JOANNA BOURKE es catedrática de Historia en el Birkbeck College de Londres. Es autora de libros sobre la historia irlandesa, la historia de las clases trabajadoras británicas y las guerras del siglo XX. Su anterior libro, An intimate History of Killing (1999), ganó el Premio Fraenkel de Historia Contemporánea y el Premio Wolfson de Historia.
Título original: The second world war. A people’s history
Joanna Bourke, 2001
Traducción: Víctor Pozanco
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
La Segunda Guerra Mundial superó a todas las guerras anteriores en pérdidas de vidas humanas. Murieron millones de personas, la mayoría de ellas civiles, y lo que quedó fue un mundo devastado por la destrucción material.
Con este libro, breve y objetivo, Joanna Bourke analiza los acontecimientos y sus consecuencias allí donde se libró la guerra: en toda la Europa central y occidental, en el frente oriental de la Unión Soviética, en el Pacífico, en África y en Asia. La autora muestra con claridad al lector el origen de las decisiones estratégicas militares, y sobre todo, su coste humano e individual. Recopilando entradas de diarios, historias orales, y testimonios personales, comprendemos los sentimientos del ciudadano de a pie ante los terribles acontecimiento que se desencadenaban a su alrededor.
Joanna Bourke
La Segunda Guerra Mundial
Una historia de las víctimas
ePub r1.0
Titivillus 23.05.2019
Notas
Capítulo 1
Introducción
N adie ha dicho que matar sea fácil. Sin embargo, la guerra depende de gran número de personas dispuestas a matar a otras tantas. En la edad contemporánea, la Segunda Guerra Mundial llevó esta exigencia militar a unos límites sin precedentes. La devastación fue tal que hubo que recomponer el mapa del mundo. Economías enteras se desplomaron y los daños psicológicos de la masiva aniquilación humana fueron incalculables. Para muchas personas el peso de los estragos materiales y psicológicos fue difícil de soportar. Como farfulló un joven soldado americano de infantería después de clavarle una y otra vez la bayoneta a un hombre hasta matarlo: «Me sentí mal… Mi padre me enseñó que no había que matar».
A nadie se le ocultaba la dureza inmisericorde de los combates. Los ejecutores —la mayoría jóvenes, pero también viejos, mujeres y niños— rara vez se libraban del pánico, el asco y la desesperación de unos actos de brutalidad grotesca. El escritor William Manchester recordaba que, después de matar a un soldado japonés en el Pacífico, clamó «Lo siento» y empezó a sollozar, antes de vomitar y de orinarse en su uniforme. También las víctimas eran de todas las edades, sexos, clases sociales y nacionalidades. Algunos fueron verdugos antes de convertirse en víctimas. El terror fue un factor omnipresente en aquella guerra. Las campañas militares, la estrategia y los «daños colaterales» son aspectos importantes de la guerra. Herir y matar se hallan en el corazón del conflicto militar. La guerra implica matar: los múltiples medios para lograrlo nunca quedaron tan claramente evidenciados como durante la Segunda Guerra Mundial.
«Guerra total»
La Segunda Guerra Mundial fue el mayor cataclismo de la historia contemporánea. Fue realmente una «guerra mundial». No hay más que comparar aquel conflicto con su antecesor más importante.
Durante la Primera Guerra Mundial, veintiocho estados participaron en la carnicería. Pero, entre 1939 y 1945, fueron sesenta y uno los estados que se enzarzaron en una lucha a muerte. La generalización de la lucha y la quiebra de la distinción entre el campo de batalla y la retaguardia fueron los rasgos principales de aquel conflicto. No cabe duda de que la Segunda Guerra Mundial impulsó el concepto de «guerra total», llevándolo a extremos tan aterradores que producen vértigo. Ciertamente, la población civil fue la víctima principal. También esto queda de manifiesto con la siniestra comparación con la Primera Guerra Mundial. Mientras que en el período 1914-1918 sólo el 5% de las víctimas fueron civiles, en el período 1939-1945 fueron civiles el 66% de las víctimas. En Bélgica, China, Francia, Grecia, Hungría, los Países Bajos, Noruega, Polonia, la Unión Soviética y Yugoslavia murieron muchos más civiles que militares. Además, utilicemos la definición que utilicemos, un gran porcentaje de estas víctimas eran incuestionablemente inocentes. Este libro contiene muchos ejemplos de este hecho aterrador. El Holocausto es el caso más destacado de la frenética matanza de no combatientes. Pero ése fue también el caso de muchas otras campañas de la guerra. Por ejemplo, de los seis millones de polacos, judíos y no judíos, que murieron a manos de los alemanes, un tercio eran niños.
Finalmente, la Segunda Guerra Mundial merece su reputación como el acontecimiento más aterrador de la historia contemporánea; el más deshumanizado, porque la aniquilación se basó en el llamado «cálculo racional». La ciencia y la tecnología se aplicaron con los fines más letales conocidos por la humanidad. Se recurrió a los bombardeos aéreos indiscriminados, el asesinato impersonal en las cámaras de gas y la ejecución de los habitantes de pueblos enteros. No es de extrañar que, para los ochenta y cinco millones de hombres y mujeres que sirvieron, y sobrevivieron, en las distintas fuerzas armadas durante la guerra, y para la vasta población que se vio en plena carnicería, y sobrevivió, la guerra fuese el momento más inolvidable de sus vidas.
La confusión y la complejidad son las características dominantes de esta «guerra total». Por esta razón, toda historia de la Segunda Guerra Mundial es inevitablemente fragmentaria e incompleta. Y más aún en el caso de este libro, dada su brevedad. Cada nación participante cuenta una historia distinta de «la guerra» y se encuentran muy pocos puntos coincidentes. Incluso cuestiones tan básicas como el «qué», el «cuándo» y el «quién» son polémicas. ¿Cómo llama cada país a este conflicto? Para los británicos es la Segunda Guerra Mundial, mientras que los americanos lo llaman Guerra Mundial II; para los rusos es la Gran Guerra Patriótica, mientras que los japoneses lo designan La Mayor Guerra de Este Asiático. Y existe un amplio desacuerdo acerca del nombre del acontecimiento más atroz de la guerra: la matanza de seis millones de judíos. ¿Hay que llamarlo Holocausto (Shoah, en hebreo), «El Acontecimiento», un genocidio, una exterminación, un asesinato masivo, «L’universe concentrationnaire», o designarlo con la expresión nazi «la solución final»? En este libro utilizaremos la palabra Holocausto, de origen griego, que significa «quema total», «sacrificio a Dios». Pero ¿qué significan estas palabras para los 15 millones de no judíos que también fueron víctimas de los asesinatos masivos de los nazis? Porque polacos, eslavos y gitanos fueron también víctimas del genocidio, así como los comunistas alemanes, los testigos de Jehová, los delincuentes «asociales», los disminuidos físicos y mentales, los enfermos crónicos y los homosexuales.
A un nivel más prosaico, ¿cuándo empezó la guerra? Algunos autores japoneses sitúan el momento en 1931 (o