Max Weber
La pasión del pensamiento
Joachim Radkau
Primera edición en alemán, 2005
Primera edición en español, 2011
Primera edición electrónica, 2012
D. R. © 2005, Carl Hanser Verlag München Wien
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ISBN 978-607-16-1300-4
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BORRACHERAS
con el jardín»
ciencia
Porque nada tiene valor para el ser humano como tal,
si no puede hacerlo con pasión.
Debemos cuidarnos especialmente de aquellas biografías que nos ofrecen una
imagen totalmente coherente, convincente y clara de una persona... La vida no
acostumbra crear «tipos ideales»; el investigador de la verdad los requiere cuando
mucho para orientarse; él va en busca de la singularidad del carácter.
Psiquiatra HANS W. GRUHLE, «Ensayos conmemorativos en honor a Max Weber» (1923). [«Die
Selbstbiographie als Quelle historischer Erkenntnis», en Melchior Palyi (comp.),
Erinnerungsgabe für Max Weber, vol. 1, pp. 165-166.]
Los múltiples ámbitos que desde Max Weber se han dispersado, sin que la mención
ocasional de su nombre haya podido cambiar nada al respecto, constituyeron algún
día una unidad, no en un sistema, sino en un individuo. Quien logre redactar una
descripción de la vida de Max Weber que restituya esa unidad podría devolverle al
paisaje estéril de la ciencia social contemporánea algo de la magia que tuvo algún
día.
RALPH DAHRENDORF, «Max Weber und die moderne Sozialwissenschaft », en Wolfgang J. Mommsen y
Wolfgang Schwentker (comps.), Max Weber und die Zeitgenossen (WuZ), ensayos sobre la relación de Weber con otros intelectuales, p. 785.
También una vida puede ser una prueba; y para ciertas verdades probablemente sea
la única prueba.
EUGEN ROSENSTOCK-HUESSY:
« Mihiest propositum», Ja und Nein, p. 58.
Ante la cueva del león enfermo
En una fábula de Esopo, un zorro se presenta ante la cueva de un león enfermo. El león
lo llama y le pide que entre, pero el astuto zorro permanece fuera de la cueva. «¿Por qué
no entras», pregunta el león. El zorro responde: «Pues yo entraría si no viera las huellas
de muchos que han entrado, pero ninguna de uno que haya salido». En la versión de
Horacio: vestigia terrent, «las huellas aterran». La frase se ha convertido en una sentencia célebre. Weber parecía un león enfermo ante los ojos de los que presenciaban
sus padecimientos; pero desde luego no un león inofensivo. Mientras más me adentraba en el campo de la investigación de Weber, más me daba vueltas en la cabeza el vestigia
terrent. ¿Procedía de modo inteligente? Una y otra vez me asaltaban las dudas. Aquí también entraban muchas huellas, pero muy pocas salían. Hasta entonces me había
acostumbrado a moverme en el campo abierto de la investigación, en la zona exterior de
los gremios de las ciencias sociales. Weber me llevaba a su centro más íntimo, donde
todo es tan estrecho que hay que estar parado codo con codo.
Para mi consuelo, también Weber fue en su tiempo un transgresor de fronteras; su
especialidad consistía precisamente en traspasar las fronteras de las diferentes disciplinas.
Quien acuda a Weber sólo como una autoridad en su propia disciplina no podrá apreciar
esta perspectiva. Cuanto más se especializa la ciencia, más se pierde de vista el Weber
total, y vemos sólo la mitad o la cuarta parte de nuestro personaje. Incluso se puede
recurrir a «La ciencia como profesión» para justificar la propia estrechez de miras. Pero
precisamente este ensayo es un ejemplo excelente de cómo no debemos atrapar a Weber
en citas individuales, sino contemplar al hombre completo, desde los ensayos sobre la
bolsa de valores hasta las cartas de amor.
Aquí nos ocupará en especial uno de los cruces de frontera de Weber: aquel entre la
antropología y las ciencias naturales. La investigación sobre Weber no lo tomó
mayormente en cuenta y, sin embargo, tiene una enorme importancia. Señalarlo es uno
de los fines de esta biografía. Desde hace varias décadas me he movido dentro del
triángulo de la técnica, el medio ambiente y la historia de la medicina; con el correr de los
años comprobé que, a pesar del océano de la bibliografía secundaria weberiana, existía
una enorme cantidad de accesos inadvertidos a Weber; accesos que en parte convergen
unos en otros y nos permiten descubrir a un nuevo Weber. Uno de mis pasatiempos
favoritos fue navegar por el CD-ROM de las obras completas de Weber, donde de continuo
me encontraba con fragmentos de sus textos que antes había pasado por alto. A partir de
la bibliografía secundaria tampoco se pensaría que los términos «técnica» y «técnico»
aparecen nada menos que 1 145 veces en la obra weberiana, y a menudo de ninguna
manera en un sentido trivial. En mis estudios sobre el nerviosismo moderno ya había
descubierto que las cartas de Weber —y también las de Marianne— eran una mina de
hallazgos para la semántica de la «nerviosidad» de la época. Para los weberianos que
insisten en la interpretación inmanente de su obra, todo esto podrá ser meramente una
historia de indiscreciones familiares, y sin embargo, oímos incluso de parte de antiguos y
respetables expertos que las biografías weberianas se ven bloqueadas habitualmente por
el hecho de que nadie sabe con precisión cómo entender ese «padecimiento nervioso»
que cubre como una sombra la mayor parte del trabajo y la obra de Weber.
Por último, el término naturaleza y sus derivados. Según el CD-ROM aparece en la
obra de Weber nada menos que 3 583 veces. Muchas citas no nos dicen nada; otras nos
pueden parecer igualmente irrelevantes mientras se las tome en sí mismas, pero dejan de
serlo en cuanto se las ve en su contexto. El concepto de naturaleza es, según me parece,
el eslabón perdido, buscado tantas veces sin fortuna, entre la vida y la obra de Weber,
precisamente allí donde Weber riñe con la naturaleza, tanto con la externa como con la
propia. Uno no debe detenerse sólo en la palabra «naturaleza»; aun sin el término, la
naturaleza está presente. El reconocimiento de Weber de la pasión es también el
reconocimiento de una fracción de la naturaleza en el hombre; no sólo en sus reacciones
vegetativas, sino también en el pensamiento. Una de las frases centrales de «La ciencia
como profesión» dice: «Porque nada tiene valor para el ser humano como tal, si no
puede hacerlo con pasión».
«La naturaleza que ha sido tanto tiempo violada ahora comienza a vengarse»
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