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Carlos M. Madrid Casado - Laplace. La mecánica celeste

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Carlos M. Madrid Casado Laplace. La mecánica celeste

Laplace. La mecánica celeste: resumen, descripción y anotación

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PIERRE-SIMON DE LAPLACE influyó notablemente en la globalización de la ciencia y de la técnica que tuvo lugar a lo largo del siglo XIX. Con el apoyo de Napoleón dibujó las instituciones científicas de la nueva Francia posrevolucionaria y suya fue la firma al pie del decreto que hizo obligatorio el uso del sistema métrico decimal. Nadie pudo acusarle, ni entonces ni ahora, de no merecer tan alta responsabilidad: dotó a la física newtoniana de una sólida armazón matemática y sistematizó los resultados dispersos de la emergente disciplina de la probabilidad. Su éxito a la hora de modelizar los más distintos aspectos de la realidad le convenció de que todo estaba determinado: la espontaneidad y el libre albedrío no son, afirmó, sino meras ilusiones.

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CARLOS M MADRID CASADO es profesor de Estadística en la Universidad - photo 1

CARLOS M. MADRID CASADO es profesor de Estadística en la Universidad Complutense de Madrid e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno para temas de filosofía e historia de las ciencias.

1749El 23 de marzo nace Pierre-Simon de Laplace en Beaumont-en-Auge , un pequeño pueblo de Normandía, Francia.
1765Ingresa en el Colegio de Artes de la Universidad de Caen para iniciar la carrera eclesiástica, pero en 1768 abandona el colegio sin haberse ordenado sacerdote.
1769Se muda a París, bajo la tutela de D’Alembert , gracias al cual consigue un puesto de profesor de Matemáticas en la Escuela Militar de París.
1773Después de varios intentos, consigue un puesto en la Academia de Ciencias.
1783Es presentada ante la Academia Memoria sobre el calor, obra fruto de la colaboración con Lavoisier.
1784Laplace es nombrado examinador de cadetes en la escuela de artillería, lo que le permite entrar en contacto con figuras públicas en ascenso.
1785Se presenta ante la Academia Sobre las desigualdades seculares de los planetas y satélites, y al año siguiente, Teoría de Júpiter y Saturno, dos memorias con las que resuelve las anomalías en el movimiento de Júpiter y Saturno.
1787Se publica Sobre la ecuación secular de la Luna, memoria con la que resuelve la anomalía del movimiento de la Luna.
1790Laplace es nombrado miembro de la Comisión de Pesos y Medidas.
1795Laplace participa en la fundación del Instituto de Francia, de la Escuela Politécnica y de la Escuela Normal.
1796Se publica Exposición del sistema del mundo, una extensa obra en la que Laplace expone su teoría sobre la formación del sistema solar: la hipótesis nebular.
1799Se publica el primero de los cinco volúmenes del Tratado de mecánica celeste, obra en la que recopila todos los descubrimientos hechos en astronomía. Como ministro del Interior, Laplace firma el decreto que establece el Sistema Métrico Decimal.
1806Napoleón le nombra conde del Imperio.
1812Se publica Teoría analítica de las probabilidades, el libro que dio lugar al nacimiento de la teoría moderna de probabilidades.
1814Publicación de Ensayo filosófico sobre las probabilidades, ensayo en el que Laplace presenta al gran público los principios y resultados más generales de la teoría de la probabilidad sin valerse del análisis matemático.
1817Es nombrado marqués del reino de Francia.
1825Se publica el quinto y último volumen del Tratado de mecánica celeste.
1827Pierre-Simon de Laplace muere en París el 5 de marzo.

Título original: Laplace. La mecánica celeste

Carlos M. Madrid Casado, 2012

Diseño de cubierta: Skynet & Budapest

Editor digital: Skynet

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Introducción Lo que conocemos es muy poco lo que ignoramos es inmenso El - photo 2

Introducción Lo que conocemos es muy poco lo que ignoramos es inmenso El - photo 3
Introducción

«Lo que conocemos es muy poco; lo que ignoramos es inmenso… El hombre solo persigue quimeras». Estas fueron las últimas palabras de Pierre-Simon de Laplace poco antes de expirar a las nueve horas del lunes 5 de marzo de 1827. Exactamente en el mismo mes y en el mismo año, un siglo después, en que murió Isaac Newton, quien falleció el lunes 20 de marzo de 1727. Curiosamente, poco antes de su muerte, Newton pronunció palabras similares: «Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano».

Frecuentemente llamado el Newton de Francia, Pierre-Simon de Laplace (1749-1827) fue el científico por excelencia de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Este habilidoso matemático completó la mecánica de Newton, demostró la estabilidad del sistema solar y ofreció una sugerente hipótesis sobre su origen. Fundó la teoría matemática de la probabilidad y postuló una visión determinista del universo. Y junto a Lavoisier y otros jóvenes discípulos, realizó contribuciones decisivas a la química y a la física matemática.

Pero, ¿quién fue realmente el marqués de Laplace? ¿Quién era ese hombre que vio nacer un mundo nuevo, que en sus setenta y ocho años de larga vida viajó al corazón de las luces, conoció a los enciclopedistas, asistió al carnaval revolucionario, compartió mesa con los jacobinos, esquivó la guillotina, examinó y trató a Napoleón, se subió al carro de los bonapartistas y, en el último momento, juró lealtad a los Borbones?

Esta obra trata de despejar esa incógnita que toda biografía supone, así como explicar lo esencial de sus múltiples e importantísimas aportaciones científicas. Contar las muchas vidas del marqués de Laplace requiere conectar su obra científica con su papel como figura social y política señera en esos años en que se abrió paso la Edad Contemporánea. A diferencia de su compatriota, François-René de Chateaubriand, Laplace nunca escribió unas Memorias de ultratumba, pero perfectamente podría haberlo hecho, porque su turbulenta vida daba para ello. Laplace aprendió a compaginar la vida doméstica con una vertiginosa carrera científica que se vio envuelta en los grandes acontecimientos políticos y sociales que le tocó presenciar y en los que participó activamente: el derrumbe del Antiguo Régimen, los frenéticos vaivenes de la Revolución, el ascenso y la caída del Imperio napoleónico y, finalmente, la Restauración borbónica.

Por desgracia, aún persiste en la historia de la ciencia la tendencia a considerar el tiempo que dista entre Newton y Einstein como un período de relativa calma, en el que los científicos de la talla de Laplace se dedicaron meramente a perfeccionar la mecánica newtoniana, antes de que el electromagnetismo hiciera su aparición y la teoría de la relatividad lo trastocara todo. Sin embargo, este libro pretende añadir una cierta dosis de inestabilidad a ese remanso de aguas tranquilas que se pretende fue el ambiente científico de esos siglos, el XVIII y el XIX, quiere retratar a personas vivas, inmersas en sus fórmulas y laboratorios, apasionadas, cargadas de instrumentos, impregnadas de saber práctico y estrechamente vinculadas a un medio social y político amplio y vibrante. En lugar de una pálida y exangüe ciencia, se quiere mostrar que la ciencia que le tocó vivir a Laplace tiene historia, flexibilidad, sangre, en suma.

El marqués fue mucho más que el símbolo de una gloriosa pero tranquila época científica. Destinado por sus padres a ser un vulgar cura de provincias, Laplace se convirtió en un académico precoz en el París de la Ilustración, popularizó la ciencia durante la Revolución francesa, extendió el uso del Sistema Métrico Decimal, renovó las instituciones docentes imperantes en Francia, fue ministro del Interior y ocupó cargos y dignidades desde los que trazó la política científica francesa para toda una generación, precisamente la que desarrolló y modernizó múltiples disciplinas científicas, perfeccionando el método científico —experimentación, modelización, revisión— hasta sus últimas consecuencias y haciendo, en definitiva, de la ciencia un pilar fundamental del nuevo orden social.

La ciencia moderna comenzó con Galileo y Newton en el siglo XVII. Pero hasta finales del XVIII y comienzos del XIX no se convirtió en un factor determinante en la vida cotidiana. Junto con otros científicos, también protagonistas en esta obra (D’Alembert, Condorcet, Carnot, Monge, Fourier, etc.), Laplace contribuyó a que la ciencia comenzara a dejar su huella en los pensamientos y las costumbres de los hombres corrientes, de manera que esos doscientos años de cultura científica transcurridos han resultado más explosivos que cinco mil años de cultura precientífica. No en vano, comentando las obras de Laplace, Napoleón llegó a escribir que contribuían a la renovación de la nación, porque «el progreso y el perfeccionamiento de las matemáticas están íntimamente ligados con la prosperidad del Estado».

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