Prólogo
La Historia está generalmente escrita por los vencedores. Son ellos quienes tienen usualmente el privilegio de interpretar los acontecimientos, relatarlos y registrarlos para las generaciones venideras. Los vencidos perecieron en el intento, fueron traicionados, esclavizados o simplemente no contaron con recurso alguno que les permitiera explicar su versión de los hechos.
Mucho se ha escrito sobre el Imperio romano, sobre el poder, los enormes avances científicos, arquitectónicos, o las increíbles obras de ingeniería. Sobre un modelo de vida desconocido para la humanidad hasta esta etapa del desarrollo intelectual, político y social. También sobre el circo, el coliseo o los gladiadores, estas formas de distracción del pueblo tantas veces comparadas con encuentros populares de la actualidad. La Pax Romana y el perfeccionamiento y la innovación en estrategias militares estuvieron siempre acompañados de la expansión y la conquista de nuevos territorios, ya que fueron parte inseparable de la esencia del Imperio romano. Sin embargo, después de siglos de florecimiento económico y expansión territorial, la institución imperial comenzó a debilitarse, sus emperadores descuidaron la protección de las fronteras, y la corrupción de los mandatarios generó descontento en la población y la desmoralización de las tropas, eventos que propiciaron la caída de Roma, aunque sino después de setecientos años, de luchas en un período en el que los bárbaros amenazaron la estabilidad del Imperio y consiguieron elevar sus voces en la búsqueda de libertad.
Según el diccionario de la RAE, la primera acepción a la palabra «bárbaro» es: «Persona de alguno de los pueblos que desde el siglo V invadieron el Imperio romano y se fueron extendiendo por la mayor parte de Europa», obviando, en esta definición, el hecho de que en algunos casos eran los romanos los invasores de tierras de las que se habían apoderado en el afán expansivo de su conquista. La definición de «bárbaro» también está vinculada a «fiero, cruel» en la tercera acepción o «inculto, grosero» en la quinta. Todas ellas connotaciones negativas que han acompañado a los relatos de estos setecientos años de historia. Los bárbaros estaban indudablemente caracterizados por un nivel social y cultural inferior al romano, aunque sus tácticas y estrategias militares causaron miles de decenas de muertes en batalla.
Los romanos consideraban a los bárbaros seres inferiores que merecían ser tratados como tales. Por ello fueron sistemáticamente sometidos a humillaciones y abusos y, en muchos casos, convertidos en esclavos o vendidos como mercancías, sus mujeres violadas y torturadas, sus hijas secuestradas o asesinadas. Cada extensión territorial de Roma aumentaba su poder e influencia, y le permitía mantener el ritmo de crecimiento político y económico gracias a la anexión de tierras y riqueza, plata y cultivos.
En el libro que usted tiene ahora en sus manos podrá leer en mayor detalle la historia de Espartaco, el gladiador romano que amenazó al Imperio junto a otros setenta luchadores; la de Viriato, un estratega que trató de vengar el genocidio de treinta mil hombres; o Boudica, la mujer que lideró la lucha contra los romanos después de que éstos traicionaran el tratado de paz que ella y su marido habían conseguido para su pueblo; también la de Aníbal, uno de los más grandes estrategas militares de la Historia, o la historia de Arminio o Fritigerno.
La publicación de este volumen ha estado inspirada en el estreno, en canal HISTORIA , de nuestra superproducción Bárbaros: El despertar , y deseamos completar aquí esa visión diferente e innovadora de una parte menos conocida de la Historia, que le lleve a ponerse en la piel del vencido, para despertar en usted una nueva forma de interpretar los acontecimientos.
Quisiera agradecer una vez más a Antonio Lerma y Raquel Martín su trabajo en el desarrollo de esta publicación. También a todos los miembros del equipo de HISTORIA que, gracias al cuidado en el detalle, consiguen que cada día nuestra marca mantenga el liderazgo absoluto en el segmento documental en nuestro país, pero especialmente a Esther Vivas, por fomentar nuestra presencia editorial a partir de la audiovisual. Permítame que me extienda para expresar mi gratitud a Penguin Random House, por publicar el octavo libro con HISTORIA , y en concreto a Alberto Marcos, por seguir apoyándonos en esta aventura inusual.
Muchas gracias por vernos y leernos.
Dra. C AROL I NA G ODAYOL D I SAR I O
Directora general
The History Channel Iberia
P RIMERA PARTE
¿BÁRBAROS?
¿Era Rómulo rey de unos bárbaros? Si, como dicen los griegos, todo el mundo es o griego o bárbaro, me temo que sí, fue rey de unos bárbaros. Pero si el término debe aplicarse a un modo de vida, y no sólo al lenguaje, entonces los propios griegos, a mi parecer, no son menos bárbaros que los romanos.
M ARCO T ULIO C ICERÓN ,
Sobre la República (siglo I a.C.)
Vosotros, los pocos que amáis a los bárbaros y que, a riesgo de condenaros, hacéis a veces su elogio, explicad lo que significa su nombre, examinad su conducta. ¿Podría dárseles un nombre que los caracterizara mejor que el de «bárbaros»? Pues este nombre despierta la idea de ferocidad, de crueldad, de terror.
V ÍCTOR DE V ITA ,
Historia de la persecución vándala en África (siglo V )
1
Los otros
4 de septiembre de 476. Odoacro, jefe militar de los hérulos, acaba de poner punto final al gobierno del último de los emperadores de Roma. Se trata de un niño de poco más de diez años cuyo nombre, Rómulo Augústulo, en el colmo del sarcasmo, rinde homenaje al fundador de la ciudad eterna y al primero de sus emperadores. Puede que unos días atrás, justo antes de morir aplastado por los hombres de Odoacro, su padre pensase en él. O puede que no. El comportamiento del caudillo hérulo no debería sorprender a nadie. Su paciencia se ha colmado a base de esperar un pacto para establecerse pacíficamente en el Imperio, como otras tantas tribus antes que él. Pero, incomprensiblemente, el pacto no ha llegado y Odoacro ha obrado en consecuencia. Nada parece funcionar ya en Roma, y, en apariencia, la deposición del trono de un niño no hace presagiar un gran cambio. La mayor parte de los habitantes del Imperio seguirán con su vida sin advertir nada. Sin embargo, los historiadores dirán que ésa es la fecha del fin del otrora poderoso Imperio romano y el hecho será considerado tan relevante como para situar en él el inicio de la Edad Media. Una sola palabra que lo explica todo recorre el Imperio desde hace mucho tiempo, generando un zumbido ensordecedor: «¡Bárbaros!».
El zumbido estará alimentado por las crónicas de los historiadores coetáneos, como Amiano Marcelino, y las de muchos otros siglos después hasta conformar un eco inconfundible. Es el eco de una historia sobre el fin del mundo civilizado en manos de unas tribus salvajes, casi inhumanas, de cuya mano Europa acabará sumida en una época de oscuridad. Bárbaros, bárbaros, bárbaros… Repetida como un mantra de horror, la palabra ha cabalgado en el tiempo hasta llegar a nuestros días. Pero ¿qué sabemos en realidad de esos «bárbaros»? ¿Y si su historia pudiese ser leída bajo otra luz? Quizá si, por un momento, cambiamos de lado en el campo de batalla, el nuevo panorama se convierta en algo tan revelador como sorprendente.