¿Qué les pasa a los catalanes? ¿Han caído en manos de un delirio hipnótico, de una intoxicación alimentaria? ¿Víctimas de una locura nazi-onalista? ¿O simplemente se están rebelando?
Éste es un libro sobre Cataluña y su destino. No tiene pretensiones científicas ni es una investigación académica ni maneja datos exhaustivos. Más bien recurre a la ironía y al sentido del humor para tratar el que para muchos es un asunto de extrema gravedad y seriedad: el proceso independentista.
Escrito por un catalán de los de toda la vida —es decir, con los cuatro abuelos de fuera de Catalunya— La rebelión catalana explica el proceso destituyente catalán como una rebelión e impugnación a una España carpetovetónica, una lucha entre el decadente imperio del Borbón contra una nueva república en ebullición y formación.
Antonio Baños Boncompain pretende hacer más fácil, relajada y enriquecedora la discusión y la reflexión sobre lo que sucede en Catalunya y las razones por las que sucede.
Antonio Baños
La rebelión catalana
España ante sus naciones
ePub r1.1
koothrapali 25.05.14
Título original: La rebel.lió catalana
Antonio Baños, 2013
Traducción: Antonio Baños
Editor digital: koothrapali
Corrección de erratas: ktzlib
ePub base r1.1
ANTONIO BAÑOS BONCOMPAIN (Barcelona, 1967). Es un periodista y escritor catalán. Estudió y se licenció en Ciencias de la información por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Ha trabajado en prensa escrita y fue colaborador del programa de radio de RNE Asuntos Propios, en la sección Economía para idiotas. Además ha publicado dos libros sobre economía, La economía no existe y Posteconomía, en los que se muestra crítico con esta disciplina y con los economistas.
«Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace
necesario que un pueblo disuelva los vínculos políticos
que lo han ligado a otro y tome entre las naciones de la Tierra
el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza
y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo
respeto al juicio de la humanidad exige que declare
las causas que lo impulsan a la separación».
DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA
DE LOS ESTADOS UNIDOS, 1776
* * *
«Mantened la unidad de las tierras de España,
exaltando la rica multiplicidad de sus regiones
como fuente de la fortaleza de la unidad de la patria».
FRANCISCO FRANCO,
testamento político
El autor se presenta
H ola, soy ETA. Además de ETA, a ratos muertos soy un traidor, según dijo de mí el presidente de Madrid, Ignacio González. Un sedicioso si les gusta más el estilo «Jacinto Benavente» que gasta el ABC. Por edad pertenezco a mi pesar a las senectudes hitlerianas, pero aun así soy súper nazi. Un nazi-onalista, no les digo más. De esos de Goebbels y Heyndrich, que iban vestidos de Hugo Boss pero en plan Zara. Mis aficiones son múltiples. Según Toni Cantó soy un filo pederasta. La fundación FAES dijo que polígamo. Según el Marqués de Vargas y de Llosa, un tarado. Algo más concreto fue el coronel Alamán al llamarme retrasado mental. Prerracional que no prerrafaelita me califica el moderniqui de Público Xabel Vegas. El alegre chavista Juan Carlos Monedero asegura que tengo la fe del converso y que vivo engañado todos los días, sean laborables o festivos. Además, según César Vidal soy canijo, cosa que no puedo negar. Sin embargo, Almudena Grandes, maternal, dice sentir lástima por mí, cosa que le agradezco un montonazo. Javier Cercas, también comprensivo, dice que tengo buena voluntad mal informada. Lo cual, después de veinte años de ejercer el periodismo, me preocupa. Acierta Arcadi Espada en toda la línea de flotación de mi cartilla de La Caixa cuando dice que «el independentismo es para pobres», aunque parece ser que de forma contradictoria también pertenezco a la ubicua «burguesía catalana» (qué más quisiera) y exploto inmigrantes extremeños.
Esperanza Aguirre me considera un energúmeno y El Roto, un paleto provinciano. Un golpista, eso es lo que soy según José Bono, quien además asegura que ando loco por coser estrellas amarillas en los abrigos de los catalanes que son buenos españoles. Obviamente, y como bien me describe Rosa Díez, soy ridículo e insaciable. «Apurar cielos pretendo», que decía Calderón…
Pues sí, lo acertaron. Soy un independentista catalán. Pero por lo demás, guay. Bastante majo, a pesar de todo. No les explicaré si nos comemos niños castellanoparlantes durante el sabbath o si torturamos a quienes de entre los nuestros celebran un gol de la roja, porque pertenece al secreto de nuestros ritos tribales, étnicos y, claro está, excluyentes. Pero lo que sí me permite explicarles mi Oberstführer es que a pesar de defender la inmersión lingüística me manejo bastante bien con el castellano. Cosa normal, ya que pienso en castellano y hace más de veinte años que vivo de escribirlo, con mucho gusto además. Lo lamento, pero no pude ser educado en el odio a España porque cuando Pujol inició la manipulación mental de los escolares a mí ya me salía el bozo adolescente. Así que me he quedado con una admiración por mucha literatura española, por el periodismo de Camba y Cunqueiro, el cine de Neville y Berlanga, y el flamenco de José Mercé. TV3 no solo me ha lavado el cerebro sino que ha pagado muchas de mis facturas, pues he trabajado a menudo en dicha casa, de eso sí soy culpable. Celebré a gritos el gol de Iniesta y lloré de emoción en la Via Catalana, y me siento miembro de los pueblos de España y adversario del Reino de España, vigente usufructuario único y excluyente de los certificados de buena españolidad.
Servidor, mitad de Nou Barris y mitad de Sant Andreu, es un catalán de los de toda la vida; es decir, con los cuatro abuelos de fuera de Cataluña. Charnego, como buena parte de los independentistas. Miembro orgulloso del colectivo Súmate de independentistas castellanoparlantes y de la territorial de Nou Barris, de la Assemblea Nacional Catalana, donde ya saben, tienen ustedes su casa.
Soy un anticapitalista a machamartillo y, aunque todos los indepes somos de derechas, me alineo con gusto junto a los compañeros de la CUP que, pobres, tampoco se han enterado de que son burgueses explotadores y andan pidiendo la independencia y la República para cambiarlo todo.
Nunca, ni un cuarto de hora, he sido nacionalista. Básicamente porque no tengo ni idea de lo que quiere decir. Si uno lee la prensa española intentando averiguar qué es un nacionalista catalán, lo más probable es que acabe con la cabeza como un bombo. Nacionalista para un español es como el verbo pitufar para un pitufo. Un término que significa cualquier cosa (que sea chunga, claro).
Creo entender que un nacionalista es un mal español, en el sentido contemporáneo y progre del término. Es decir, alguien que se pasa la constitución del 78 por las trócolas. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero todas las demás características: el odio a España, el de capitalista explotador, paniaguado,