Agradecimientos
AGRADECIMIENTOS
Como ocurre quizá con cualquier proyecto nuevo, al principio no tenía la menor idea de por dónde debía comenzar. Por supuesto, tenía alguna indicación de lo que podía interesar al público lector, gracias a los trabajos de investigación que había llevado a cabo con historiadores occidentales como, por encima de todo, Antony Beevor y Max Hastings, las dos personas que me enseñaron lo importante que puede ser la historia, y a las que estoy enormemente agradecida por ello. En este caso, sin embargo, estaba sola. Cuando descubrí que la mayoría de las aviadoras había fallecido ya, no pude menos de sentir cierto desaliento. Sin embargo, como asevera cierto dicho ruso, en el mundo siempre hay buena gente. Mi amigo Anatoli Chernobáiev, gran historiador y director del Istorícheski Arjiv, me animó a buscar material en el Archivo Central del Ministerio de Defensa de la Federación Rusa (TsAMO) y se comprometió a publicar un artículo mío sobre aquellas jóvenes con independencia de lo que pudiese ocurrir con el proyecto del libro.
El club ruso de mujeres piloto Aviatrissa, hizo cuanto pudo por ayudarme, tanto con contactos como con referencias bibliográficas. Estas mujeres me inspiran una gran admiración por el cuidado y la atención que prestan a las compañeras de edad avanzada con problemas de salud. Una de las integrantes de dicha sociedad, Lidia Záitseva, célebre piloto soviética poseedora de no pocos récords, se dispuso a ayudarme desde el mismo instante en que nos conocimos. Compartió conmigo sus contactos, me recomendó lecturas y hasta me llevó a Kaluga para que conociese a la armera Valentina Krasnoshiókova. Jamás podré estarle suficientemente agradecida.
También fueron las integrantes del club Aviatrissa las que me presentaron a Anatoli Kanevski, periodista, piloto y gran entusiasta de la aviación, quien me apoyó muchísimo y me dio consejo, referencias e información.
Nunca podré pagar la amabilidad que han desplegado conmigo los distintos historiadores que me han ayudado. Escribí a la estudiosa estadounidense Reina Pennington después de leer su Wings, women and war. Ella se mostró encantadora y compartió conmigo con liberalidad todo el material y la información que le fue posible. Así, por ejemplo, puso a mi disposición un documento único: las memorias inéditas del comandante Aleksandr Grídnev, al frente del regimiento femenino de caza desde 1942.
El académico Mijaíl Rudenko me informó acerca del diario de la administradora del Komsomol Nina Ivákina, que al haber sido publicado a modo de apéndice de otro libro no aparecía recogido en ningún catálogo.
Escribí a Artiom Drabkin, quien ha recogido la mejor colección de toda Rusia de entrevistas con veteranos de guerra. Pese a su condición de hombre atareado y autor de grandes éxitos de ventas, me respondió de inmediato y se ha mostrado en todo momento generoso y solícito en extremo.
También me han sido de gran ayuda y han causado en mí una honda impresión dos maestras de escuela muy amantes de su profesión: Emilia Gaidukova y Valentina Váshenko. Las dos se hallaban al cargo de sendos museos escolares y dedicaban su tiempo libre a organizar a sus alumnos y llevar a cabo investigaciones destinadas a honrar la memoria de los soldados que murieron luchando por la región de la Unión Soviética en la que ejercía cada una de ellas: Viazma y Dombás respectivamente. Cada una de ellas tenía por centro de su labor a una persona en particular: Emilia Gaidukova, a Katia Budánova, y Valentina Váshenko, a Lilia Litviak. Con ambas aprendí muchísimo de mis heroínas.
Agradezco de corazón la ayuda brindada por todas las personas que he mencionado, y también por mi agente, Andrew Nurnberg, quien recibió con gran entusiasmo la idea de un libro así y me animó cada vez que necesitaba aliento.
Con todo, la persona a la que mayor reconocimiento quiero expresar es mi esposo, Martin, piloto de gran experiencia y no menos entusiasmo que me puso al corriente de los detalles técnicos, me corrigió cuanto escribía y hasta me hizo volar en un Yak. Por si fuera poco, me dio el ánimo necesario para redactar esta historia cuando tanto el momento como el lugar en que vivíamos parecían los menos oportunos para ello.
Bibliografía
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