En Turquía oriental, al norte de la meseta de Anatolia, se encuentra el legendario monte Ararat, de 5.156 metros de altitud. En sus cumbres, entre impresionantes glaciares y picos, durante algunas temporadas puede verse bajo el hielo un misterioso y gigantesco objeto de fabricación humana y de incalculable antigüedad.
Según los numerosísimos testimonios de viajeros, historiadores y estudiosos, se trataría de los restos de la mítica Arca de Noé… ¿Existió realmente el Diluvio universal y la fabulosa Arca? Esta creencia, arraigada en culturas tan milenarias como la sumeria y la judaica, se ha fortalecido a través de dos mil años de civilización cristiana y, hoy en día, se ha convertido en un enigma que concita la atención mundial. Desde testimonios tan remotos como el de Beroso, un historiador babilonio que alrededor del año 275 a. de C. menciona a «la nave que embarrancó en Armenia» y afirma que los habitantes de aquella región «solían arrancar trozos de brea a la nave para hacerse amuletos», pasando por las referencias de Marco Polo en su libro de viajes, hasta llegar a la reciente y reveladora prueba del carbono-14 practicada al enigmático objeto, no ha dejado de acrecentarse la convicción de que, efectivamente, las amenazantes cimas del monte Ararat ocultan una de las incógnitas que más han apasionado a los hombres de todas las épocas.
En busca del Arca perdida de Noé es sin duda el libro más riguroso y documentado sobre el particular. Expone con inusual claridad y amenidad los resultados de las diversas expediciones religiosas y arqueológicas al lugar, reúne y organiza significativamente todos los testimonios y pruebas, y aporta revelaciones casi definitivas sobre su validez histórica.
Charles Berlitz
En busca del Arca perdida de Noé
Investigación en el monte Ararat
Título original: Lost Ship of Noah
Charles Berlitz, 1987
Traducción: Manuel Vázquez Tomás, 1988
Revisión: 1.0
Con mi agradecimiento a Ahmet Ali Arslan por sus fotografías y dibujos, mapas y datos relacionados con sus numerosas ascensiones al monte Ararat.
Autor
CHARLES FRAMBACH BERLITZ (Nueva York, EE.UU., 20 de noviembre de 1914 - Tamarac, Florida, EE.UU., 18 de diciembre de 2003) fue un escritor estadounidense muy conocido por sus obras sobre fenómenos paranormales, aunque también escribió sobre enseñanza de idiomas.
Su libro más famoso es Triángulo de las Bermudas, del que vendió unos veinte millones de ejemplares.
Era nieto del fundador de las academias de enseñanza de idiomas Berlitz Language Schools. Él mismo fue un gran políglota que hablaba treinta y dos idiomas. Se graduó magna cum laude en la Universidad de Yale y estuvo trece años en el ejército de Estados Unidos, principalmente en la rama de espionaje. Luego trabajó en la empresa de la familia, donde fue autor de libros con frases para turistas. También participó en la redacción de cursos de lenguaje grabados en cintas y discos.
A finales de los años sesenta vendió su compañía a la firma Crowell, Collier & Macmillan.
Notas
[1] Para ejemplificar la inesperada consideración científica de la teoría fundamentalista tantas veces proclamada, según la cual las aguas de la inundación provinieron del exterior de la Tierra en una gran nube cósmica conteniendo agua; citemos a Louis Frank, un físico de la Universidad de Iowa, quien, apoyado en su teoría por otros científicos de la misma Universidad, asegura que ello pudo haber ocurrido en algún momento del pasado. En un artículo del New York Times, en abril de 1986, el doctor Frank insinúa que el agua de los océanos terrestres no estuvo siempre ahí en sus proporciones actuales sino que, procediendo del sistema solar, ocasionó láminas de hielo y una creciente envoltura en la atmósfera. Él señala que las erupciones de agua en la Luna, el vapor de agua en la atmósfera de Venus, las áreas oscuras en los anillos de Saturno y los acantilados glaciales en las lunas de Urano denotan, entre otros ejemplos, la presencia de agua en el espacio cósmico. Aunque se haya formulado esta teoría para su aplicación a una era extremadamente remota es, no obstante, un ejemplo interesante de la frecuente similitud entre las creencias legendarias y las teorías científicas.
CAPÍTULO I
El Arca en el monte
Muy al norte de la meseta de Anatolia, en la Turquía oriental, y a pocos kilómetros de la divisoria entre Irán y URSS, surge súbitamente de la planicie una montaña. No es de las más altas del mundo (5.156 metros) pero su nombre figura desde hace mucho entre las más famosas. Durante varios milenios dicho nombre ha entrañado un mensaje para la mayoría de los pueblos del mundo…, un nombre que promete y enseña, ordena y a veces amenaza. Este nombre es Ararat.
El Ararat, cuya cumbre fuera escenario de la célebre llegada del Arca de Noé cuando se produjo el Diluvio, ha formado parte de las creencias cristianas durante casi dos mil años, de las judaicas todavía mucho más tiempo, de las babilónicas antes de eso y de las sumerias con anterioridad a que el hecho fuese una leyenda en Babilonia, cuando se daba un nombre distinto a Noé (Ut-Napishtim). La tradición musulmana ha inmortalizado a Noé (Nuh, en árabe) y su gran nave, no obstante el monte en donde ésta embarrancara, denominado Al-Judi («las alturas»), es de localización bastante incierta, pues se suele hacer referencia, indistintamente, al Ararat y a otras dos montañas del Oriente Medio. El Libro del Génesis ofrece una localización aproximada al hacer constar que «el Arca se asentó sobre los montes de Ararat», nombre que deriva de Urartu, denominación de la Armenia arcaica. Pero, según la creencia popularizada entre las naciones colindantes al Ararat así como entre casi todos los descendientes espirituales de los «pueblos del Libro» (lo cual incluye a cristianos, judíos y musulmanes), la varada del Arca tuvo lugar en el monte Ararat, quizá porque éste tuviera la altura más elevada, formidable e inaccesible entre todas las «montañas de Armenia».
Al correr de los siglos, muy diversos viajeros que, provenientes del Asia central o dirigiéndose hacia ella, desfilaron ante el monte Ararat a lomos de caballo, mula o en caravanas de camellos, señalaron la presencia de una inmensa nave próxima a la cima del monte o hablaron con nativos que aseguraban no sólo haberla visto sino también inspeccionado; estos indígenas afirmaban incluso haber cogido trozos de la brea que revestía el Arca para hacerse amuletos contra enfermedades y desastres, contra el riesgo de envenenamiento y el fracaso en los lances amorosos.
Desde principios del siglo XIX, equipos de montañeros vienen escalando el Ararat provistos con picos de escalador y demás pertrechos, cuadrantes, altímetros y diversas cámaras. Tales expediciones no han encontrado todavía en el monte ningún resto concreto ni fragmentos de naves gigantescas salvo sombras que semejan barcos debajo de los glaciares o vigas de madera empotradas en el hielo cerca de la cumbre. Cada vez parece más verosímil la idea de que el Arca pudo haberse caído o deslizado dentro de una colosal fisura y yazca congelada en uno de los varios glaciares que descienden con suma lentitud por el Ararat.