Director de la colección: Luis E. Íñigo Fernández
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El libro que tiene en sus manos tiene vocación de pequeño manual del liberalismo. Así dicho, se podría pensar que hay alguna connotación negativa en el término. Sin embargo, desde mi punto de vista, es todo un halago. Como profesora sé muy bien lo importante que son los manuales para la iniciación de quien llega a la universidad sin saber nada de una disciplina. Un manual es un compendio que permite al alumno consultar una cuestión puntual, o bien hacer un seguimiento sistemático de la materia. Ello implica un esfuerzo doble por parte del autor.
Por un lado, es necesario recoger lo principal, pero sin pasarse. El manual dejaría de serlo si demasiada información convirtiera su lectura en un ejercicio complicado. Tampoco cumpliría su función si el contenido fuera escaso o poco relevante.
Por otra parte, el lenguaje ha de ser asequible y atractivo. Porque los manuales son la antesala de las lecturas más profundas y especializadas. Así que tienen el mandato de saciar la curiosidad del lector y, al mismo tiempo, seducirle para que se atreva a dar un paso más en el conocimiento del tema.
El extra del presente manual es que es pequeño. No pretende ser exhaustivo, pero sí completo. Tiene la flexibilidad del utilitario: es para todos los lectores y todos los lugares.
Y para guiarnos en este recorrido por la historia del liberalismo nadie mejor que el historiador y amigo, Juan Granados, quien tiene experiencia en pilotar naves ligeras y eficientes que nos conducen por mares tranquilos y enriquecedores. Sus Breve historia de los Borbones españoles y Breve historia de Napoleón son buena muestra de ello.
En esta ocasión, el recorrido es, además, necesario. La invitación es a caminar por la historia del liberalismo y, casi, por la historia de la libertad. Porque arranca considerando el rol de la libertad como fundamento y raíz de Occidente. Ni más ni menos. Y, desde ahí, con paradas en Grecia, Roma, el Renacimiento, el liberalismo clásico británico, Francia, Alemania, las revoluciones liberales de mediados del siglo XIX , el liberalismo doctrinario, los avatares del pensamiento liberal en el siglo XX , hasta recalar en la gran pregunta: ¿y ahora qué? En este recorrido no podía faltar el pensamiento liberal español, desde Francisco Suárez hasta el gran Ortega y Gasset.
Con todo, por más que insista en lo asequible del planteamiento y el lenguaje, no deben formarse el lector una idea errónea: estamos ante un libro culto, bien llevado, que, como el buen «cicerone», te explica detalladamente y con erudición lo que estás viendo sin resultar pesado u oscuro. Da pena acabar el viaje.
Si medimos la calidad de las obras por la excelencia de los hombros sobre los que se sustentan, esta que comienza es digna de gran reconocimiento. No solamente el autor describe y contextualiza a los grandes pensadores. También enriquece la presentación con textos y citas, elegidos no ya con cuidado, sino con mimo. Como muestra, un botón: la primera. Como si adivinara el interrogante inicial de quien se dispone a leer un breve compendio de algo tan conceptual como la historia del pensamiento liberal, teniendo en cuenta que no tenemos muy claro qué es la libertad, o quién es liberal o no, el autor rescata a Cicerón que nos dice: «El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes». Y con eso, como el buen torero, Juan se sitúa, él primero, en el ruedo para, a continuación, colocar al toro en su sitio y empezar la faena.
También es verdad que Juan es un tipo particular, de los que te felicitan la Navidad con un comentario maravilloso sobre el Plácido de Berlanga y acaba dándote un buen pellizco en el corazón: «… en el momento en que finalmente Plácido consigue pagar la primera letra del motocarro, llega a su discreta morada y apaga por fin la luminosa estrella que ha paseado por toda la ciudad, en ese instante en que la cámara funde en negro, sabemos que en aquella casucha sin esperanza se han juntado unos cuantos corazones para agradecer que siguen vivos y que se quieren por encima de toda contingencia. Feliz y venturosa Navidad».
Viniendo de quien viene, por tanto, la elección de las citas iniciales, así como de los extractos de los textos originales, no son casuales ni apresurados. Y eso hace la travesía mucho más agradable. De un vistazo el lector capta la esencia de lo que Smith, Bastiat, Montesquieu, Hayek, Mises o Aron entienden que debe ser el ejercicio de la libertad individual en un sistema hipercomplejo, como son las sociedades humanas. El marco lo pone el autor: hablamos de hijos de su tiempo que se plantearon qué es la libertad individual, cómo vivirla, qué implica. Y ese tiempo determinaba que hubiera una monarquía absolutista, o una guerra de religión, o una hambruna; es decir, un acontecimiento que explica al lector la manifestación particular de la libertad en según qué pensador. Lo esencial del lienzo, los colores, las formas, la perspectiva, no es impostado, no es una interpretación sesgada por parte de un entusiasta. Y el sello de autenticidad consiste, precisamente, en la palabra escrita por cada pensador y en la bibliografía secundaria en que se sustenta el libro.
Y así debe ser, especialmente cuando el material del que se trata es tan delicado como el pensamiento. Pero si es importante la garantía de que lo que se transmite es genuino, también lo es encuadrar el cuándo, el cómo, los detonantes. Y esa labor tan compleja es la de Juan Granados. Uno de los frutos de esta tarea es que, al dibujar la luz, la sombra queda retratada. Y, de esta manera, encontramos, a los lados del camino, la evolución del pensamiento antiliberal, o no liberal, el de aquellos que opusieron resistencia y se enfrentaron a los protagonistas del libro. No es un regalo superficial, al contrario. No se entiende a Revel sin Sartre y Camus; ni a Reagan y Thatcher sin Castro y la URSS.
Tengo que reconocer que son los dos últimos capítulos los que tienen especial interés para mí. La razón de esta preferencia pone en evidencia mi debilidad: soy una economista que rastrea en el pensamiento de quienes nos antecedieron hace siglos y que analiza, desde ahí, el hoy. Por eso, no solo no está de más, sino que es imprescindible, recordar la evolución del pensamiento liberal y de su antítesis, en la segunda mitad del siglo XX , que para mí es hace un rato y me resulta novedoso. Hay que leer a Popper y reaprender con Juan Granados: «Popper observa en el idealismo una especie de pánico hacia la responsabilidad que la libertad implica, tanto, que tiende a desprenderse de esta para librarse de aquella. Una suerte de pensamiento mágico o religioso, muy alejado de los vientos de libertad que había traído al mundo el comercio, la mezcla cultural y la libre iniciativa, apartándolo finalmente del rigor de la vida tribal». Un mensaje tristemente vigente en nuestro siglo XXI . En la segunda mitad del siglo XX se da lo que el profesor Bastos llama, y el autor recoge, como liberalismo triste: liberalismo en sus principios fundamentales pero con un pesimismo respecto al futuro que lo impregna de morriña hacia lo que pudo haber sido.