Este libro parte de cuestionar aseveraciones sobre la mujer que se pretenden y aceptan como “científicas” y que son en realidad paradigmas dominantes de una época. De ese modo se ha creado un sustento supuestamente científico a una determinada ideología sobre las mujeres.
El eje del trabajo de la autora es abordar cómo Freud describió e interpretó a la feminidad a partir de la ideología de su época. En dicho momento la participación de la mujer en la construcción de la sociedad y de la cultura estaba invisibilizada. En el presente, una enorme cantidad de mujeres con su accionar, parece contradecir la visión freudiana. La autora polemiza con las afirmaciones de Freud respecto a la feminidad a partir de un extenso recorrido bibliográfico, el abordaje de diferentes disciplinas, su trabajo clínico psicoanalítico con pacientes y la observación de la realidad cotidiana.
Esto la lleva a preguntarse si “la diferencia entre la visión freudiana de la feminidad y esta mujer que emerge cada vez más, ¿es sólo aparente? ¿Hay una esencia de lo femenino dada por la diferencia sexual anatómica con respecto al hombre y el efecto de sentido que indefectiblemente provocaría en el psiquismo humano? ¿Hay un ‘ser’ de la mujer que es universal, atemporal e inmutable? O, por el contrario, ¿deberíamos pensar que ese sentido es inducido y dependiente de la organización económica, social y cultural que lo produce y sospechar que se trata de una construcción naturalizada?”
LA MUJER ES UN SER HUMANO
Elba Nora Rodríguez
Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura
Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura
Diseño y D iagramación: Mariana Battaglia
La ilustración de tapa se realizó con la obra Retrato de una mujer (Valerie Neuzil), 1912 del artista Egon Schiele
Rodríguez, Elba Nora La mujer es un ser humano / Elba Nora Rodríguez. - 1a ed.. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Topía Editorial, 2016. Libro digital, EPUB - (Psicoanálisis, sociedad y cultura / Enrique Carpintero, ; 35) Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-4025-09-8 1. Psicoanálisis. 2. Género. 3. Sociedad. I. Título. CDD 150.195 |
ISBN: 978-987-4025-09-8
© Editorial Topía, Buenos Aires 2016
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LA MUJER
ES UN SER HUMANO
Elba Nora Rodríguez
Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura
A Bernardo Daniel Katz,
mi compañero, mi amor de toda la vida.
Y a nuestros hijos.
INDICE
PRÓLOGO
Este libro necesitó de un largo recorrido, que se inició con mi nacimiento y llegó hasta hoy. Transité por muchísimas experiencias para llegar a las conclusiones que aquí desarrollo (aunque no olvidemos que toda conclusión es provisoria).
En primer lugar, es importante fundamentar la utilización de la primera persona del plural a lo largo de este trabajo. Se trata de un reconocimiento a la enorme cantidad de voces que reverberaron en mí y me constituyeron. Sería injusto y falso erigirme en única autora. La realidad es otra.
Desde mis primeros pasos, todo aquello que vi y oí de mi madre quedó grabado en los engramas de mi memoria. Trabajaba como maestra, amaba su trabajo y se dedicaba con pasión a sus alumnos. Al mismo tiempo, se desempeñaba como ama de casa, madre de cuatro hijos y esposa. Era evidente que las horas del día no le bastaban para cumplir con todas las tareas y los recursos económicos no alcanzaban para pagar ningún tipo de ayuda. Mi madre corría durante todo el día, todos los días, y solía quejarse del lugar de la mujer.
Repito: “se quejaba”. Ella abominaba no haber podido elegir un compañero de baile en su juventud. Aborrecía que las mujeres tuvieran que llegar vírgenes al matrimonio si no querían ser duramente apostrofadas, o que lo femenino fuera ser “de su casa” y dedicarse a los “moñitos o puntillas”. Lo decía con rabia. Se indignaba ante el hecho de que, al volver ambos del trabajo, ella debía continuar con los quehaceres, mientras mi padre veía televisión o dormía. Para mi padre, este proceder estaba totalmente naturalizado. Su lema era: “El hombre a mandar, la mujer a obedecer”. Para mi madre, no había nada que avalar en ese dicho español. Por el contrario, ella admiraba a cada mujer luchadora que había conocido: Isadora Duncan, Marie Curie, La Pasionaria y, por supuesto, Simone de Beauvoir, y también admiraba a otras mujeres que la vida había puesto frente a sus ojos.
Mi madre nació en 1911. No está de más señalar que fue duramente condenada y acusada de masculina, castradora, descalificadora del rol del padre, entre tantas otras cosas… Cuando yo era pequeña asumí que mi madre se equivocaba. Porque lo decían mi padre y mis libros de colegio. Y porque me gustaban los moñitos, las puntillas y los vestidos primorosos de mis primas.
Con el tiempo, seguí su ejemplo, leí biografías y conocí, así, la historia de esas mujeres luchadoras e inmediatamente adherí a muchas de sus posiciones. Desde niña me gusta leer. Mis padres, ambos, eran grandes lectores. Los escritores me abrían otros mundos, otras ideas, me liberaban, me despertaban esperanzas. Aposté por las ideas revolucionarias; intuí que, al pregonar la igualdad, seguramente abarcarían a la mujer. En esto me equivoqué.
Por otras razones, que no viene al caso detallar aquí, comencé a buscar un padre para adoptarlo. Primero me encontré con Freud, después con Lacan. No advertí la conexión íntima que había entre sus teorías de la sexualidad y el lugar del padre (patriarca). Aún no había pensado el lazo existente entre el autoritarismo y el trato a la mujer. Algunas notas de este sistema instituido me sonaban mal pero no tenían nombre para mí. Al progresar en mis estudios y en mi pensamiento, lo descubrí: patriarcalismo.
Como docente universitaria y de posgrado aprendí mucho. Asimismo, cursé un posgrado con la idea de disciplinarme y escribir una tesis sobre la temática de este libro, pero algunos avatares de la vida se interpusieron para que la presentara en el tiempo estipulado. Hoy creo que estos obstáculos tuvieron un sentido: debía continuar ahondando y necesitaba escribir sin ningún formato preestablecido.
Sin embargo, debo reconocer que algunos capítulos de este libro fueron escritos cuando cursaba ese posgrado. Su bibliografía, así como aquella a la que accedí cuando daba clases, enriqueció mi pensamiento. Agradezco a los titulares de cátedra, porque brindaron su caudal de conocimientos generosamente; sus programas de estudio me permitieron llegar a interesantes autores. Tuve la suerte de acercarme a producciones inteligentes, sensibles, y cada una de las veces encontré algo a rescatar. Asistí a grupos de estudios, seminarios y supervisiones: acordara o disintiera, siempre aprendí.
Todo lo vivido y observado dentro y fuera del campo del psicoanálisis, en la cotidianeidad más simple, me nutrió. La clínica fue una fuente de aprendizaje muy poderosa, así como las sesiones con mis analistas, aun con los más confrontados por mí.