Sé que nunca habría escrito este libro si antes no se hubiesen cruzado en mi vida, para mejorarla, ciertas personas. En agradecimiento por su lección de amistad, quiero citarlas aquí. Me refiero a Esther Artigas, Túa Blesa, Nora Catelli, Teresa Español, Jordi Llovet, Elena Pallarés, Isabel de Riquer, M.ª Ángeles Rodríguez Fontela, Antonio Sánchez Trigueros, Augusto C. Sarrochi y Rosa Vila.
Agradecimiento aparte merece Mireia Franco. A estas alturas, no creo que tenga que explicar por qué.
NOTA PRELIMINAR
Esta obra se propone como objetivo primordial ofrecer una panorámica bastante completa de lo que ha sido la Historia de la Crítica Literaria en Occidente. Es ya un lugar común, cuando se analizan las distintas disciplinas que configuran los estudios literarios, insistir en la necesidad de que todas ellas —no importa ahora cuántas deben ser consideradas— colaboren entre sí para que el resultado final sea verdaderamente riguroso. La postulación de este enfoque interdisciplinario se hace sin duda desde el convencimiento de que esta interdisciplinariedad ha sido esencial en la historia de la investigación literaria. Una visión diacrónica permite advertir cómo, efectivamente, las aproximaciones a la literatura se han hecho a menudo desde posiciones pertenecientes a otras esferas: a la Filosofía, a la Estética, a la Retórica, a la Ética, a la Política, a la Sociología, a la Lingüística, al Psicoanálisis. Y, por supuesto, también desde disciplinas propias del ámbito literario: desde la Historia Literaria, desde la Crítica Textual, desde la Teoría de la Literatura, desde la Crítica Literaria, desde la Literatura Comparada. Las perspectivas son múltiples y en cada caso los intereses específicos pueden ser distintos, pero la confluencia en el estudio de lo literario permite llevar a cabo una lectura unitaria —inclusiva, pues, y no excluyente— de lo que ha sido el estudio de la literatura a lo largo de la historia. Precisamente por eso se ha considerado oportuno tomar aquí el sintagma «Crítica Literaria» con un sentido eminentemente genérico, englobador. Con el mismo sentido, en definitiva, con el que lo maneja René Wellek en su Historia de la crítica moderna. Escribe el autor en el «Prólogo» a esta obra:
Tomo el término crítica en amplio sentido, para abarcar no sólo opiniones sobre libros y autores particulares, crítica «de enjuiciamiento», crítica profesional, ejemplos de buen gusto literario, sino también, y principalmente, lo que se ha pensado sobre los principios y teoría de la literatura, su naturaleza, función y efectos; sus relaciones con las demás actividades humanas; sus tipos, procedimientos y técnicas; sus orígenes e historia (1989: 7-8).
A este mismo sentido genérico de la Crítica Literaria apela T. S. Eliot desde las páginas de Función de la poesía y función de la crítica:
Por crítica entiendo aquí toda la actividad intelectual encaminada, bien a averiguar qué es poesía, cuál es su función, por qué se escribe, se lee o se recita, bien —suponiendo, más o menos conscientemente, que eso ya lo sabemos— a apreciar la verdadera poesía (1999: 44).
Sólo la adopción de un sentido considerablemente amplio de la actividad crítica como el que aquí se postula permite englobar en una misma obra material tan heterogéneo como los diálogos platónicos, la Poética de Aristóteles, un tratado extraído de las obras morales de Plutarco, una carta de Petrarca dirigida a su hermano Gerardo, la defensa de la poesía que lleva a cabo Sir Philip Sidney, la carta que Góngora escribe «en respuesta de la que le escribieron», el Art Poétique de Boileau, las reflexiones de Burke sobre lo sublime y lo bello, el Laocoonte de Lessing, las consideraciones de Hume sobre el gusto, la Crítica del juicio de Kant, el «Prefacio» de Wordsworth a la segunda edición de las Baladas Líricas, un par de ensayos de Poe, la «Introducción» de Taine a la Historia de la literatura inglesa, Le roman éxperimental de Zola, los lúcidos comentarios de Benjamin sobre La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, el célebre ensayo con el que Barthes proclamaba La muerte del autor, o la lección con la que Jauss inauguraba en 1967 el curso de la Universidad de Constanza, por citar sólo unos cuantos ejemplos. La heterogeneidad es evidente incluso en la extensión y en las modalidades textuales mismas: cartas, prólogos, preceptivas, ensayos, diálogos filosófico-literarios, capítulos, obras enteras. Pero todos los textos presentan como denominador común su relevancia en la Historia de la Crítica Literaria. En mayor o menor grado, todos han contribuido a que la disciplina se consolide y pueda hoy alegar en su favor una sólida tradición. O lo que es lo mismo: unos sólidos fundamentos.
Toda selección puede ser acusada —más o menos justificadamente— de una cierta dosis de arbitrariedad. También la de los textos que en esta obra se proponen, por supuesto. Sin embargo, ha tratado de atenuarse la inevitable subjetividad confrontando algunos de los más prestigiosos estudios y antologías de Estética y de Crítica Literaria en busca de coincidencias, en busca de aquellos textos unánimemente considerados esenciales en la historia de los estudios literarios. Pero además de estos textos imprescindibles otros han venido a completar la propuesta presentada. Porque se entiende que una obra de estas características ha de ser mucho más ambiciosa que una antología, sin dejar de ser también ella, claro, una antología. Lo que significa que, por muy completa que sea esta propuesta, nunca lo será tanto como para cubrir todas las aportaciones que se han hecho a la Historia de la Crítica Literaria. Sin duda, faltan nombres. Incluso nombres importantes. Tan importantes como el Dr. Johnson, por ejemplo, o como Mathew Arnold. O como Alexander Pope. Y como Shaftesbury o Schopenhauer. Pero están otros no menos importantes. No falta Aristóteles, ni faltan tampoco Addison, Kant, Lessing, Rousseau, Vico, Schiller, Friedrich Schlegel, Coleridge, Wordsworth, Shelley, Sainte-Beuve, Taine, Brunetière, Poe, Hegel, Jakobson, Shklovski, Mukarovski, Lukács, Barthes, Todorov, Jauss, Iser, Derrida. Seguro que las presencias compensan en este caso las inevitables ausencias.