refiere en estos términos a su nueva compañera: «Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2, 23). Prueba evidente de que se hallaba frente una segunda mujer, distinta en su origen a la anterior que, como él, había sido formada del polvo, si bien alguna versión afirma que no del barro de la tierra, sino de la inmundicia.
No obstante, existen diversas lecturas de esta doble versión del Génesis sobre la creación del hombre y la mujer, por parte de cada Iglesia cristiana y de las distintas tradiciones judaicas, sin olvidarnos de las que se hallan al margen de lo religioso: alegóricas, pseudo religiosas y de tipo científico académico.
Para quienes defienden la exactitud de los textos bíblicos, los llamados creacionistas, no existe ninguna contradicción en ambos capítulos, sino que se trata de una doble exposición sobre el mismo asunto, la primera abreviada y la segunda desarrollada, más explícita, es decir, se trata de un mismo hecho relatado de dos maneras diferentes por distintos narradores.
Ítem más. En Génesis 1, 27 no se dice que hombre y mujer fueron creados simultáneamente, sino que fueron creados en el mismo día. Por ello, el capítulo 2 no cae en ninguna contradicción con el 1, sino solo añade detalles no mencionados en este.
Para los defensores de la postura académica, la contradicción entre los capítulos 1 y 2 se debe a que el libro del Génesis no fue escrito por Moisés, como sostiene la tradición sustentada en relatos orales del II o I milenio a. C., según ha pretendido demostrar la arqueología bíblica en la primera mitad del siglo pasado —algo no aceptado por todos los autores—, sino que se trata de una fusión de las cuatro fuentes o tradiciones distintas que conforman la Biblia —Yavista, Elohista, Deuteronomista y sacerdotal—, escritas por distintas personas en diferentes momentos y lugares. El capítulo 1 se identifica con la tradición sacerdotal —posterior al exilio en Babilonia—, mientras que el capítulo 2 pertenece a la escuela yavista, mucho más antigua, de la época de los reyes de Israel. Ambos tienen cometidos diferentes, pues mientras el primero pretende reforzar la idea del judaísmo más como una nación que como una religión, el segundo intenta ensalzar los valores de un pueblo nómada, centrado en la vida en el desierto.
Con todo, se debe reconocer que de las palabras de Adán en Gn 2, 23, no puede menos de inferirse que se está refiriendo a una nueva mujer, diferente a la que había tenido antes, puesto que emplea el adverbio «ya», que tiene un significado temporal, es decir, el llamado primer padre de la Humanidad manifiesta de ese modo que se halla ante algo (una mujer) distinto a lo que tuvo en otro tiempo. Hubo, pues, un antes y un después, a tenor de sus palabras.
En cuanto a la primera mujer, la versión más antigua rabínica que existe sobre Lilith y Adán, en relación con el Génesis, se encuentra en el «Alfabeto de Ben Sira» (h. 700-1000), un midrash, es decir, una ficción basada teóricamente en un hecho real, que se utiliza para el estudio pormenorizado de los textos. Según esa versión, Lilith, que arrastraba una fuerte influencia cananea en sus comportamientos sexuales, caracterizados por la liberalidad, se negaba a situarse debajo de Adán durante el coito: «¿Por qué he de yacer debajo de ti? Yo también fui hecha de polvo y, por tanto, soy tu igual». Al ser forzada por Adán a permanecer en esa postura, pronunció el nombre de Dios, le nacieron alas, se elevó por los aires y desapareció, abandonando por propia voluntad a su «marido» y el Jardín del Edén.
Como Adán se quejaba, Dios envió a tres ángeles (Sansenoy, Semangelof y Senoy) a buscarla. La encontraron junto al Mar Rojo, región infestada de demonios, con los cuales se había entregado a la lujuria y había engendrado a los Lilim, a razón de «más de cien por día». La advirtieron que si no regresaba con Adán la ahogarían, pero ella replicó que ya no podía volver a vivir como una mujer honrada después de lo que estaba haciendo. Dijo también que no podrían matarla, porque Dios la había ordenado que se hiciera cargo de todos los niños hasta el octavo día de vida —el de la circuncisión— y de las niñas hasta el vigésimo. Comentó igualmente que si observaba la efigie de los tres ángeles en un amuleto —costumbre mágico religiosa judía— protegiendo a un recién nacido, le perdonaría la vida. Sin embargo, por estas palabras, Dios la castigó haciendo que cientos de sus hijos murieran cada día y que, al ver un amuleto protector, estallara en cólera y matara a toda su descendencia.
Lilith huyó a Oriente y su libertad sexual se propagó entre las mujeres cananeas, que, adorando a la diosa Anath, acostumbraban a mantener relaciones prematrimoniales, algo prohibido a las hembras hebreas, como consta en el Deuteronomio: «Que no haya prostituta de entre las hijas de Israel, ni prostituto de entre los hijos de Israel» (Dt 23, 17).