PREFACIO
El deseo más intenso y más profundo del hombre es el de alcanzar la felicidad ... También la economía tiende a este fin, al cual está subordinada como medium ad finem . Por tanto, la economía no puede, como algunos han creído, consistir en la búsqueda y en la doctrina de los medios adecuados para aumentar la producción, sino que es útil que se interese por la producción en cuanto que esta puede aumentar la posibilidad de que los hombres vivan felices.
R. M ICHELS , Economia e felicità , 1918
En esta segunda edición, he querido revisar profundamente mi obra para reflejar los enormes cambios que se han producido en el siglo XXI y la aparición de una nueva generación de estudios que han situado la historia europea —y no solo la económica— en un contexto más internacional. Si hasta el siglo XX se daba por supuesto que, desde el punto de vista del progreso económico, la historia de Europa —y la de sus apéndices de éxito fuera de su territorio, como es el caso de Estados Unidos— era la única relevante, hoy en día, cuando todo el mundo participa en el proceso de desarrollo, están surgiendo numerosas preguntas nuevas en relación con el futuro, que nos han obligado a realizar investigaciones diferentes acerca del pasado. Por ejemplo, se ha prestado una atención muy especial a explicar por qué la revolución industrial no se produjo ni en Asia ni en el mundo islámico, tema este al que dedicaré los dos primeros capítulos, que son nuevos prácticamente en su totalidad. A ellos les sigue la parte más importante de la obra, centrada, como ocurría ya en la primera edición, en explicar las estructuras que han permitido el desarrollo económico europeo, que sigue siendo el elemento fundamental de los cambios que han tenido lugar en todo el planeta. A estos capítulos les he añadido referencias bibliográficas e interpretaciones más recientes.
Los efectos de las dos guerras mundiales y del crac de 1929 se han revisado desde la perspectiva del actual período de inestabilidad y crisis, y, en lugar de aparecer de forma aislada en la parte central de la obra, figuran ahora como parte del funcionamiento cíclico de las economías, tema este que parecía estar superado a finales del siglo XX , pero que hoy vuelve a captar el interés de los investigadores más atentos y merece contar con un capítulo específico (en concreto, el 17). Por último, la desaparición de la Unión Soviética, que en la edición anterior se mencionaba solo de pasada, y el imparable desarrollo de Asia han dado lugar a un análisis específico en el capítulo 16.
Al igual que la edición anterior, este volumen es intencionadamente conciso en lo que se refiere a la información acerca de los hechos. En un mundo ya informatizado, estamos acostumbrados a buscar información adicional de todo tipo a través de los medios, así que al libro de texto lo que se le pide, sobre todo, son conceptos e interpretaciones. El planteamiento de esta obra es, pues, conceptual e interpretativo, aunque no omite del todo la periodización cronológica. También me he inclinado por lo esencial porque nunca me ha gustado la histoire événementielle y creo que los detalles no interesan más que a los especialistas; en el texto, de todos modos, se hace referencia, en abundantes notas, a las conclusiones de la literatura más reciente, para todos aquellos que deseen profundizar en algún aspecto de lo tratado. En cambio, considero de suma importancia mostrar a los jóvenes y al lector no especialista el significado de los grandes movimientos de la economía mundial que nos han traído a la situación actual, caracterizada por una esperanza de vida y unos niveles de consumo incomparablemente superiores a los de la civilización agraria, pero que sigue teniendo numerosos retos pendientes. Entre ellos, el más importante es extender los beneficios del progreso económico a los miles de millones de personas que todavía están fuera de él. Este volumen no se ocupa de tales desafíos, sino de la reconstrucción del hilo lógico y cronológico que ha seguido la dinámica del progreso económico en el mundo y de las principales formas que ha adoptado este progreso, para que se conozcan mejor sus premisas, sus límites y la dirección de su marcha.
La obra contiene una tesis que constituye también la estructura expositiva y justifica el título, tesis que puede resumirse del modo que sigue: la revolución industrial, con la que comienza la transformación económica y social del mundo, no podía nacer más que en Europa, donde se había consolidado una concepción del ser humano de origen cristiano, que, al tiempo que exaltaba la libertad, limitaba el poder sobre los demás humanos a través del ejercicio de la justicia y la fraternidad. Efectivamente, una concepción como esta es la única que deja el campo libre para que se ponga de manifiesto la competencia , el resorte del progreso: el ser humano debe ser libre para expresar su creatividad y su talento, pero nunca para alcanzar posiciones de poder absoluto que anulen la libertad de los demás humanos. Así fue como, tras el surgimiento de la industrialización en Gran Bretaña, se asistió a su gran difusión por aquella Europa que compartía tal visión del ser humano y de la sociedad —aunque no todos los países europeos participaran con la misma intensidad— y, posteriormente, más allá de Europa, en los asentamientos europeos y en el resto de lugares que, empezando por Japón, adoptaron el modelo del proceso de industrialización europea, a pesar de que en ellos se partiera de culturas diferentes.
Sin embargo, el celo con el que los estados europeos protegieron la libertad provocó una conflictividad endémica, que fue el alto precio que hubo que pagar por disfrutar de un progreso económico basado en la libertad. Europa no comprendió que, a la larga, aquella conflictividad sería enemiga del progreso, porque la guerra interrumpe esa acumulación de capital físico, humano y social que es estratégica para el progreso en sí, sobre todo cuanto más avanzados están, desde el punto de vista tecnológico, los instrumentos que se utilizan para combatirla. Fue Estados Unidos quien recogió el testigo de una Europa exhausta por las contiendas, ya que su contexto, abierto y sin concentraciones de poder previamente constituidas, lo llevó muy pronto a descartar la guerra como instrumento para competir dentro de su vasto territorio, así como a crear un estado federal con el que en el siglo XX se convertiría en la mayor economía del mundo. Es por este motivo por el que el proceso de integración que se ha producido después de la segunda guerra mundial en Europa, bajo la fuerte presión americana (capítulo 15), debe entenderse como una lenta superación por parte de Europa de la pesada herencia que le había dejado la conflictividad. También es posible ejercer la libertad buscando el consenso, en lugar de la confrontación, construyendo acuerdos en lugar de muros que separen y negociando alianzas en lugar de declaraciones de guerras.