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SINOPSIS
En El último aliento de César, Sam Kean nos invita a emprender un viaje alrededor del mundo y a través del tiempo para narrar la historia del aire que respiramos. Una historia que resulta ser la misma que la historia de la Tierra y de nuestra existencia en ella.
En cada respiración, literalmente estamos inhalando la historia del mundo. El 15 de marzo del año 44 a. C, Julio César murió en el suelo del Senado tras haber sido apuñalado, pero la historia de su último aliento todavía se está desarrollando; de hecho, es probable que ahora mismo estemos inhalando parte de ese aire tan especial.
De entre los sixtillones de moléculas que entran o salen de tus pulmones en este momento, algunas podrían contener trazas de los perfumes de Cleopatra, gas-mostaza del ejército nazi, partículas exhaladas por dinosaurios o emitidas por la bomba atómica, e incluso restos de nebulosa del origen del universo. Mientras investiga los orígenes y los ingredientes de nuestra atmósfera, Kean revela cómo la alquimia del aire modeló la forma de nuestros continentes, guió el progreso humano, alimentó revoluciones, y continúa siendo una gran influencia en todo aquello que hacemos.
Sam Kean
El último aliento de César
La épica historia
del aire que nos rodea
Traducción de Joan Lluís Riera
Para ver un mundo en un grano de arena
y un cielo en una flor del campo,
sostén el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.
W ILLIAM B LAKE,
Augurios de inocencia
Introducción
El último aliento
Hagamos un pequeño experimento. Durante unos segundos, fijémonos atentamente en el aire que se escapa de nuestro cuerpo, como si fuese el último aliento de nuestra vida. ¿Qué que sabemos de ese aire? Notemos cómo los pulmones se inflan y desinflan en el pecho. ¿Qué ocurre ahí dentro? Si ponemos la mano frente a los labios, notaremos que el gas que fluye entre ellos se ha transformado en nuestro interior, se ha tornado más cálido y húmedo, tal vez ha adquirido un olor. ¿Qué alquimia causa esa transformación? Y aunque nuestro sentido del tacto no alcance a percibirlo, podemos imaginar las moléculas del gas golpeando contra las yemas de los dedos, bolas inconcebiblemente pequeñas que rebotan hacia el aire que nos rodea. ¿Cuántas hay y adónde van?
Algunas no llegan muy lejos. Al volver a inspirar, se cuelan rápidamente de vuelta a los pulmones, como olas que se lanzan a la orilla solo para regresar al mar. Otras se alejan un poco más, se toman un descanso en la habitación de al lado y acaban volviendo también, como diminutos hijos pródigos. La mayoría simplemente se unen a las masas anónimas de la atmósfera y comienzan a dispersarse por todo el globo. Pero incluso entonces, tal vez varios meses después, unos pocos de esos peregrinos se nos acercarán de nuevo con paso cansado. Posiblemente seamos una persona muy distinta entre el primer y el segundo encuentro con esas moléculas, pero los fantasmas de los alientos pasados no cejan de revolotear a nuestro alrededor a cada segundo de cada hora, enfrentándonos a cada momento pasado de nuestra vida.