Feminismos
Consejo asesor:
Paloma Alcalá: Profesora de enseñanza media
Montserrat Cabré: Universidad de Cantabria
Cecilia Castaño: Universidad Complutense de Madrid
Giulia Colaizzi: Universitat de València
M.ª Ángeles Durán: CSIC
Isabel Martínez Benlloch: Universitat de València
Mary Nash: Universidad Central de Barcelona
Verena Stolcke: Universidad Autónoma de Barcelona
Amelia Valcárcel: UNED
Instituto de la Mujer
Dirección y coordinación: Isabel Morant Deusa: Universitat de València
Mónica Burguera es licenciada en Geografía e Historia, especialidad historia contemporánea, Universidad de Valencia y Doctora en Historia y Estudios sobre las mujeres por la Universidad de Michigan.
Actualmente es profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia y en la UNED.
A David, Paula y Diego.
A mis padres
Agradecimientos
Las conversaciones que he mantenido a lo largo de los años en los que ha ido tomando forma este libro con muchos compañeros y las lecturas que han hecho de mis textos me han enriquecido enormemente, y con ellos estoy en deuda. Entre ellos se encuentran Ana Aguado, Ferran Archilés, Nacho Ballesteros, Laura Cunniff, Tijana Krstic, Rebekah Pite, Bill Rosenberg y Adrian Shubert. Las lecturas, sugerencias y comentarios de Kathleen Canning, Hannah Rosen y Jesús Millán han sido extraordinariamente valiosos a lo largo del tiempo. Con Mónica Bolufer he mantenido un diálogo intelectual especialmente intenso y productivo, y una amistad estimulante. Un recuerdo emocionado es para Mary O’Reilly, que nos dejó antes de tiempo, y también para Keith Nield, a quien fue un verdadero placer conocer. A Isabel Morant le agradezco enormemente su confianza.
Trabajar con Geoff Eley y Sonya Rose ha sido un auténtico privilegio por su generosidad intelectual y personal, por su dedicación y su vocación, de la que tanto he aprendido. Isabel Burdiel ha sido una presencia constante y consistente a lo largo de estos años; a ella le debo la pasión por adentrarme en las incertidumbres del pasado sin temores.
Soy afortunada por disfrutar de una familia amplia que hace que todo resulte un poco más fácil. A todos ellos les dedico este libro. Especialmente a mis hermanas Carmina y Conchita; a mis padres, con agradecimiento por todo su cariño; y a David, a Paula y a Diego por hacer de mi vida una aventura cotidiana.
Introducción
Feminismo, historia cultural y revolución liberal en España
A lo largo de los últimos veinte años, la historiografía en España ha ido cuestionando algunas de las más duraderas asunciones respecto a los débiles y tardíos orígenes del feminismo tal y como se escribieron en la década de los años setenta. Se ha cuestionado la lectura del emblemático sufragismo de la Segunda República como paradigmático del retraso y la fragilidad de un movimiento entendido exclusivamente en términos de representación y participación política en un doble sentido. Por una parte, se ha llamado la atención sobre el conjunto de identidades históricas que articularon diferentes horizontes críticos y emancipadores en torno a la mujer y la educación, el trabajo, la ciudadanía social o civil desde mediados del siglo XIX. Por otra parte, se han problematizado las historias de las culturas políticas socialistas y republicanas que forjaron la «otra» España a lo largo de ese mismo periodo, contradiciendo, por ejemplo, la idea del supuesto conservadurismo de las mujeres en 1931 con el que se argumentó en contra del voto femenino. Mi intención, en este libro, es ampliar el universo de tradiciones liberales sobre las que se construyeron esos feminismos históricos en España.
Los valores del liberalismo reforzaron el extendido discurso sobre la diferencia sexual y la consecuente exclusión de las mujeres del espacio y la ciudadanía pública, pero lo hicieron a través de debates difusos e, incluso, abiertamente críticos con esa exclusión. En este sentido he explorado cómo, desde mediados de los años treinta del siglo XIX y a lo largo de la década siguiente, los alternativos proyectos políticos del propio liberalismo posrevolucionario movilizaron diversos modelos de feminidad pensados para la clase media y alta. En ese contexto, en 1846, la reconocida poetisa Carolina Coronado escribió unos versos en los que denunciaba que la «libertad del pueblo» dejaba indiferente a las mujeres porque a estas no era la tiranía del absolutismo la que las sometía, sino el «yugo de su sexo». Y, por esas mismas fechas, la célebre Gertrudis Gómez de Avellaneda también reclamó una revolución diferente a la que había emancipado al pueblo; una revolución que removiera sus propios cimientos morales para cuestionar la supuesta naturalidad de la diferencia entre hombres y mujeres.
Las voces de estas mujeres, que compartieron con los hombres más aclamados del Madrid literario sus espacios de sociabilidad, aspiraron a crear un horizonte de libertad para las damas basado en criterios de respetabilidad masculinos, en el reconocimiento de su talento y su capacidad intelectual. Cuestionaron los límites de la domesticidad femenina y su capacidad de elegir como individuos y mujeres su propio destino personal y profesional. Compusieron los retazos de un proyecto inacabado a partir de un conjunto de expectativas compartidas. Es decir, fue desde el interior de los liberalismos respetables y a partir de los lenguajes del romanticismo y la reforma social, fundamentalmente, desde los que se imaginaron por primera vez muchos de los referentes feministas heredados por las culturas políticas demócratas y republicanas de las décadas posteriores.
Para analizar este complejo juego de fuerzas que caracterizó el asentamiento del sistema liberal en torno a extendidas nociones de la diferencia entre hombres y mujeres, creo, sin embargo, que es necesario hacer referencia al fructífero diálogo que desde la historiografía feminista se ha mantenido con las aportaciones de la historia cultural a lo largo de las últimas décadas; un diálogo que en el caso español ha tenido una evolución particular. De la misma manera, ha sido necesaria, como veremos, la reevaluación que de la peculiaridad del proceso de ruptura liberal en España se ha realizado durante las últimas décadas.
Las contribuciones de la historia cultural
La reflexión en torno a la historia cultural desde los años ochenta estuvo en gran medida estimulada desde posiciones feministas y sus resultados fueron extraordinariamente útiles para la historia de las mujeres.
Por una parte, el énfasis puesto en la relación entre lenguaje y realidad, entre discursos y causalidad social como una relación mutuamente mediatizada, ayudó a descentrar los sujetos históricos de las grandes narrativas (masculinas) sobre la base de una tradición epistemológica inestable, contingente e históricamente construida sobre diferencias de sexo y género (así como de clase, raza o nacionalidad, entre otras muchas categorías). Por otra parte, la historia cultural había surgido en gran medida de un proceso profundo de autorreflexión dentro de la propia historia social. En consecuencia, se llamó especialmente la atención sobre la necesidad de historizar los conceptos que habían sido centrales para esa historia social, como la categoría «clase», las nociones de materialidad, experiencia, o la propia idea de lo «social». Pero esos debates abiertos en torno a la historia cultural y la crítica a la historia social, sin embargo, desgraciadamente, tendieron casi siempre a oponer dos opciones epistemológicas supuestamente excluyentes que se sucedían en el tiempo.