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Thels_ H. S. - Materia negativa

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Thels_ H. S. Materia negativa
  • Libro:
    Materia negativa
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    1957
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Materia negativa: resumen, descripción y anotación

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También se publicó en la colecció Galaxia 2001, en el año 1982 y con el número 273. Sobre la helada y desolada superficie de Marte, la masa de la Estació Experimental se destacaba como una giba grisácea, completamente cerrada, de bordes redondeados y de la que emergía, en dos direcciones distintas, el tubo del potente telescopio y el proyector que servía para el lanzamiento de los globos-sonda.

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También se publicó en la colección Galaxia 2001, en el año 1982 y con el número 273.

Sobre la helada y desolada superficie de Marte, la masa de la Estación Experimental se destacaba como una giba grisácea, completamente cerrada, de bordes redondeados y de la que emergía, en dos direcciones distintas, el tubo del potente telescopio y el proyector que servía para el lanzamiento de los globos-sonda.

Materia negativa
H. S. Thels
Materia negativa
Espacio - El Mundo Futuro nº 57
© EDICIONES TORAY, S.A-1957
IMPRESO EN ESPAÑA
PRINTED IN SPAIN
Impreso por EDICIONES TORAY, S. A. —Arnaldo de Oms, 51 − 53-BARCELONA
CAPÍTULO I
Sobre la helada y desolada superficie de Marte, la masa de la Estación Experimental se destacaba como una giba grisácea, completamente cerrada, de bordes redondeados y de la que emergía, en dos direcciones distintas, el tubo del potente telescopio y el proyector que servía para el lanzamiento de los globos-sonda.
Un intrincado juego de antenas, cables y mecanismos colocados en el exterior, formaban un bosque diminuto en el que el hielo había colgado sus eternos carámbanos.
Fuera de la Estación, en todo lo que alcanzaba la vista, hasta el lejano horizonte, tan llano como todo lo demás, sólo la soledad; la tremenda y escalofriante soledad del planeta muerto se ofrecía a los ojos.
Dos años antes, justamente en febrero de 2016, tras algunas intentonas frustradas, se había logrado establecer aquella Estación que, como una avanzadilla en el espacio, era utilizada para investigar los insondables misterios del Universo.
La claridad del cielo marciano, su casi completa ausencia de atmósfera y su situación propicia para la observación de
las constelaciones lejanas, habían despertado el interés de los científicos que, después de las primeras incursiones de los astronautas, que demostraron la creencia absoluta de vida en el planeta rojo, consiguieron dinero y permiso para establecer aquel magnífico puesto de observación en Marte.
Costó año y medio de esfuerzos el crear aquella especie de mundo artificial, completamente aislado del enrarecido aire del planeta y de su atroz clima. En realidad, desde que se habían cerrado las compuertas automáticas tras el equipo allí encerrado, nadie había osado abrirlas de nuevo, ya que el hacerlo hubiese significado la inmediata muerte de quien hubiera cometido tamaña locura.
Lo verdaderamente sorprendente era que aquel equipo de valientes, que había optado voluntariamente por un destierro en el planeta, estaba mandado por una deliciosa muchacha que todavía no había cumplido los veinticinco años.
Jossie Charpentier, la hija del famoso astrofísico, muerto pocos años antes, se había impuesto, de una manera rotunda, como profesora y matemática insigne. Sus conocimientos le sirvieron para optar y ganar la confianza del Gobierno francés que financió e hizo viable el fabuloso proyecto de establecer la Estación Experimental en Marte.
Hasta la fecha en que la Estación fue un hecho, sólo algunas astronaves, dirigidas por audaces y aventureros pilotos habían osado aterrizar en el planeta rojo reuniendo unos cuantos datos que eran tan inseguros como problemáticos; luego, al establecerse la Estación, ya nadie se preocupó de viajar hacia aquella parte del espacio y los astronautas dieron preferencias a Venus, donde ya se habían establecido una colonia de humanos.
En el interior de la Estación, todo había sido previsto, y, tanto la comodidad como la abundancia en medios científicos, habían sido estudiadas detalladamente.
Las observaciones hechas hasta la fecha demostraban de una manera indudable las ventajas de la posición tomada para echar una ojeada más completa al profundo espacio que se extendía más allá de Marte, pasando por el enjambre de asteroides, hasta Júpiter, el planeta gigante y los otros mundos, tan lejanos como misteriosos, que llegaban hasta el apenas visible Plutón.
* * *
Jossie terminó de cerrar la cápsula metálica del globo-sonda,
—Esta vez —anunció con voz bien timbrada—, lo lanzaremos a mil kilómetros de altura.
Sus colaboradores, que la rodeaban, experimentaban la misma emoción que ella, ya que se trataba de uno de los experimentos más importantes para acabar de demostrar, de una manera indiscutible, la completa ausencia de atmósfera en Marte.
—¿Cree usted —inquirió un mocetón pelirrojo y alto— que el globo podrá ser fácilmente recuperado?
La muchacha se volvió hacia Daniel con una sonrisa en sus rojos labios.
—Sí, amigo Vautrell —repuso—. No olvide que, gracias al mecanismo teledirigido que hemos aplicado al globo, podremos atraerle fácilmente hacia el lanzador, recuperando indemnes todos los preciosos aparatos que encierra.
León y Ferdinand, dos muchachos casi idénticos, con los mismos cabellos negros y ensortijados y una semejanza física que les hubiera hecho presumir ser parientes cercanos —o incluso hermanos—, asintieron con la cabeza.
—Si me lo permite —dijo León—, quiero decirle que estoy tan impaciente por saber lo que nos aclarará este experimento como de la llegada del ansiado relevo que esperamos.
—Lo comprendo —dijo Jossie—. Es natural que después de catorce meses de estancia en este encierro, deseemos volver a la Tierra. Yo también ansío el momento del regreso.
—¿Cree usted que vendrá monsieur Lenoir a relevarnos?
Los párpados de ella parpadearon una décima dé segundo; de todas formas, aquella demostración de una descarga emotiva, que no pudo contener, pasó muy pronto, y con voz tranquila y serena.
—No lo sé, Leclerc.
Y, después de una corta pausa:
—Preparemos el lanzamiento; estoy impaciente por ver los resultados que obtenemos.
En realidad, lo que deseaba ardientemente era dejar correr un poco su imaginación y así, mientras sus compañeros de equipo disponían el largo tubo por el que el globo-sonda iba a salir al exterior, ella entornó los ojos, como si meditase profundamente, dejándose llevar por el ensueño de unas ideas que la colmaban íntimamente de placer.
No le era muy difícil asumir aquel papel de «profesor» que su categoría científica le había dado; pero, de todos modos y a pesar de todo, no podía olvidar su esencia femenina, ya que no era una de esas mujeres inteligentes que, solamente por serlo, se creen vedada fa finalidad biológica de su existencia.
Jossie era completamente normal y muy bella. Y, como mujer, estaba plenamente convencida de que tenía derecho a algo que no se estudiaba en los gruesos volúmenes que poblaban su bien nutrida biblioteca.
Por eso, cuando alguien habló de Jacques en su presencia, el recuerdo del hombre amado hizo que todas las preocupaciones de aquel momento desapareciesen para dejar paso a una emoción íntima que estaba fuertemente ligada a ella.
Jacques Lenoir, ©I joven director del instituto Astrofísico de París era su prometido y, francamente, no era proporcionarle un placer el decirle que iba a ser precisamente él quien iba a encerrarse en aquella Estación durante los catorce próximos meses.
Se pasó la mano por la frente, como si desease borrar y desechar las pesimistas ideas que habían penetrado en su mente y acercándose a sus colaboradores.
—¿Cómo va éso, amigos míos?
—Ya está todo preparado, señorita Charpentier —anunció León—. Creo que podremos realizar el lanzamiento inmediatamente.
—Pues, adelante.
No tardó el precioso globo en pasar a la cámara del lanzamiento, después que las compuertas de contr estuvieron completamente cerradas.
Gracias a aquel sistema de cámaras consecutivas y compartimentos estancos, el aire helado de la superficie del planeta no penetraba jamás en el interior de la estación; ésta se alimentaba de los gigantescos depósitos de oxígeno, situados en sus fundamentos y directamente comunicados con una pequeña fábrica que abastecía del precioso elemento el ambiente interno de aquella especie de casamata.
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