Mercados abiertos
y pactos sociales
DEMOCRACIA ARRINCONADA
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE ECONOMÍA
Primera edición, 2017
Primera edición electrónica, 2017
D. R. © 2017, Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Economía
Ciudad Universitaria, 04510 Ciudad de México
D. R. © 2017, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-5142-6 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
A Paulina
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS
Quiero expresar mi agradecimiento a los distinguidos miembros del grupo “Nuevo Curso de Desarrollo”, de la UNAM , dirigido con el talento y la persistencia de Rolando Cordera (Eugenio Anguiano, Ariel Buira, Cuauhtémoc Cárdenas, Saúl Escobar, Gerardo Esquivel, Mario Luis Fuentes, Carlos Heredia, Mauricio de Maria y Campos, Juan Carlos Moreno-Brid, Ciro Murayama, Jorge Eduardo Navarrete, Enrique Provencio, Jaime Ros, Norma Samaniego, Jesús Silva-Herzog, Francisco Suárez, Carlos Tello, Enrique del Val), quienes mucho contribuyeron a enriquecer y afilar los planteamientos que incorporé en este librito. Asimismo, soy deudor del apoyo invaluable de Leonardo Lomelí y de Eduardo Vega, secretario general de la UNAM y director de la Facultad de Economía, respectivamente. También expreso mi reconocimiento a José Carreño Carlón, al Fondo de Cultura Económica y a la Universidad Nacional Autónoma de México por respaldar la publicación de estas páginas. Al propio tiempo, fui afortunado al contar con la ayuda de Eugenia Huerta y de Antonio Bolívar, quienes eliminaron erratas de todo tipo en el texto y lo hicieron legible. Por último, vaya mi gratitud a mis secretarias Margarita Vargas y Estela Durán, que sufrieron con paciencia las múltiples enmiendas de los escritos.
INTRODUCCIÓN
En el último cuarto del siglo XX el mundo emprendió un notable experimento con la transformación globalizadora del orden económico internacional, sólo comparable en sus alcances a la Revolución industrial inglesa del siglo XIX . Ayer como hoy, los cambios, sin descontar sus efectos positivos, causaron —y siguen causando— profundas inestabilidades socioeconómicas y hondos desarreglos distributivos que tomará años componer. Ahora, la apertura de fronteras lleva a la disolución o empobrecimiento de muchos de los acuerdos que habían sometido a control social el comportamiento de las economías. La integración universal de los mercados dio a luz un sistema económico parcialmente inmune a sus consecuencias sociales dentro de cada nación.
El orden de la globalización diseñado por las potencias dominantes postula como camino único una utopía universalista aplicable a cualquier sociedad humana decidida a cerrar su pasado, a abrazar un individualismo radical, a desdeñar la acción colectiva para disfrutar plenamente de los beneficios de la competitividad internacional, soslayando su repercusión en términos de equidad o cohesión políticas. Se confió y se confía en que la eficiencia —aún de los monopolios— acabe por filtrarse a todos los estratos sociales y que la capacidad innovativa atribuida a los mercados produzca bienestar y crecimiento de manera automática. En aras de esa ideología esperanzadora, se debieron debilitar y hasta demoler, repito, los pactos políticos que armonizaban el funcionamiento de los mercados con los postulados de las democracias nacionales.
A la ruptura de los principios westfalianos Así, se procuraba aliviar el malestar causado por las fluctuaciones cíclicas, las crisis económicas o los conflictos resultantes de la concentración de ingreso y riqueza, mientras se competía políticamente con el socialismo soviético. Aun cuando ello creó separaciones nacionales, el resguardo de la soberanía de los gobiernos les permitió elegir y responsabilizarse de la ruta de su desarrollo, en tanto garantes del bienestar de sus poblaciones.
Algunos componentes medulares de esos grandes arreglos históricos resultaron incompatibles con las exigencias de los mercados sin trabas y con el cambio obligado de prelaciones en los objetivos nacionales. El crecimiento, el empleo y las metas distributivas fueron reemplazados por el logro de la estabilidad de precios y el equilibrio de las finanzas públicas, ambas metas congruentes con el libre
Ese cambio ideológico en los países líderes, junto al desmoronamiento del socialismo soviético, frenó la nivelación de los beneficios del crecimiento económico entre las distintas capas sociales de las zonas industrializadas o de muchas en desarrollo y, por tanto, el avance progresivo de los estados de bienestar. Antes, durante buena parte del siglo xx, paradójicamente si se quiere, las guerras mundiales, las tareas de reconstrucción y luego los ajustes sociales anticrisis —el New Deal en Estados Unidos y la socialdemocracia en Europa— habían revertido la acentuada concentración del ingreso típica del siglo XIX al sostener políticas igualitarias de desarrollo y gastos extraordinarios de los gobiernos. Tal es el proceso histórico que contraviene, proponiéndoselo o no, el nuevo paradigma de la libertad de mercados. El tránsito de la socialdemocracia europea y del New Deal estadounidense al neoliberalismo de Reagan o Thatcher fue mucho más que una confrontación de ideas: significó un cambio de élites de distinta composición y la reorientación del poder económico de los gobiernos.
Esa sustitución paradigmática a partir de la séptima década del siglo pasado da nacimiento universal a dos estrategias de desarrollo con ingredientes comunes: el crecimiento hacia fuera y el crédito a familias y gobiernos, como sostenes de la demanda de los países. Ambos enfoques, compatibles con la apertura de mercados y con el vuelco político hacia objetivos eficientistas, eluden, sin resolverlas, tensiones distributivas y desarrollistas al completar artificiosamente el gasto de las sociedades ya sea captando demanda externa o supliéndola transitoriamente con la expansión del crédito.