B REVE HISTORIA
DE LA CAÍDA
DEL I MPERIO ROMANO
B REVE HISTORIA
DE LA CAÍDA
DEL I MPERIO ROMANO
David Barreras Martínez
Cristina Durán Gómez
Colección: Breve Historia
www.brevehistoria.com
Título: Breve historia de la caída del Imperio romano
Autor: © David Barreras Martínez; © Cristina Durán Gómez
Director de colección: Luis E. Íñigo Fernández
Copyright de la presente edición: © 2017 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla, 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Elaboración de textos: Santos Rodríguez
Diseño y realización de cubierta: Universo Cultura y Ocio
Imagen de portada: Sarcófago llamado Grande Ludovisi con escena de un enfrentamiento entre soldados romanos y alemanes. Mármol Proconeso, obra romana. 251/252 d.C. ( Museo Nacional Romano – Palacio Altemps). Encontrado en 1621 junto a la Puerta Tiburtina de Roma, pertenece a la colección Ludivisi
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ISBN edición digital: 978-84-9967-900-6
Fecha de edición: Septiembre 2017
Depósito legal: M-20789-2017
A Athenea Barreras Durán,
a quien ya le entusiasman los romanos
casi tanto como a nosotros
1
El anciano emperador romano Nerva (96-98), sintiéndose en una posición de cierta debilidad como consecuencia de su mala relación con el ejército, se vio forzado en octubre del 97 a adoptar, asociar al trono y designar como sucesor a Marco Ulpio Trajano. Trajano sería fácilmente aceptado por los dos núcleos de poder imperiales: la legión, dado que era un general de prestigio, y el Senado, puesto que era miembro del patriciado, aunque, eso sí, de origen provincial. El historiador Genaro Chic García se hace eco de la decisiva influencia que sobre Nerva ejercería un importante grupo de senadores hispanos para que Trajano fuese el elegido, lo que denota el notable prestigio que por entonces habían alcanzado en el Senado las ricas y poderosas familias aristocráticas originarias de la península ibérica. Es de destacar en este aspecto la presión realizada por dos de estos senadores hispanos, Julio Serviano y Licinio Sura.
Estatua del emperador Tito (79-81). Hijo de Vespasiano (69-79), Tito demostraría su valía militar resolviendo con éxito la revuelta de Judea (70), durante la cual el templo de Jerusalén sería destruido y saqueado por las tropas romanas.
Trajano había nacido en el 53 en Itálica, en la Hispania del sur, y era miembro de una dinastía aristocrática que había logrado enriquecerse en la Bética. Su excelente carrera política y militar le condujo a alcanzar el consulado en el 91 y posteriormente el gobierno de Germania Superior. Con ello daba continuidad a la tradición familiar, dado que su padre había sido también cónsul en el 68, y había desarrollado su carrera política con Nerón (54-68) y Vespasiano (69-79); sería precisamente durante el imperio del segundo cuando Trajano participaría en las exitosas empresas militares de su progenitor en Palestina, Siria y el limes renano.
Debido a todo ello, cuando a los pocos meses de la designación de Trajano falleció Nerva, víctima de una neumonía (concretamente el 27 de enero del 98), el general hispano pudo sucederle sin ninguna dificultad y se convirtió así en el primer emperador de origen no itálico. El nuevo princeps a sus cuarenta y cinco años contaba con una excelente capacidad de mando militar y una amplia experiencia de gobierno, motivo por el cual estaba sobradamente preparado para administrar de la manera más correcta el imperio, al tiempo que conduciría con toda probabilidad a sus ejércitos por la senda de la victoria.
El único inconveniente que se produjo tras la muerte de Nerva fue que el nuevo emperador se hallaba en Colonia, en la Germania Superior, ocupado en los quehaceres propios de su cargo como legado. Debido a ello, Trajano no pudo dirigirse a Roma hasta finales del año 98, o incluso puede que bien avanzado el 99, una vez que la seguridad en los limes renano y danubiano quedaba garantizada en su ausencia. Ejemplos de las actuaciones que llevaría a cabo en este sentido los constituyen su avance en el territorio dominado por la tribu germánica de los hermunduros, el desarrollo que promovió de las redes de comunicación en los Agri Decumates —área que se conoce en la actualidad como Selva Negra— o la fundación en Germania de varios asentamientos romanos.
No obstante, mientras tanto, el gobierno favorable del Senado aseguró en la capital el mantenimiento del status quo , con lo que la traumática transición en el gobierno imperial que hubiera podido tener lugar —fenómeno este que no era infrecuente en el Imperio romano— no se presentaría en esta ocasión. El nuevo Augusto se mostraría sumamente agradecido al Senado por la fidelidad mostrada e iniciaría con ello un principado marcado por sus excelentes relaciones con este órgano de gobierno. Ello no significa que Trajano no se mostrara como un emperador autoritario; que, si bien exhibía su respeto hacia los senadores, sometiendo a consulta cualquier decisión política de peso, no admitía discusión sobre ellas, y así la función de gobierno del Senado quedaba relegada únicamente a la sanción favorable de este tipo de determinaciones. En este contexto, para tener todavía más de su parte al Senado, nada más entrar en Roma realizó la promesa de no emplear la prerrogativa imperial de la Lex Iulia Maiestatis —ley Julia de lesa majestad—, en vigor durante la dinastía Julio-Claudia, que permitía juzgar y condenar las ofensas contra el emperador. Esta herramienta había permitido a sus antecesores en el trono anteriores a Nerva deshacerse de aquellos políticos que pudieran resultar un estorbo. Del mismo modo que ya hiciera Nerva, estableció que fuera el Senado el órgano encargado de juzgar a sus propios miembros.
A pesar de todo lo anterior, y en resumidas cuentas, el nuevo emperador gobernaría siempre con mano de hierro, sin ver recortado su poder a costa de ceder una parte del mismo a los senadores. Por esa época, es sabido que siempre que Trajano se encontraba en la capital participaba en las sesiones del Senado, aunque el imperio caminaba ya por entonces por la senda del poder absoluto del princeps —príncipe en castellano—. Este principado acabaría dando lugar años más tarde a lo que la historiografía denomina Dominado —del latín dominus , en castellano ‘señor’—, que constituye un período histórico en el que el emperador romano dirigía ya el Estado como un auténtico monarca, y el cargo de senador quedaba relegado a un mero título honorífico.
Un ejemplo más de la política de buena sintonía de Trajano con el Senado lo constituye el hecho de que, si bien la clase senatorial continuaba perdiendo poder político, el emperador trató de contentar a su miembros individualmente, dando continuidad a que ejercieran el alto mando de las legiones al tiempo que les permitía copar los puestos más destacados de la administración imperial. Esta función la desempeñarían junto a los miembros del siguiente escalón nobiliario, es decir, los equites o caballeros, comenzando a desplazar así a los libertos, que eran los funcionarios imperiales tradicionales desde época de Claudio (41-54). Así, el emperador demostraba que continuaba favoreciendo a las clases altas de la sociedad sin que por ello la plebe resultara perjudicada, como comprobaremos en breve.
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