Plantear la pregunta correcta para resolver un problema es tener el 50 % del problema resuelto y Santiago Armesilla plantea las preguntas correctas para poder explicar que es la política.
Sin embargo, el mérito de esta obra no reside solamente en plantear las preguntas necesarias para entender que es la política en el siglo XXI, sino que las respuestas son contestadas con solvencia, pero sin caer en la pedantería tan típica del mundo académico. Respuestas simples pero profundas. Respuestas donde vemos deslizarse la historia del pensamiento político desde Platón y Aristóteles hasta nuestros días.
Santiago Armesilla es un pensador con el que podemos acordar o disentir pero, es un pensador sagaz que no le teme a la dictadura de lo políticamente correcto como cuando se atreve a decir algo que en España nadie quiere escuchar, que desde 1990 la Unión Europea, en tanto organización supraestatal está al servicio de la Alemania reunificada. Armesilla es un intelectual agudo y valiente y, por eso su obra sobresale sobre la de cientos de intelectuales que han tratado, sin coraje alguno, de explicar que es la política en nuestro tiempo.
Sin duda estamos delante de una obra didáctica y, al mismo tiempo, profunda y de ahí su gran valor. Año tras año miles de estudiantes desfilan en las distintas facultades de Ciencia Política que se jalonan, desde Nueva York a Buenos Aires y desde Lisboa a Moscú, sin que nadie les mencione siquiera, por ejemplo, la existencia de alguna obra que pueda oponérsele seriamente a El Príncipe de Nicolás Maquiavelo. En ese sentido Armesilla rescata la obra de Federico II el Grande que escribe Antimaquiavelo o refutación del Príncipe de Maquiavelo. Y, apoyándose en Federico el Grande, Armesilla nos ilustra que lo que se entiende comúnmente como maquiavélico en sentido peyorativo (el cálculo frío, las medidas despiadadas y reprobables a nivel ético y moral) no sólo no nos aseguran conseguir el fin esperado sino que incluso pueden ser contraproducentes y, brillantemente Armesilla afirma: «Más bien, habría que decir que el fin no justifica los medios, sino que los medios determinan el fin. Por ello, la prudencia política ha de saber escoger qué medios utiliza para un determinado fin que pretende lograr porque, si se han utilizado sabiamente, determinaran la consecuencia del fin perseguido» . Y, es en ese sentido que, en esta obra que estamos presentando, Armesilla rescata el pensamiento de Federico II cuando afirma : «Dice Maquiavelo que el príncipe debe antes hacerse temer que amar de sus súbditos, porque los hombres todos sin ingratos, inconstantes, etc, etc, este es uno de sus argumentos más capciosos. Yo no niego que haya ingratos en el mundo, ni que el temor sea, en ocasiones, un agente poderoso, pero sí digo que el rey cuya política se apoya en este solo móvil reina en un pueblo de esclavos y no debe esperar acciones grandes y generosas de sus súbditos; porque todo lo que se hace por temor, lleva impreso un carácter de timidez y de bajeza. Por el contrario, el príncipe que sabe hacerse amar de su pueblo, reina verdaderamente en los corazones y ejemplos hay en la historia de grandes y heroicos hechos nacidos del amor y la felicidad».
Si reemplazamos temor por egoísmo podemos decir que la mayoría de los gobernantes del mundo dirigen hoy sus Estados pensando que el hombre es un ser egoísta y que el egoísmo es un impulso positivo. Se equivocan como se equivocaban los que gobernaron a partir del temor y, el viento de la historia los barrerá de la faz de la tierra y ni siquiera sus nombres serán recordados.
Es en ese sentido que me enorgullece que Santiago Armesilla me haya pedido que prologue su obra porque no solo La política en 100 preguntas es una obra de divulgación que responde a las cuestiones fundamentales para entender la política en nuestros días sino que, sin perder su carácter didáctico, la obra de Armesilla trasunta el viejo espíritu castellano-cervantino de querer cambiar el mundo, de querer terminar con las injusticias que hoy y ayer nos agobian. Cómo no prologar entonces esta magnífica obra destinada a formar la mente y el espíritu de las jóvenes generaciones que hoy tienen la responsabilidad de formarse para construir un futuro distinto.
Rosario, Argentina, 19 de diciembre del 2019
El primer reto implica no solo la definición del término o concepto de política, sino la definición de la idea de todo, de totalidad, sobre la que supuestamente la política, como disciplina y como acción se produce, conforma y desarrolla. Sin embargo, formular la pregunta no implica, a priori , contestarla con una afirmación («Todo es política») ni tampoco con una negación («No todo es política»). De ahí la necesidad de definir qué es el «todo» y qué relación tiene con eso que se llama política. La respuesta implica una previa ontología que permita desarrollar una gnoseología tal que nos ayude a presentar una filosofía política que, de manera sistemática, guíe las respuestas a las preguntas planteadas en el libro que comienzan ahora a leer.
Empecemos por la política. El origen de esta palabra española está en el griego clásico, en el término politikḗ ( πολιτική ), cuyo masculino es politikós ( πολιτικός ), y que en latín conforma la palabra pol ī ticus . La traducción literal sería ‘de los ciudadanos’ o ‘para los ciudadanos’. Es decir, la política es lo relacionado con la polis, donde viven los ciudadanos. La polis fue la forma de sociedad política propia del periodo histórico conocido como Antigua Grecia, surgido hacia el 1200 a. C. en la etapa conocida como Edad Oscura, tras el colapso de la civilización micénica (1600-1200 a. C.), cuyo conocimiento no podemos obtener por fuentes directas, sino por reliquias y relatos arqueológicos y artísticos. Los estados micénicos en competencia mutua (Orcómeno, Pilos, Micenas, Cnosos) vieron cómo sus economías agrícolas y artesanales degeneraban ante la impotencia de los palacios micénicos de reflotar los cultivos y el comercio. Dichos palacios eran también almacenes de productos para el Estado, y estaban dirigidos por un rey que, a su vez, era cabeza del Ejército. Diversas catástrofes naturales (incendios, posibles terremotos, descenso de la demografía, variaciones climáticas que redujeron las tierras cultivables), luchas de clases contra la aristocracia reinante de los palacios que exigían altos pagos tributarios y trabajos obligatorios, posibles invasiones de los Pueblos del Mar (de origen incierto, que atacaban civilizaciones como la micénica o aquea, la hitita o la egipcia), y la invasión —quizás legendaria— de los dorios a los pueblos micénicos explicarían su final y la llegada de la Edad Oscura. Esta edad abarcó hasta el siglo VIII a. C., cuando comienza la época arcaica, la cual finaliza hacia el siglo VI a. C. Durante la Edad Oscura, las primeras polis surgen por agregación de distintas tribus, clanes y bandas prepolíticos; grupos humanos antes vinculados en la Edad del Hierro por el oikos ( οἶκος ) o casa, y que unifican los oikos en una unidad mayor. Con dicha unificación la economía doméstica de los oikos se transforma, de facto , en economía política (aunque esta disciplina no surgiría como tal, hasta el siglo XVII d. C.), y la jerarquización y división de las tareas en el nuevo territorio conformado requirió una gestión más centralizada, pues la unificación del núcleo urbano y de su entorno rural requería un cambio radical de la vida de los sujetos que en la polis habitaban.