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Thorstein Veblen - Teoría de la clase ociosa

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Thorstein Veblen Teoría de la clase ociosa
  • Libro:
    Teoría de la clase ociosa
  • Autor:
  • Editor:
    Fondo de Cultura Económica
  • Genre:
  • Año:
    2012
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Teoría de la clase ociosa Thorstein Veblen Primera edición en inglés 1899 - photo 1

Teoría de la clase ociosa Thorstein Veblen Primera edición en inglés 1899 - photo 2

Teoría de la clase ociosa

Thorstein Veblen

Primera edición en inglés 1899 La primera edición del FCE fue publicada en - photo 3

Primera edición en inglés, 1899

La primera edición del FCE fue publicada en 1944

Primera edición electrónica, 2010

Traducción de Vicente Herrero

Título original:

The Theory of the Leisure Class. An Economic Study of Institutions

© 1899, Macmillan, Londres

D. R. © 2004, Fondo de Cultura Económica

Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:

editorial@fondodeculturaeconomica.com

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Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-0272-5

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Thorstein Veblen y la Teoría de la clase ociosa John Kenneth Galbraith

Siempre hay un halo de picardía en su actitud hacia su propia obra, en marcado contraste con la fúnebre seriedad de la mayoría de los economistas.

W esley C. Mitchell

I

Lo más cercano que hay en los estados unidos a una leyenda académica —equivalente a la de Scott Fitzgerald en literatura o a la de los Barrymore en el teatro— es la leyenda de Thorstein Veblen. La naturaleza de una leyenda semejante, puede suponerse, se basa en que la realidad es aumentada por la imaginación y que, a la postre, la imagen tiene una existencia propia. Esto puede decirse de Veblen. Fue un hombre de grande y fértil inteligencia, y un maravilloso presentador de sus productos. Su vida, comenzada en la frontera del alto Medio Oeste en 1857 y desarrollada en su mayor parte en una u otra universidad hasta su muerte, en 1927, no careció de aventuras. Ciertamente, según las normas de la vida académica de su época, fue un anticonformista. En su obra y en su vida hay vasto material sobre el cual edificar la leyenda, y no ha faltado quien lo haya hecho.

En el pensamiento social norteamericano hay, en realidad, una tradición que atribuye a Veblen todo comentario y crítica de las instituciones norteamericanas. Como en Marx para un marxista devoto, todo está allí. Sin embargo, es probable que el marxista conozca mejor su tema. En realidad, es posible que en nuestro tiempo nada delate más claramente a un impostor intelectual que una tendencia a citar desenvueltamente a Veblen; particularmente a afirmar con toda seguridad, cuando se dice algo de aparente interés, que Veblen lo dijo antes y mejor.

La leyenda derivada de la vida de Veblen debe más aún a la imaginación. A decir verdad, pocos fundamentos tiene lo que se dice acerca de su sombría niñez en una pobre familia de inmigrantes noruegos, pasada en Minnesota; de su reacción a ese 4

medio opresivo; de su acosada vida en el medio académico norteamericano de las últimas décadas del siglo pasado y las tres primeras de éste; del modo fatal en que atraía a las mujeres y viceversa, y de las consecuencias de esto en su rígido ambiente; y de la indiferencia de todas las personas “rectas” a su obra.

Quizás un prologuista debería perpetuar cualquier mito que encuentre. La economía es una materia bastante aburrida, y la sociología a veces es peor y así son, también, a veces, quienes enseñan estas materias. Cuando —como en el caso de Veblen

— un hombre se ve rodeado por un aura, ésta debe ser ensanchada, no disuelta. Una razón de que la economía y la sociología sean aburridas es la creencia en que todo lo asociado con la personalidad humana debe ser tan fastidioso como sea posible. Eso es la ciencia. Sin embargo, hay en ello algo de verdad; pero, en el caso de Veblen, está lejos de ser tedioso. Su vida fue interesantísima; su niñez, aunque mucho menos sombría de lo que suele creerse, dejó una influencia profunda y duradera sobre sus escritos posteriores. Veblen no es una universal fuente de luz sobre la sociedad norteamericana.

No vio lo que aún no había ocurrido. Y también, en algunos aspectos, se equivocó y, en la disyuntiva entre exactitud y alguna fórmula que él sintiera que escandalizaría a su público, rara vez vaciló. Optó por el escándalo. Pero ningún hombre de su tiempo, ni posterior, vio con ojo tan frío y penetrante, no tanto el lucro pecuniario, sino el modo en que su búsqueda hace comportarse a hombres y mujeres.

Esta mirada fría y penetrante es la sustancia que hay tras la leyenda de Veblen. Es una mirada que aún asombra al lector con lo que le revela. Aunque puede haber otros candidatos respetables, sólo se leen aún dos libros de economistas norteamericanos del siglo XIX. Uno es Progress and poverty, de Henry George; el otro es la Teoría de la clase ociosa. Ninguno de estos libros, interesa observarlo, vino del mundo complejo y derivativo de la costa del este. Ambos fueron productos de zonas limítrofes: reacciones del colonizador, en un caso a la enajenación especulativa de tierras, en el otro a las pomposas ordenanzas sociales de los ricos. Pero no debe llevarse demasiado lejos la comparación. Henry George fue el expositor de una idea de notable arrastre; su libro sigue siendo importante para tal idea: el concepto del terrible precio que la sociedad paga por la sociedad privada y por el afán de lucro con tierras. La gran obra de Veblen es un comentario vasto e intemporal en la conducta de quienes poseen riqueza, andan en pos de ella y que, aparte de su dinero, carecen de la eminencia que —según suponían

— iban a adquirir con él. Nadie ha leído realmente mucho si no ha leído al menos una vez la Teoría de la clase ociosa . No muchos que tengan una educación superior a la ínfima pasan por la vida sin advertir, en una u otra ocasión, el “consumo ostensible”, la

“emulación pecuniaria” o el “derroche ostensible” aunque no sepan muy bien de dónde salieron estas frases.

En un prólogo bien planeado debe hablarse, juiciosamente, de lo que el lector —con raras excepciones— aprendiera por sí mismo al leer el libro. O, como la percepción de cada quien es distinta, se dice lo que el lector nunca descubrirá y que, en realidad, quizá no se halle presente. Y luego se dice algo acerca del autor. En el caso de Veblen esto no puede hacerse. Su vida y su educación son muy importantes para apreciar su obra.

Debemos empezar por ellas. Y como —según dijo él mismo, y hay buenas razones para creerlo— la Teoría de la clase ociosa está especialmente marcada por las circunstancias de la niñez de Veblen, yo me propongo hacer una pausa después de decir esto, para hablar acerca del libro. Así, después me será posible comentar más brevemente los años posteriores y la obra de Veblen.

II

A primera vista, los orígenes de Veblen son el típico cliché norteamericano. Sus padres, Thomas Anderson y Kari Bunde Veblen, emigraron de Noruega a una granja de Wisconsin en 1847, diez años antes del nacimiento de Thorstein. Tuvieron las dificultades habituales para conseguir el dinero del pasaje, las inevitables —en su caso terribles— molestias de la travesía. Los Veblen tuvieron en total doce hijos, el sexto de los cuales fue Thorstein. La primera granja de Wisconsin era improductiva o, más probablemente, inferior a lo que, mejor informados, supieron que había más al oeste. Se mudaron, y en 1865 volvieron a mudarse. El hogar nuevo y final estuvo en la pradera, hoy a cerca de una hora de Minneapolis, al sur. Es esta granja la que aparece en la leyenda de la oscura y miserable niñez de Veblen. Nadie que visite la comarca podrá creerla. No puede haber, en ninguna parte, un paisaje rural más generoso y opulento. El suelo es negro y profundo, los graneros son enormes, los silos numerosos, así como las secciones para vender el grano excedente; las casas son grandes, cuadradas, cómodas, aunque sin pretensiones arquitectónicas. Se ha conservado un retrato de la casa de Veblen: una estructura blanca, amplia, agradable, que no sólo delata desahogo, sino riqueza. Como esta comarca fue originalmente una pradera abierta, con buena vegetación, debió de parecer prometedora hace cien años. Thomas Veblen adquirió 117

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