Sicilia Nostra
Crónica de Cosa Nostra desde la liberación de Sicilia hasta la muerte de “Totò” Riina (1943 – 2017)
Alberto Ausín Ciruelos
Copyright © 2019 Alberto Ausín Ciruelos
Imagen, diseño y maquetación de la portada Copyright © 2019 MK.
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DEDICATORIA
A todas las víctimas de la mafia. A los hombres y mujeres que han dedicado y dedican sus vidas a luchar contra el crimen organizado.
CONTENIDO
Prólogo | Pág. 1 |
| La liberación de un monstruo | Pág. 3 |
| Vidas de posguerra | Pág. 13 |
| Viejas leyendas | Pág. 20 |
| Organizando el crimen organizado | Pág. 27 |
| La prosperidad y sus consecuencias | Pág. 33 |
| Bombas y rascacielos | Pág. 42 |
| De golpes y billetes | Pág. 47 |
| Sucios juegos de poder | Pág. 54 |
| El embajador del terror Jaque al estado Ondas de radio y muertes repentinas Sueños y pesadillas Compañeros de partido y víctimas propiciatorias Guerra, guerra, guerra Misiles de santidad El contraataque El juicio del siglo La mafia de rodillas La caída El hundimiento Siguiendo el rastro de la bestia La Italia del Renacimiento Ajustando cuentas Un extraño suicidio Corazón de León El final de una época Epílogo Fichas biográficas Sobre el autor | Pág. 61 Pág. 65 Pág. 72 Pág. 78 Pág. 82 Pág. 87 Pág. 94 Pág. 98 Pág. 107 Pág. 115 Pág. 121 Pág. 127 Pág. 132 Pág. 138 Pág. 144 Pág. 149 Pág. 154 Pág. 160 Pág. 162 Pág. 165 Pág. 205 |
PRÓLOGO
En Sicilia, cerca de Palermo, se extiende una espléndida finca rodeada por un frondoso seto de varios metros de alto. Para llegar en coche hasta el portón de entrada hay que recorrer un estrecho camino polvoriento y pedregoso. Una vez dentro, la aridez y el canto enloquecido de las chicharras dan paso a un auténtico vergel. El agua brota pura de los rumorosos caños de una fuente. Los pavos reales descansan a la sombra de los mandarinos.
Perfectamente integrados con el paisaje, guardianes armados vigilan tanto el jardín como la inmensa casa que se levanta entre los árboles frutales. La mansión, construida a mediados del siglo XIX, muestra su poderío a todo el que la visita. Sobre la escalinata de acceso cuatro columnas de mármol rosa sostienen un porche de roble cubierto de enredaderas. Los amplios ventanales del tercer piso proporcionan unas magníficas vistas al campo y la luz va bañando cada centímetro de la morada, desde que sale el sol hasta que se oculta en el Mediterráneo.
Dentro de la residencia, en un salón mal iluminado que huele a cuero y a tabaco, se han reunido en secreto cinco hombres. Uno de ellos permanece de pie frente a los otros cuatro, que lo miran fijamente en completo silencio. El solitario toma aliento, hablando después con voz profunda. Entona una letanía, un decálogo aprendido de memoria, pronunciado con parsimonia y gravedad, saboreando el peso de cada palabra.
No es posible presentarse a un amigo nuestro, si no es a través de un tercero.
Hay que respetar a las mujeres de nuestros amigos.
Está prohibido tratar con la bofia.
No se frecuentan ni tabernas ni clubes.
Hay que estar disponible en todo momento, incluso si tu mujer está a punto de dar a luz.
Hay que acudir escrupulosamente a las citas.
Hay que respetar a la propia esposa.
Cuando uno es preguntado por algo debe decir siempre la verdad.
Está prohibido apropiarse del dinero de los demás y del de las otras familias.
No puede ser uno de los nuestros el que tiene parientes en las fuerzas del orden, ni quien traiciona a sus familiares, ni aquel que se comporta como un infame, ni el que no tiene moral ni valores.
Una vez recitados los mandamientos, el hombre toma con la mano izquierda una rama de naranjo, perforando con una espina la yema del dedo índice de la derecha. Su gesto no es casual. Las densas gotas rojas brotan del dedo que apretará el gatillo, de la mano que empuñará la pistola.
Después embadurna con la sangre una talla que representa a la Virgen María. Con un encendedor le pega fuego a la figurilla, que prende enseguida. Pasándose la pequeña escultura de mano en mano, el individuo pronuncia las siguientes palabras.
Juro serle siempre fiel a Cosa Nostra. Que mi carne arda como esta estatuilla si rompo mi juramento.
Un humo denso asciende poco a poco, enredándose entre las vigas de madera del techo. Uno de los anfitriones le pide al invitado que se acerque. Por fin juntos, se besan las mejillas de forma solemne y después se abrazan, hasta que el último hombre es presentado como el cabeza de familia. El recién iniciado, el nuevo miembro de la organización secreta llamada Cosa Nostra se arrodilla, y besando la mano de su jefe supremo únicamente es capaz de decir una palabra, que sale de su boca con respeto: padrino.
1. la liberación de un monstruo
Desde el cielo parece una larga fila de orugas, una procesionaria humeante y ruidosa que se desplaza lentamente. Pero no son gusanos, sino tanques, cientos de carros de combate “M4 Sherman” de los Estados Unidos de América y Reino Unido, que esperan su turno para penetrar en las entrañas de las decenas de naves de desembarco ancladas en el puerto tunecino de Bizerta. Mientras los buques se llenan, hundiéndose y chirriando bajo el descomunal peso de los camiones, los blindados, las ambulancias, los “jeeps”, los repuestos, las municiones y los soldados, los generales George Smith Patton y Bernard Montgomery colaboran a regañadientes.
Montgomery y Patton comparten bando, el Aliado, pero se odian, no se soportan. Patton piensa que Montgomery es mejor político que militar. Cree que los británicos ansían una visibilidad que no obtienen por méritos propios en el campo de batalla, sino en los despachos. Montgomery está convencido de que Patton es tan arrogante como impulsivo, de modo que más tarde o más temprano será derrotado estrepitosamente.
A pesar de sus desavenencias, el plan del comandante en jefe de los dos generales, el también general Dwight Eisenhower, los obliga a ponerse de acuerdo. Tras casi cuatro años de guerra ha llegado el momento de penetrar en el continente europeo.
La invasión de Sicilia, nombre en código “Operación Husky”, está a punto de ponerse en marcha. Los servicios de inteligencia aliados han trabajado frenéticamente durante meses, averiguando todo lo posible sobre el terreno a conquistar. La isla objetivo es enorme, está poco poblada y las comunicaciones son complejas. Ni Patton ni Montgomery esperan demasiado de las tropas de Mussolini, pero los alemanes destacan por su disciplina y combatividad.
Descartando la idea de desembarcar en la costa occidental, el ataque definitivo tendrá lugar en el sur y el sureste de Sicilia. El plan es sencillo. Consiste en avanzar hacia el norte a marchas forzadas, tomando Messina lo antes posible, embolsando al enemigo e impidiendo que se retire a la península Itálica.
Al amanecer del 10 de julio de 1943 una impresionante flota inicia la operación anfibia más ambiciosa de la Historia. Para cuando los cañones de los acorazados empiezan a batir las defensas del Eje, martilleando las playas sin cesar, los paracaidistas estadounidenses llevan horas combatiendo. En el cielo no hay ni una nube, pero un fuerte viento racheado encrespa las olas, complicando la navegación y la aproximación a la costa. Los aviones de reconocimiento comunican las posiciones de las fuerzas enemigas, que se preparan para repeler el ataque.
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