La derecha es enemiga del bienestar. La derecha desdeña los derechos humanos. La derecha acepta a regañadientes la democracia. La derecha es servil al Imperio. La derecha prefiere la guerra, apoya la malvada globalización, es antieuropeísta, elitista y puritana… ¿Quién no ha oído alguna de estas frases? La lista de tópicos es infinita, y forma parte de los viejos lugares comunes con los que la izquierda, desde una pretendida superioridad moral, ha atacado tradicionalmente a la derecha.
Y para desmontar esta leyenda negra, el reconocido periodista Germán Yanke emprende esta encendida defensa de la derecha liberal. Yanke refuta sistemáticamente cada una de esas acusaciones con una argumentación implacable pero impecable, y da una vuelta de tuerca a un debate ideológico tan necesario como escaso en España.
Ser de derechas sienta las bases de un credo político para convertirse en un incisivo y enérgico manifiesto que aboga por una derecha liberal sin complejos, escéptica y antidogmática, defensora de la libertad individual y emancipada por completo del fantasma del autoritarismo franquista. Y como la mejor defensa es sin duda un ataque, no salen ilesos de esta inteligente reprimenda ni los intelectuales, ni los políticos ni los ideólogos de la izquierda española. Una crítica férrea y orgullosa, afincada en un sólido edificio intelectual, que complacerá a algunos y sublevará a otros, pero a nadie dejará indiferente.
Germán Yanke
Ser de derechas
Manifiesto para desmontar una leyenda negra
ePub r1.0
Titivillus 09.08.18
Título original: Ser de derechas
Germán Yanke, 2004
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
GERMÁN YANKE GREÑO (Bilbao, Vizcaya, 21 de junio de 1955-Sopelana, Vizcaya, 14 de mayo de 2017), fue un periodista español. Era hijo de padre checo. Licenciado en Derecho y Periodismo, comenzó su carrera en el diario El Correo de Bilbao como corresponsal en La Haya.
Hasta 2000 fue subdirector del diario El Mundo en la edición del País Vasco que dirigía Melchor Miralles. También ocupó los cargos de director de la revista Época entre 2000 y 2002, y de director adjunto del programa radiofónico La Linterna de Cope.
En abril de 2004 fue contratado por la cadena autonómica madrileña Telemadrid para dirigir y presentar Telenoticias 2. A partir de septiembre de ese año pasó a hacerse cargo de un nuevo espacio de noticias, Diario de la noche, con un estilo periodístico más personal, en el que se compaginaba información con opinión y entrevistas. La relación de Yanke con la cadena se mantuvo hasta octubre de 2006, momento en que los directivos de la misma tomaron la decisión de prescindir de Pablo Sebastián, uno de sus colaboradores en el informativo nocturno. El periodista dimitió entonces de su cargo y abandonó Telemadrid alegando «intromisión por motivos políticos en su trabajo». Fue sustituido unos meses después por el escritor Fernando Sánchez Dragó.
Desde principios de 2007 firmaba una columna en el diario ABC y del periódico en la red Estrella Digital.
En septiembre de 2010, Ernesto Sáenz de Buruaga lo fichó para la tertulia matinal de Así son las mañanas, en la Cadena COPE. También colaboró en los programas La Tuerka y Fort Apache, presentados por Pablo Iglesias Turrión. Colaboró esporádicamente entre 2011 y 2013 en Al rojo vivo y La Sexta Noche, ambos de La Sexta.
Yanke falleció el 14 de mayo de 2017 a los 61 años, por insuficiencia respiratoria. Su salud era delicada desde que fuera víctima de un infarto cerebral en agosto de 2013.
PRÓLOGO
LO QUE PIENSA LA DERECHA QUE PIENSA
I. Libertad, Igualdad, Propiedad
Este libro de Germán Yanke es una síntesis sencillamente extraordinaria —la mejor que yo conozco en estos momentos— de lo que piensa la derecha liberal acerca de sí misma, de las otras derechas, de las izquierdas y del mundo que nos toca vivir en los comienzos del siglo XXI, ése que a efectos políticos comienza con la masacre de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. No es un libro particularmente español ni sólo para españoles, aunque desde aquí está escrito y pensado, sino que en estos tiempos de crisis (si algún tiempo no lo fuera) plantea las grandes cuestiones teóricas y prácticas que los liberales, —en el sentido español y europeo del término—, creemos que la Humanidad ha sabido afrontar con cierto éxito a lo largo de los siglos. Y que en el siglo XIX sintetizaron en una tríada famosa: Libertad, Igualdad, Propiedad.
Libertad, obviamente, individual, porque no hay otra. Los liberales no creemos en esas fantasías tribales de «la libertad de los pueblos» ni en los «derechos colectivos», arrendados siempre a un déspota que los gestiona indefinidamente, llámese Lenin, Stalin, Hitler o Fidel Castro, sino en la protección del individuo frente los abusos de los poderosos, sean del género maleante, mañoso o monopolista, sean del género despótico que habitualmente producen el Estado, el Gobierno y la Administración a través de cualquier tipejo provisto de un cargo público, un mandato electoral o un galón cualquiera. Como algunas religiones, singularmente la cristiana que está en los orígenes de las instituciones de libertad desarrolladas en Europa y América a lo largo de los siglos, los liberales creemos en la dignidad del ser humano, uno por uno, pero sabemos también por secular experiencia que la naturaleza humana puede ser inhumana, que lo propio de nuestra especie es abusar del Poder cuando lo tiene, sobre todo cuando tiene mucho, de ahí que nuestro principio básico es el de proteger la libertad personal.
Igualdad ante la ley, precisamente porque los liberales no somos anarquistas y propugnamos la necesidad del Estado, pero con límites precisos y siempre dentro de una legalidad cuya raíz moral e intemporal encuentran muchos en el Derecho Natural y el Derecho de Gentes y cuyas normas —entendemos nosotros— deben estar al alcance de todos y a todos servir por igual. Igualdad ante la ley, sí, porque los liberales aceptamos que los humanos somos distintos, radicalmente desiguales, pero con el mismo derecho a «la búsqueda de la felicidad», es decir, a labrar nuestro propio destino sin que otros lo decidan por nosotros. Por eso entendemos que la Ley, respaldada por una fuerza proporcionada y legítima, debería ser el ámbito natural de las relaciones humanas civilizadas. Y que cuando las circunstancias requieran el uso de la violencia o incluso de la guerra contra los que quieren atropellar la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos, hasta el uso de la fuerza debe estar siempre bajo la Ley.
Esto no quiere decir, obviamente, que cualquier ley sea aceptable para un liberal, antes al contrario: debe rechazarse y combatirse, a ser posible de forma pacífica, cuando de forma inmoral o ilegítima promueve, protege o favorece la tiranía y la opresión. En este libro de Germán Yanke se plantean los casos más candentes y debatidos —singularmente en la guerra contra el terrorismo— que hoy debe afrontar el mundo. Siempre desde esa perspectiva de la derecha liberal que Germán Yanke hace suya o que nosotros hacemos nuestra al leerlo, porque pocas veces se ha explicado con tal nitidez, lo que queda claro es que no hay ley por encima de la moral, o lo que es lo mismo: que el sentido moral no puede estar ausente de la legalidad y de la fuerza en que se sustenta. Los liberales no creemos que las leyes estén bien en sí o bien para siempre, puesto que entendemos la falibilidad esencial del ser humano y el carácter de prueba de la idea ante la realidad que reviste cualquier fórmula legal, pero sí que lo propio del ser humano es tener derechos, y que eso, desde Roma, equivale a tener Derecho y buscar el continuo perfeccionamiento de la ley en su aplicación a los hechos concretos que la motivan. Y también creemos que un régimen político es inaceptable si admite, tolera o acepta la existencia de poderes fácticos, personales o institucionales, por encima de la propia Ley.