De la crisis de la Restauración (1898), a la crisis del Estado de partidos (2015)
Prólogo a la segunda edición
La primera edición de este libro se publicó a mediados de 2005, prácticamente un año después de la inesperada derrota electoral del Partido Popular en las elecciones de marzo de 2004 y del inicio de lo que podríamos denominar el «momento» Rodríguez Zapatero, hechos ambos que provocaron un indudable impacto en el conjunto de la sociedad española en general y de las derechas en particular.
El libro no tuvo mala acogida en los medios de comunicación. Fue seleccionado como uno de los mejores libros del año por El Cultural. El silencio fue la respuesta. Y es que el impulsivo José María Aznar, mal aconsejado por sus mentores intelectuales, había preferido el mediocre Manuel Azaña al excelso filósofo de la razón vital.
El ensayista José María Marco lo calificaba de obra «sintética, informativa y útil». «De esto se deduce que la derecha en contra de lo que tantas veces se ha dicho, se ha esforzado por articular una posición ideológica, por elevar una crítica consistente y actualizada de la modernidad y también por fundamentar los presupuestos de su acción política». «No es algo tan común —continuaba— como parece, y merece ser resaltado frente a la estulticia tradicional de una izquierda empeñada en negar la existencia de una inteligencia de derechas». No obstante, me reprochaba el haber «cargado demasiado las tintas» en la crítica a la Restauración y en la vertiente «autoritaria y antidemocrática» de las derechas durante el período de la II República. «Lo mismo ocurrió —señalaba— durante el franquismo. La Transición no se habría hecho jamás sin una derecha que supo preservar, a pesar de todo lo ocurrido, el respeto a ciertos derechos y libertades». Algo que, por otra parte, yo nunca he negado. En mi opinión, la sociedad española en su conjunto no pudo generar un Estado de partidos o, si se quiere, una democracia liberal, mínimamente sólidos hasta muy entrados los años sesenta del pasado siglo. Ni la derecha ni la izquierda eran entonces democráticas. E incluso el liberalismo izquierdista de un Manuel Azaña, no digamos el socialismo de Francisco Largo Caballero, tenía un claro perfil autoritario y constructivista.
A José María Lassalle, hombre del Partido Popular y futuro secretario de Estado en el gobierno presidido por Mariano Rajoy Brey, admirador de Locke, Burke, Kelsen y Bobbio, y, al mismo tiempo, detractor de Voegelin y Schmitt, le pareció «un trabajo bien documentado sobre las distintas familias de la derecha». Como hombre de partido, valoraba muy positivamente el período en que José María Aznar López triunfó en las elecciones de 1996 y logró posteriormente la mayoría absoluta en 2000: «Es evidente que en ello influyó la buena gestión económica. Pero no es menos cierto que la centralidad y moderación de los mensajes políticos, emitidos por sus líderes, contribuyeron a aquella mayoría y, sobre todo, a dar forma a una hegemonía electoral dentro de las derechas que, a pesar de la derrota cosechada en las elecciones de 2004, sigue inalterada por mucho que los cantos de sirena de los que el autor denomina “exiliados en la patria” permanezcan agazapados». Un comentario superficial, porque, en el fondo, el autor no deseaba entrar en el argumento principal de la obra, es decir, las razones de la indigencia intelectual del Partido Popular en particular y de las derechas españolas en general.
Los católicos estuvieron divididos a la hora de valorar el contenido del libro. Mientras Víctor Fernández Santos, desde Religión y Cultura, recomendaba su lectura, porque «ahonda en matices, concretiza hechos, desarrolla sistemáticamente todo el acontecer histórico con un proceder, a mi modo de ver, objetivo». Por mi parte, he de dejar claro que yo nunca he atacado a la Iglesia católica; y que tampoco he minusvalorado su doctrina social. Lo que he sostenido en este libro y en otros, y sigo sosteniendo, es que el catolicismo español, de profunda raigambre antimodernista, bloqueó eficazmente la aparición y consolidación en la sociedad española de doctrinas y proyectos políticos como el idealismo, el liberalismo, el positivismo, el darwinismo social, el fascismo o el nacionalismo integral. Nada más; es un hecho, no un juicio de valor.
Por su parte, Carlos Martínez-Cava Mesa se hacía eco, desde una perspectiva ideológica distinta, de mi denuncia de la ausencia en España de un debate político-intelectual en torno al tema de la «memoria histórica», es decir, sobre la guerra civil y el régimen de Franco. A su entender, el «Debate de los Historiadores» ocurrido en Alemania a lo largo de los años ochenta y noventa del pasado siglo ya se había iniciado en España con las polémicas de Pío Moa y César Vidal contra los historiadores de izquierdas. Mi opinión es la antípoda: tanto Pío Moa como César Vidal hicieron imposible, bloquearon, ese necesario debate histórico-político.
El filósofo Gustavo Bueno señalaba que en mi libro intentaba tomar como «seña de identidad de la derecha su carácter conservador, pero sin dar parámetros precisos de este concepto». Por mi parte, creí dar respuesta a esa problemática, a partir del concepto de «visión trágica», tomado de Thomas Sowell.
En estos análisis y críticas, estaba presente, en mayor o menor medida, el conjunto de las derechas españolas. No así la izquierda historiográfica, que no entró en debate alguno con mis tesis. Quizás porque la mayoría de sus representantes estiman que pensamiento político y derechas españolas son términos antagónicos. Sin embargo, sigo esperando que algún historiador de esa tendencia se decida algún día a escribir una Historia de las izquierdas españolas. De la Ilustración a nuestros días. Una empresa que si se hace con un mínimo de objetividad y de espíritu crítico, sería todo un acontecimiento cultural. No obstante, tengo la sospecha de que tal obra tardará en salir a la luz. Y es que las izquierdas españolas hace tiempo que son incapaces de asumir su propia historia. Como dijo hace ya muchos años, uno de los representantes del progresismo cultural en España, Josep Maria Castellet: «No había en la España del 36, ni lo hubo en la del 14 ni lo ha habido en la del 98, un auténtico pensamiento revolucionario con proyección cultural. La debilidad ideológica de la izquierda española era una enfermedad crónica, que todavía hoy no se ha podido superar».
«Nada envejece tan pronto como un libro de historia», decía, y con razón, Marcelino Menéndez Pelayo. Esperemos que ahora no sea así; y que la sociedad española recupere la unidad, la calidad, la dignidad y el desarrollo.
Madrid, enero-febrero de 2016.
«Lo mejor de 2005», El Cultural, 29-XII-2005 y 4-I-2006.
«Inmovilistas o regeneracionistas», ABC, 28-VII-2005.
El Cultural, 15-IX-2005.
«Las banderías de la derecha», ABC, 20-XII-2007.
Ángel Vivas, «Entrevista a Pedro Carlos González Cuevas», Revista de Occidente, n.º 293, octubre 2005, p. 122.
«Algo más que arqueología», La Ilustración Liberal, 24-XI-2005.
«La derecha a examen», ABC de las Artes y las Letras, 8-14-X-2005.
Religión y Cultura, marzo 2005, p. 1075.
Análisis Digital, 30-XI-2006.
Aportes, n.º 63, XXII, 2007, pp. 132-133.