Presentación
a chingarse bonito
Este libro que tiene en sus manos no es cualquier chingadera que se encuentre uno por ahí. No. Al contrario, es algo muy necesario en estos días porque los chinga’os, cada vez, salen más incontrolables de las bocas de los hablantes de esta preciosa tierra hasta evolucionar en frases hechas con diversos significados, tonos, matices y énfasis.
Gracias al chingamadral de variantes de sufijos que rematan la raíz ching- uno puede obtener un verbo, un adjetivo, un sustantivo o un adverbio —igual de modo, que de tiempo— combinado con lo que a uno se le ocurra para dar con expresiones chingonas que hacen que algunos se espanten y sonrojen, otros se rían entre reproche y disculpa y a los más les dé igual, porque son gente que «echa chinga’os por cualquier chingadera» y ya ni se fijan si chingan o no al prójimo.
Ya lo dice —y muy chingonamente dicho— Octavio Paz en El laberinto de la soledad, las malas palabras son «palabras prohibidas, secretas, sin contenido claro y a cuya mágica ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o sutiles de nuestras emociones o reacciones. Palabras malditas, que solo pronunciamos en voz alta cuando no somos dueños de nosotros mismos», y eso significaría lo que es lo mismo —digo yo— ¿que el mexicano nunca es dueño de sí mismo?
El fenómeno que implica el uso de chingar y sus variantes, como dice Paz, es una forma de empoderarse, de envalentonarse o de liberarse, y es que a uno no le sabe igual mandar a otro «a chingar a su madre» que mandarlo «a incomodar a su progenitora».
Por otro lado, es un hecho que el mexicano ha logrado ampliar su léxico gracias a este verbo pero a la vez, lo ha reducido por sustituir todo tipo de palabras por estas chingaderas. Y aunque el español se chingue, lo cierto es que tras proferir un «jijo de la chingada» uno se siente pleno, relajado y con la firme convicción de haber dicho y expresado sus sentimientos.
Si bien, a uno de niño le dijeron que eran malas palabras, lo amenazaron con lavarle la boca con jabón o le propinaron algún chingadazo tras un retador «chíngome yo» dicho entre dientes; cuando uno crece y se libera del yugo materno, manda todo aquello a la chingada y no nos sorprende que, a pesar de que nadie nos enseñó a usar estos términos, no hay mexicano que no entienda el sentido de alguna frase o palabra, la use o no.
La inspiración de este Chingonario nos la dio aquel diccionario El chingolés: Primer diccionario del lenguaje popular mexicano —recopilado por Pedro María de Usandizaga y Mendoza, y publicado en 1972— que fue muy bueno pero perdió vigencia hace ya un chingo de tiempo. Este homenaje, me atrevo a asegurar —¿cómo chinga’os no?— ha tratado de no dejar un chingado suelto, ni fuera a ninguna definición, además que ha logrado reunir un changuero de frases hechas con ejemplos y contextos como mi expresión favorita: ¡chin-ga-da-ma-dre! que, por supuesto, no echo así nomás, solo cuando lamento profundamente algo que mucho me chinga; pero exhaustivo no es, y sabemos que el lector encontrará algunas expresiones que no han sido incluidas y nos las hará llegar.
Por eso, le recomiendo que lea usted estas expresiones, de verdad, con énfasis y empleando la entonación adecuada y el gesto preciso, y si puede, apréndaselas de memoria. No la chingue, no sea que diga muy simplonamente y así como cualquier cosa un ¡te me vas a la chingada! como quien pide un vaso de agua. En una de esas, quién sabe, y de un chingadazo hasta descubre un nuevo uso para alguna de estas frases. No chingue: no lea en chinga ni de un jalón, mejor disfrute este libro que seguro le hará soltar un chingo de carcajadas.
Victoria García Jolly
advertencias de uso
El presente Chingonario es una obra útil que hace referencia a los diferentes usos de chingar en el habla cotidiana. El Diccionario de la Lengua Española define este término como importunar, molestar, o bien, practicar el coito; sin embargo, chingar tiene un sinfín de acepciones dependiendo del contexto en que se utilicen. Porque chingar es más que un verbo, es un concepto amplio, toda una cosmogonía que conlleva mil y un significados que lo vuelven útil, único, diferenciador, lógico, prelógico, ilógico y más.
Tal es la función de este Chingonario, que pretende mostrar los usos comunes que, en México, derivaron del verbo chingar, adjetivos, sustantivos, adverbios y otros vocablos como: chingada, chingón, chingadazo, chinguetas, chingadera, chingados, changuero, etcétera. Además de frases hechas y comunes, establecidas ya dentro del imaginario mexicano de una cultura franca, pícara, chusca, altisonante, pero sobre todo, dicharachera y muy ingeniosa.
Los editores sabemos perfectamente que usted, querido lector, al ser mexicano, además de disfrutar enormemente este libro, también encontrará nuevas frases, nuevos usos y más acepciones porque así es la lengua, y así es el chingar, cambia con el tiempo, con las costumbres y las modas, pero siempre nos acompañará.
Eufemismos
Al final de este libro, se integra una lista de eufemismos —expresión suave y decorosa que se usa para sustituir palabras que se consideran impropias y malsonantes— derivados de nuestro verbo en cuestión, pensados para aquellos tímidos que tienen ganas de echar chingados, pero que, simplemente, no se atreven. Sin embargo, recomendamos utilizarlos solo cuando, en realidad, no sea posible pronunciar en voz alta los originales; por ejemplo, cuando necesite «mandar a la fregada» a alguien y se encuentre enfrente de su abuela, de su madre, de su jefe, de su novia, y sobre todo, de su suegra.
a chingadazo limpio
Expresión que se usa cuando una persona —de preferencia hombre— está dispuesta a entrarle a los trancazos limpiamente, es decir, sin otra herramienta más que sus manos. Esta acción es propia de alguien valiente, audaz y muy chingón.
—Si nos vamos a dar en la madre que sea a chingadazo limpio.
—En plena cáscara se armó el desmadre a chingadazo limpio.
—De joven era bien peleonero y siempre se agarraba a chingadazo limpio con sus compañeritos.
a chingar a su madre
Expresión que decimos a quien ya nos ha colmado la paciencia para que, finalmente, nos deje en paz; o bien, cuando deseamos deshacernos de una persona con prontitud o para instruir a nuestros conocidos para que hagan lo propio. Para enfatizarla, puede acompañarse con un sonoro chasquido de dedos.
En una fiesta a las 2 de la mañana:
—A ver, todos: ¡a chingar a su madre!
—Los niños no pueden estar aquí, ¡a chingar a su madre!
—Bueno, y tú, ¿qué esperas para mandarlo a chingar a su madre?
a chingarse bonito
Frase imperativa que en los talleres mecánicos —aunque esto no exime a ningún tipo de empresa— enuncia, por lo general, el empleado de mayor jerarquía a uno o varios de sus subalternos, para sugerirles que trabajen intensa y esmeradamente.
—Ahora sí, cabrones: a chingarse bonito.
—Puro cotorreo y bla bla bla, pues ahora a chingarse bonito.
¿a dónde chingados…?
Esta expresión puede completarse con todas las conjugaciones posibles del verbo ir: voy a ir; vas, fuiste, piensas ir; va, piensa ir, fue, irá; vamos, iremos; fueron, van, etcétera Se recurre a esta frase cuando una persona —bastante encabronada—, cercana a otra, y con la autoridad suficiente para cuestionar su comportamiento, le pregunta —a su llegada— el motivo de una ausencia más larga de lo previsto.
—¿Fuiste a ordeñar a la vaca o por qué tardaste tanto en comprar la leche? ¿A dónde chingados fuiste?
—Oye, niño, ayer llegaste a las 6 de la mañana y hoy otra vez quieres salir, ¿a dónde chingados piensas ir?