SINOPSIS
Desde antes de que existiera la idea de «viralidad», las historias que la gente se contaba sobre sus experiencias o los rumores que había oído han transformado los mercados y la economía. Muchas veces, los pánicos, las burbujas inmobiliarias, los precios de las acciones o el futuro de nuevos fenómenos como el bitcóin han dependido de lo que una persona le contaba a otra: son las «narrativas económicas».
Cuando circulan por la sociedad en forma de historias populares, las ideas pueden llegar a viralizarse y transformar los mercados. Así sucede, por ejemplo, con la creencia de que las acciones tecnológicas no dejan de subir, la convicción de que el precio de la vivienda nunca disminuye o la seguridad de que algunas empresas son demasiado grandes para quebrar. Sean ciertas o falsas, estas historias se transmiten por el viejo boca a boca, los medios de comunicación o las redes sociales, y crean percepciones sobre el gasto, el ahorro o la inversión que en última instancia tienen un gran impacto en la economía general y en la vida de los individuos y las sociedades.
En este libro fascinante, el premio Nobel de economía Robert J. Shiller parte de estas narrativas populares para enseñarnos cómo afectan al comportamiento individual y colectivo y, de manera clave, cómo su estudio puede mejorar nuestra capacidad para predecir acontecimientos económicos como crisis financieras, recesiones, depresiones o booms. Y, sobre todo, cómo detectar las noticias falsas antes de que afecten a nuestro bolsillo.
Preámbulo
Desde que se publicó la primera edición de tapa dura de Narrativas económicas en el mercado anglosajón (hace aproximadamente un año), hemos visto el brote repentino de una nueva enfermedad, llamada COVID-19, causada por un nuevo coronavirus. En el momento en que escribo estas líneas, el patógeno está teniendo un gran impacto en todo el mundo y ya se considera que tiene el rango de pandemia. La experiencia de contemplar este proceso a nuestro alrededor ayuda a que las ideas sobre epidemias narrativas que presenta este libro sean aún más intuitivas. Toda la devastación provocada por el COVID-19 revela el misterioso poder de las epidemias, ya sean epidemias ligadas a enfermedades o epidemias ceñidas al plano narrativo. Es difícil entender con precisión de qué se trata la COVID-19 y qué la hace tan contagiosa. También es difícil saber exactamente cuáles son los principales aspectos que impulsan y motivan los principales eventos económicos. Sin embargo, el reconocimiento de los fenómenos virales y la adopción de un enfoque científico que nos ayude a estudiarlos puede resultar en una mejor comprensión de estos procesos.
Sabemos que las fluctuaciones y las oscilaciones económicas están impulsadas sustancialmente por brotes y rebrotes de epidemias narrativas y, como nos recuerda la pandemia de la COVID-19, también pueden estar provocadas por epidemias de enfermedades. En cualquier momento, las epidemias están expandiendo o reduciendo su impacto, algunas alcanzando su punto álgido y otras decayendo hasta desaparecer. Cada vez es más evidente que los pronosticadores económicos deben tener en mente la necesidad de observar esta realidad.
Los lectores saben que las narrativas y los relatos importan y que el pensamiento de las personas está motivado y marcado por historias que forjan nuestro parecer y nuestra comprensión del funcionamiento del mundo. Es obvio que todas las personas consideran que sus vivencias personales son vitales para marcar una identidad propia. Son esas experiencias las que nos ayudan a responder preguntas clave: ¿quién soy yo?, ¿qué estoy haciendo?, etc. Pero, al mismo tiempo, todos vemos que otras historias de vida nos pueden servir como inspiración o nos pueden ayudar a darle sentido a nuestro lugar en el mundo.
Una de las conclusiones clave de este libro va más allá de esas nociones generales y gira en torno a la idea de que las narrativas populares que se popularizan de forma viral y terminan influyendo en las decisiones económicas deben ser estudiadas con seriedad, estableciendo un análisis riguroso de su evolución a lo largo del tiempo, abarcando años y décadas. La epidemiología sugiere un modo de estudio interesante para los economistas. Cuando se diagnosticó el primer caso de COVID-19 en diciembre de 2019, los expertos en salud pública ya sabían cómo determinar que ésta era una nueva variante de una familia de otros virus ARN y que podía ser identificado usando un determinado kit de prueba. Para hacer este diagnóstico, se desarrolló un método de transcripción inversa seguido de reacción en cadena de la polimerasa. Por tanto, los epidemiólogos sabían cómo formular modelos de contagio y manejaban estimaciones ajustadas a los parámetros de esos distintos modelos que podían revisarse con el paso del tiempo para estudiar posibles cambios en los patrones de contagio. Dichos modelos pueden usarse para diseñar métodos que puedan combatir la epidemia de manera racional, ofreciendo una verdadera esperanza de éxito eventual. Los modelos de contagio utilizados por estos científicos pueden ampliarse para describir el contagio de las narrativas económicas y mejorar así el uso de las herramientas de política económica que nos permiten combatir la inestabilidad económica.
Los métodos descritos en el párrafo anterior no parecen haber sido tan evidentes para los economistas. No hay prácticamente ninguna beca de investigación asociada a este tipo de estudios. En las universidades se imparten cursos sobre la historia del pensamiento económico, pero su popularidad está en declive desde la Segunda Guerra Mundial. Aun así, la historia del pensamiento económico, por valiosa que sea, tiende a estudiar los pináculos de la teoría económica de los grandes autores, pero no el pensamiento y las creencias populares que comparten millones de personas. En consecuencia, se trata de una disciplina que gira en torno al estudio de tratados sobre intervenciones gubernamentales óptimas en los mercados, pero no nos dice mucho sobre cómo la gente común toma decisiones económicas a diario, impulsada por sentimientos de inspiración, de duda, etcétera.
En 1936, John Maynard Keynes argumentó en su Teoría general del empleo , el interés y el dinero que lo que impulsa la economía es el «espíritu animal», es decir, el «impulso espontáneo a la acción, en lugar de a la inacción». Sin embargo, nadie ha analizado con precisión cómo esos «espíritus animales» han evolucionado a lo largo del tiempo. La reacción a la teoría de Keynes condujo principalmente al estudio de las expectativas cuantitativas. En las encuestas se pide a las personas que cuantifiquen, por ejemplo, la tasa de inflación que esperan, el crecimiento económico que creen que se alcanzará o el grado de confianza de empresarios, trabajadores o consumidores. En la década de 1970, el campo de estudio de las expectativas estaba ya bien establecido. Sin embargo, esta nueva línea de trabajo no pareció capturar el alcance del impacto de las narrativas ni el cómo o el porqué de los cambios y mutaciones de dichos relatos.