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LA NEUMONÍA QUE ENGAÑÓ A LOS NAZIS
L a Segunda Guerra Mundial está repleta de nombres de operaciones secretas de uno y otro bando. Algunas de ellas han sido llevadas en multitud de ocasiones a la gran pantalla y ya forman parte del imaginario colectivo, como por ejemplo las operaciones Barbarroja, Overlord, Bagration, Valkiria o Husky. En otros casos su denominación pone de manifiesto la imaginación de su creador, como la Operación Canto del Pájaro, Flor de los Pantanos, Trampa del Salmón, Bobadas o Ratón Mickey. Una de ellas tiene además una historia y un nombre tan enigmáticos que merece la pena recordarla, y si a esto le añadimos que tuvo por escenario a nuestro país tiene todos los ingredientes de una gran película.
Pongámonos en situación. Nos encontramos en la primavera de 1943, está a punto de llevarse a cabo una de las acciones más espectaculares de la Segunda Guerra Mundial, el primer desembarco de las fuerzas aliadas en Europa. En enero se celebró la Conferencia de Casablanca, en la cual Dwight David, Ike, Eisenhower y Winston Churchill convinieron en la necesidad de realizar la invasión en julio de ese año. Sicilia se antojaba como un punto estratégico de primer orden, era el trampolín perfecto para penetrar en el continente, puesto que desde que el general alemán Erwin Rommel había sido derrotado en el Norte de África los aliados habían establecido numerosas bases de operaciones en esta región. Los alemanes eran conscientes de que el paso de África a Italia sería inminente, y las dotaciones italianas y alemanas en Sicilia estaban en alerta permanente.
Por todo ello los aliados decidieron llevar a cabo previamente una maniobra de engaño, la Operación Mincemeat (Carne Picada), con la que pretendían convencer al alto mando alemán (OKW) de que el desembarco del grueso de la fuerza naval aliada se realizaría en Cerdeña y en las playas griegas de Kalamata, en vez de Sicilia.
Con la Operación Carne Picada había que proporcionar información falsa a los alemanes a través de un oficial que hubiese fallecido en combate. El capitán de corbeta Ewen Edward Samuel Montagu, de la Royal Navy, fue el elegido para coordinar la operación. La verdad es que su derroche de imaginación no pudo ser mayor, y Montagu no dudó en adornar la operación con todo lujo de detalles, como ahora veremos. En primer lugar empezó por crear la falsa identidad de un oficial británico, miembro del Cuartel General de Operaciones Combinadas, que supuestamente tenía que servir de enlace secreto entre el Estado Mayor inglés y el comandante de las fuerzas aliadas en el Norte de África, el general Alexander. A este correo le asignaron la identidad de «comandante William Martin», un nombre frecuente en la Marina Real.
En el maletín del comandante Martin introdujeron una misiva en la que, de forma expresa, se aludía a Cerdeña como punto del desembarco a realizar de forma inmediata. Para que la información cayera en manos enemigas el oficial debería ser víctima de un accidente aéreo sobre el mar, y el cadáver, junto con la información secreta, tendría que ser capturado por las tropas alemanas. Para aumentar la credibilidad del falso oficial, la Royal Navy inventó una extensa biografía: había nacido en Cardiff en 1907, estuvo destinado en el Cuartel de Operaciones Combinadas, tenía una novia llamada Pamela, que era funcionaria del MI5, y un número de cartilla de identidad (148228). El comandante llevaría una serie de adminículos personales consigo: juego de llaves, fotos, cartas de amor, entradas de teatro, factura de un club londinense y hasta una airada carta del Lloyds Bank con un descubierto de más de 17 libras. Todo debía ser realmente convincente.
Para que la operación fuese perfecta tan solo faltaba un «pequeño detalle», encontrar a alguien que estuviera dispuesto a hacerse pasar por William Martin y, claro está, que se «dejase matar». Un asunto verdaderamente complicado; por eso Montagu pidió ayuda a la ciencia. Contactó con el prestigioso patólogo sir Bernard Spilsbury, y este a su vez con el doctor W. Bentley Purchase, jefe del Servicio Forense de Londres, al que pertenecía el Hospital Saint Prancrass. Los dos galenos necesitaban encontrar el cadáver de un hombre joven que hubiese fallecido a consecuencia de una neumonía y que además tuviese un derrame pleural asociado, de tal forma que si los alemanes le hacían la autopsia, al encontrar líquido en sus pulmones pudiesen llegar a la conclusión de que había fallecido por ahogamiento tras caer al mar. No se tardó en localizar el cuerpo sin vida de un joven de treinta y cuatro años cuyo óbito se debió a una neumonía tras inhalar de forma accidental un raticida. Además el finado tenía derrame pleural asociado a la infección respiratoria.
Tras conseguir la autorización de la familia, el cadáver fue vestido con el uniforme de los Royal Marines (fuerzas anfibias británicas), introducido en un contenedor estanco y sellado para conservarlo en hielo seco. A continuación fue trasladado a Holy Loch (Escocia), donde se embarcó en un submarino británico HMS Seraph. El 19 de abril de 1943 el submarino se hizo a la mar rumbo a la isla de Malta. Acababa de iniciarse la Operación Carne Picada.