Agradecimientos
En el otoño de 2011, Penguin me planteó por primera vez la idea de escribir una introducción a la economía y las ciencias económicas que resultara accesible a un público lector lo más amplio posible a través de quien era mi editor en aquella época, Will Goodlad. Actualmente Will se dedica a otros asuntos, pero aun así sus aportaciones fueron fundamentales para la organización y redacción de este libro, a pesar de hallarse embarcado en una etapa intensa de sus nuevas ocupaciones.
No podría haber escrito este libro sin el generoso apoyo de Laura Stickney, mi editora. Supongo que no fue fácil para ella, puesto que tuvo que soportar largos períodos de silencio y numerosas reelaboraciones de los primeros capítulos. Sin embargo, tuvo fe en mí y me apoyó durante el proceso, limitando al mínimo sus intervenciones, estimulándome con discreción y brindándome una inmensa cantidad de consejos excelentes, tanto sobre temas específicos como sobre asuntos editoriales. Solo tengo palabras de agradecimiento para ella.
Ivan Mulcahy, mi agente literario, hizo aportaciones de suma importancia, como de costumbre. En particular, sus sugerencias sobre el primer borrador, bastante incompleto, hicieron que el libro volviera a cobrar vida precisamente cuando el proceso de escritura corría el peligro de perder impulso y yo corría el peligro de perder la fe en lo que intentaba escribir.
Peter Ginna, mi editor en Estados Unidos, hizo asimismo aportaciones de gran relevancia, sobre todo en la etapa final de la redacción.
Muchos amigos me ofrecieron ayuda y estímulo, pero tres de ellos merecen una mención especial. Duncan Green, William Milberg y Deepak Nayyar leyeron todos los capítulos (en algunos casos tuvieron que leer más de una versión de un mismo capítulo) y efectuaron comentarios extremadamente útiles. También me brindaron apoyo moral durante las etapas difíciles del proyecto, que fueron muchas.
Felix Martin hizo contribuciones muy importantes sobre la estructura desde el principio, cuando el libro no era sino un proyecto. También leyó varios capítulos e hizo comentarios sumamente útiles. Finlay Green tuvo la amabilidad de leer la mayoría de los capítulos y sugirió diversas maneras de mejorar mi estilo para volverlo más accesible y ameno.
También quiero dar las gracias a todas las personas que leyeron distintas versiones de la obra o diversos capítulos e hicieron comentarios útiles. Por orden alfabético, se trata de Jonathan Aldred, Antonio Andreoni, John Ashton, Roger Backhouse, Stephanie Blankenberg, Aditya Chakrabortty, Hasok Chang, Victoria Chick, Michele Clara, Gary Dymski, Ilene Grabel, Geoffrey Hodgson, Adriana Kocornik-Mina, David Kucera, Costas Lapavitsas, Sangheon Lee, Carlos López Gómez, Tiago Mata, Gay Meeks, Seumas Milne, Dimitris Milonakis, Brett Scott, Jeff Sommers, Daniel Tudor, Bashkar Vira y Yuan Yang.
Mi estudiante de doctorado y asistente de investigación, Ming Leong Kuan, fue extremadamente eficiente y creativo a la hora de recabar y procesar la información necesaria. Dada la importancia que otorgo a las «cifras de la vida real» en este libro, debo afirmar que la ayuda de Ming Leong fue esencial para que la obra llegara a ser lo que es.
Durante los dos años que me llevó la redacción de este libro, mi esposa, Hee-Jeong, mi hija Yuna y mi hijo Jin-Gyu sufrieron bastante, pero me brindaron muchísimo amor y un apoyo constante. Hee-Jeong y Yuna leyeron varios capítulos y realizaron comentarios sumamente útiles. Jin-Gyu me recordó todo el tiempo que existen cosas mucho más importantes en la vida que la economía, entre ellas el doctor Who, Hercule Poirot y Harry Potter.
La pequeña familia que tengo en Inglaterra no tendría esa solidez que afortunadamente la caracteriza sin el amor de nuestros familiares coreanos. Mis suegros nos dieron muchísimo cariño y apoyo. Mis padres, por su parte, han sido una constante fuente de amor y estímulo para nosotros. Sobre todo, yo no sería quien soy de no haber sido por el sacrificio y el amor de mis padres. Este libro se lo dedico a ellos.
PRÓLOGO
¿Por qué tomarse la molestia?
¿POR QUÉ ES NECESARIO APRENDER ECONOMÍA?
¿Por qué la economía despierta tan poco interés en la gente?
Dado que eligió este libro, es probable que usted tenga al menos un interés pasajero en la economía. Sin embargo, también es probable que su lectura lo perturbe un poco. Se supone que la economía es difícil; tal vez no tanto como la física, pero sí lo bastante exigente. Más de un lector seguramente recordará haber oído en la radio a algún economista dando una explicación que le parecía cuestionable y aun así haberla aceptado porque, después de todo, el experto era él y uno ni siquiera se había leído un buen libro de economía.
Pero ¿es realmente tan difícil la economía? No tiene por qué serlo... si es explicada en términos claros y simples. En mi libro anterior, 23 cosas que no te cuentan sobre elcapitalismo, me metí en camisa de once varas al afirmar que el 95 por ciento de la economía es sentido común, pero que se hace que parezca difícil mediante jergas y muchas matemáticas.
La economía no es la única disciplina que les parece difícil a los no iniciados. En todas las profesiones que implican una cierta competencia técnica —ya se trate de la economía, la fontanería o la medicina—, las jergas que facilitan la comunicación en el ámbito profesional la dificultan con los no iniciados. Desde una perspectiva un tanto más cínica, todas las profesiones técnicas tienen un interés manifiesto en parecer más complicadas de lo que en realidad son, para de ese modo justificar los elevados honorarios que cobran los profesionales por sus servicios.
Aun teniendo en cuenta todo esto, cabe señalar que la economía ha tenido un éxito enorme a la hora de lograr que el público en general se resista a adentrarse en sus dominios. A pesar de no tener la formación ni los conocimientos adecuados, la gente suele expresar opiniones tajantes sobre toda clase de cosas: el cambio climático, el matrimonio homosexual, la guerra de Irak, las centrales nucleares... Pero, en lo que atañe a la economía, muchos sencillamente no tienen el menor interés; por no mencionar que tampoco tienen opiniones firmes al respecto. ¿Cuándo fue la última vez que participó en una discusión sobre el futuro del euro, la desigualdad en China o las perspectivas de la industria manufacturera estadounidense? Estos temas pueden tener un fuerte impacto sobre su vida, cualquiera que sea su lugar de residencia, puesto que afectan —de manera positiva o negativa— a sus expectativas laborales, a su salario y en última instancia a su jubilación. No obstante, es harto probable que no se haya detenido a pensar en ellos.
El hecho de que los temas económicos carezcan de ese atractivo visceral que poseen otras cuestiones —el amor, los desplazamientos y el desarraigo, la muerte y la guerra— explica este (por lo demás curioso) estado de cosas. Se debe principalmente a que, sobre todo en las últimas décadas, a la gente se la indujo a creer que, al igual que la física o la química, la economía es una «ciencia» que tiene una única respuesta correcta para todo. Por eso mismo, los legos tendrían que avenirse a aceptar el «consenso profesional» y dejar de pensar en ello. Gregory Mankiw, profesor de economía de Harvard y autor de uno de los textos más populares sobre economía, afirma lo siguiente: «A los economistas les gusta hacerse pasar por científicos. Lo sé porque yo mismo lo hago con frecuencia. Cuando doy clase a los estudiantes universitarios, describo premeditadamente el campo de la economía como una ciencia para que ningún novato en estas lides piense que se ha embarcado en una empresa académica de mala muerte».