Agradecimientos
E N EL TRANSCURSO DE LA PREPARACIÓN del presente estudio recibí el generoso respaldo de diversas fuentes. La asistencia financiera de la Escuela de Graduados de la Universidad de Duke, la Fundación Tinker, la National Endowment for the Humanities y el programa Fulbright-Hays cubrieron mi trabajo de archivo en España y Sudamérica. Desde mi arribo en 1978, el Departamento de Historia y el College of Humanities de la Ohio State University me proporcionaron un amplio presupuesto en informática, asistencia con el mecanografiado de manuscritos y tiempo libre durante el trimestre de primavera de 1981, para que preparara el estudio para su publicación. El personal del Archivo General de Indias en Sevilla, la Biblioteca del Palacio Real en Madrid, el Archivo General de Simancas en Simancas; el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Nacional y la Biblioteca Municipal en Lima; el Archivo Departamental del Cuzco, el Archivo General de la Nación de Buenos Aires y el Archivo Nacional de Santiago de Chile fueron siempre corteses y serviciales. El Dr. José Antonio Calderón Quijano, de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, también me extendió su apoyo y hospitalidad durante mi estadía en dicha ciudad entre 1975 y 1976.
Me beneficié enormemente con los consejos y la ayuda de mis colegas y profesores. Jacques A. Barbier, Mansel G. Blackford, Mark A. Burkholder, Donald B. Cooper, J. H. Elliott y John J. TePaske leyeron todos el manuscrito e hicieron útiles comentarios y críticas. También me beneficié con las conversaciones que mantuve con Peter J. Bakewell, Kendall W. Brown, Brian R. Hamnett y Miles L. Wortman. Tengo un agradecimiento especial, claro está, para el Profesor John J. TePaske, quien dirigió este proyecto desde que fuera concebido como tesis doctoral, y que resultó ser una fuente incansable de estímulo, guía, apoyo y amistad. Sin embargo, todo error factual o de interpretación que aún permanezca es de mi entera responsabilidad.
Quisiera, por último, dedicarle este libro a mi familia. Tengo una inmensa deuda con ellos en este proyecto, al igual que en muchas otras cosas. Sus consejos, generosidad, confianza y amor me ayudaron a superar los muchos problemas que inevitablemente surgen al preparar una tesis doctoral y terminar una monografía. Mi esposa Anne merece una mención especial, pues ella soportó los momentos difíciles y su presencia enriqueció los momentos felices. Lo único que lamento es que mi padre, Maurice P. Andrien, no vivió lo suficiente como para ver este proyecto terminado. Puedo reconocer la deuda que tengo con las demás personas y esperar saldarla, pero jamás podré hacerlo con esta última, tan profundamente personal.
Capítulo I
La economía virreinal en transición
E L SIGLO XVII FUE UN PERIODO de transición y reajustes en la economía del virreinato peruano. Más de tres generaciones habían transcurrido desde los turbulentos años de la Conquista. Para 1600, los españoles habían sometido a la población amerindia, puesto fin a las perturbadoras guerras civiles entre los primeros conquistadores, e impuesto una gran burocracia imperial para así asegurar su dominio. Una sociedad española esencialmente completa fue transplantada al virreinato durante estos años formativos, y este variado grupo de colonizadores había sentado las bases de una próspera economía de mercado ligada a Europa. Los ricos depósitos de plata en las sierras del Perú y el Alto Perú brindaron las bases para esta economía colonial y suministraron el capital necesario para financiar sectores de apoyo como la agricultura, el pastoreo y las manufacturas. El capital de inversión fue fluyendo a estas otras empresas productivas a medida que la productividad de las vetas de plata caía y que los vínculos comerciales con España se iban debilitando. La minería continuó dominando la economía colonial, pero el desarrollo más extensivo de las industrias vinatera, textil y artesanal, juntamente con la producción de algodón, aceituna, granos, azúcar, uvas y cacao le otorgó una base económica más diversificada al virreinato. Al mismo tiempo fueron surgiendo vínculos comerciales —en bienes tanto legales como de contrabando— a lo largo de la costa sudamericana del Pacífico y que llegaban más allá, hasta la América Central, México e inclusive el Lejano Oriente. El siglo XVII fue un periodo de cambios evolutivos, de una economía de conquista y del pillaje, que tenía la minería como base, a otro orden económico más estable, autosuficiente y maduro.
Una amplia gama de factores contribuyó a estimular la demanda agregada y promover el cambio económico en el virreinato del Perú. El crecimiento de los centros urbanos y la participación más activa de los amerindios en la economía de mercado colonial produjo un alza en la demanda de los consumidores de bienes producidos localmente. Aun más, las organizaciones eclesiásticas desempeñaron un papel importante invirtiendo en tierras y extendiendo crédito a los productores locales, así como al gobierno. Este último también brindó un estímulo a la reestructuración de la economía al retener los ingresos tributarios normalmente enviados a la metrópoli y gastarlos dentro de la colonia. Al mismo tiempo, la escasez y los elevados precios causados por la recesión del tráfico atlántico animaron a los comerciantes a invertir en empresas locales, dedicarse al comercio de contrabando con Europa, o volverse al comercio en el Pacífico. Los cambios económicos debidos a estas fuerzas no promovieron ni una depresión prolongada ni tampoco una prosperidad sostenida. En efecto, el vigor de estas tendencias económicas indudablemente varió a lo largo del tiempo en cada región del virreinato, e incluso afectó de distinto modo a los grupos sociales coloniales. Dentro del virreinato, las regiones vivieron ciclos de malos tiempos y de prosperidad a lo largo del siglo. Por ejemplo, el predominio de algunas regiones involucradas en la industria minera se desvaneció claramente junto con las vetas de plata, en tanto que otras zonas alcanzaban una mayor prominencia. En conjunto, los cambios económicos internos a lo largo del siglo XVII les presentaron a las élites coloniales una nueva gama de oportunidades y de problemas.
Los cambios económicos también trajeron consigo dificultades políticas. Durante gran parte del siglo, la monarquía de los Habsburgo intentó superar una crisis fiscal sostenida, y en Madrid los funcionarios comenzaron a exigir mayores contribuciones de los gobiernos virreinales para así evitar la decadencia económica y militar de la Corona en Europa. Al mismo tiempo, en el virreinato, las élites se opusieron vigorosamente a unos impuestos más altos que amenazaban con drenar un importante capital de inversión, necesario durante este periodo de transición de una economía dominada por la minería a otra de base más diversificada. Estos cambios económicos producidos en el virreinato del Perú, juntamente con los problemas financieros del rey en Europa, llevaron a una lucha política entre el gobierno de Madrid y los magnates coloniales. Su desenlace habría de tener un impacto decisivo sobre la relación política y económica existente entre España y el virreinato peruano a lo largo del siglo XVII .
La metrópoli de la plata
Al iniciarse el siglo XVII , la economía y la sociedad virreinales giraban en torno a las minas del Perú y del Alto Perú, así como de la red comercial transatlántica que tenía su centro en Lima. Sin embargo, estas regiones económicas centrales contaban con el respaldo de una serie de empresas agrícolas, ganaderas y manufactureras en las provincias vecinas, así como en zonas más lejanas como Quito, Chile, Paraguay, Tucumán y el Río de la Plata. El eslabón clave en esta economía colonial integrada del Perú hispano lo conformaban los comerciantes de Lima. Estos emprendedores comerciantes facilitaban el intercambio de plata y otros bienes coloniales por productos europeos, abastecían a la mayor parte de los mercados del interior y, en general, controlaban gran parte de la vida comercial del Perú hispano.