[El orientalismo estableció] una cáfila de clisés etnocentristas… fundándose en premisas falsas e inciertas, forjó una avasalladora masa de documentos que, copiándose unos a otros, apoyándose unos en otros, adquirieron con el tiempo unindiscutido —pero discutible— valor científico.
Juan Goytisolo
INTRODUCCIÓN
Los textos que se recogen en este volumen han sido publicados a lo largo de más de 10 años en revistas y libros de orientaciones muy diversas, siendo difícil su conocimiento a las personas interesadas en los temas que tratan reuniéndolos aquí se pretende facilitar el acceso a un conjunto de investigaciones con un nexo común, el jardín andalusí. El título que engloba esta recopilación pretende marcar el camino por el que transita. Desde hace algunos años recurrimos a un artificio lexical, diferenciar entre jardines de al-Ándalus (andalusíes) y jardines hispanomusulmanes de la primera forma denominamos a aquellos que hubo en el territorio durante la edad Media, cuando aún vivía en él la civilización que les dio origen. La denominación segunda tendemos a usarla en referencia al variado y contradictorio conjunto de elementos posteriores, en el que consideramos tanto las transformaciones realizadas en los últimos siglos como las elaboraciones teóricas de quienes han reflexionado sobre ellos, recurriendo en ambos supuestos a un término, «hispanomusulmán», acuñado por el arabismo romántico español, con connotaciones fijadas por el posterior nacionalismo. Hoy está en desuso y ha sido en gran medida sustituido por el más científico, y aséptico, «andalusí». La práctica ha demostrado que la ideología no se vence con un cambio de término y, especialmente en referencia a los jardines, lo denominado «andalusí» acoge con frecuencia los mismos conceptos e ideas que tenía lo «hispanomusulmán». En estas páginas se encontrarán tanto aportaciones y reflexiones sobre la realidad medieval de aquellos jardines como sobre los juicios e ideas que se han vertido a lo largo del tiempo, especialmente en un momento que nos parece fundamental, las primeras décadas del siglo XX, cuando se empieza a producir teoría sobre ellos, usar nosotros la combinación terminológica «jardines hispanomusulmanes» para delimitar la materia que tratamos pretende ajustarse a lo que nos interesa analizar, tanto el «jardín andalusí» como las construcciones ideológicas elaboradas sobre él.
La segunda propuesta del título, con la alusión a la «herencia», tampoco es inocente, pues no compartimos la forma habitual de entender la permanencia de elementos de la jardinería andalusí, medieval, en los actuales jardines españoles, la mayor herencia recibida de los jardines de al-Ándalus es la permanencia misma de algunos de ellos que, más o menos alterados, son tal vez los jardines ornamentales más antiguos que han llegado hasta nosotros vivos, sin haber desaparecido nunca, sin haber dejado nunca de existir como jardín, indudablemente la fortaleza de la jardinería andalusí ha dejado líneas de continuidad en los actuales, sobre todo, lógicamente, en Andalucía; pero mucho de lo que se defiende como permanencia islámica pertenece en gran medida a un catálogo de elementos determinados por el clima y el terreno, mediterraneidad en suma, o a diversas incorporaciones que no son genuina herencia del pasado jardinero andalusí sino imitación reciente de elementos andalusíes, reales o imaginados. De la misma manera que no se considera, en sentido estricto, «herencia (o tradición) andalusí» el neomudéjar de principios del siglo XX, no debe hacerse con una fuente de azulejo o con una fuente baja de imitación alhambreña añadidas recientemente como adorno en un jardín andaluz.
A pesar de la diversidad de temas abarcados, en todos los textos hay una idea común, la historicidad del concepto «jardines hispanomusulmanes» para poder aportar conocimiento sobre el jardín andalusí nos ha sido necesario estudiar cómo se ha construido la actual visión dominante sobre él. Oreemos haber demostrado como esta ha sido formada por numerosos escritos que han ido vertiendo juicios sobre un jardín en gran medida desconocido; juicios avalados por el respeto a la «autoridad» de sus emisores, que en casi todos los casos eran ajenos al estudio de los jardines. De esta forma, a mediados del siglo XX, se consolidó una visión global de los jardines de al-Ándalus que funcionaba como un conjunto de axiomas. En efecto, la mayoría de las afirmaciones no fueron en origen demostradas y respondían a la opinión que cada autor, en su momento, tenía del «ser musulmán», en gran medida ajena —y a veces en franca contradicción— a lo que indican los restos materiales y a lo que la documentación existente permitía saber. Es la forma en que funcionan las ideologías, por ello no debe extrañar que lo que hoy se afirma sobre el jardín andalusí sea diferente a lo que se afirmaba en el XIX o a principios del XX el entramado de conceptos se ha adaptado siempre a las necesidades de cada emisor.
Los tópicos comúnmente aceptados son con frecuencia repetidos e impresos sin que hayan gozado nunca de algo sensatamente parecido a una demostración: que los jardines de al-Ándalus eran una metáfora del paraíso coránico; que gozaban de una primitiva sensibilidad, mezcla de utilidad y belleza, siendo al mismo tiempo huerto y jardín; que carecían de surtidores pues la hipersensible espiritualidad de los andalusíes huía de esos juegos «estúpidos»; que sus estanques, fuentes y juegos de agua estaban diseñados para poder realizar las abluciones; que los trazados eran de evidente origen persa; que lo que vemos hoy en la mayoría de los jardines andaluces es fruto de una línea casi sin rupturas que se pierde en la edad Media islámica. En los artículos recogidos se critican estas concepciones y ha sido nuestra preocupación averiguar cómo se ha establecido ese conjunto, conocer el origen de cada afirmación, quién fue el primero en escribirlo y en qué se apoyaba, cuál ha sido la cadena de transmisión de esos juicios, ver cómo de una frase que en un texto inaugural era un juego literario se pasaba, como una bola de nieve creciendo en un alud, a convertirse, décadas más tarde, en el centro de un discurso que no añadía elementos reales de conocimiento.
El debate sobre la historicidad de los conceptos emitidos acerca de los jardines andalusíes no pasaría de ser un juego académico y erudito si las visiones dominantes sobre ellos no hubieran sido las inspiradoras de una serie de intervenciones reconstructivas, que en los últimos doscientos años han buscado confirmar las teorías, acercando los restos materiales conservados a las formas que se imaginaba tuvieron en el pasado. En ocasiones eso se hizo eliminando testimonios originales que contradecían las teorías, operaciones que en otras artes habrían sido rechazadas de plano por los especialistas, se han realizado con tranquilidad en los jardines, al entenderse en ellos no un valor patrimonial sino otro turístico y de acompañamiento verde del monumento edificado, revestido todo de la llamada al esplendor perdido, frase tópica que en los jardines es de fácil uso, sin olvidar que a veces las intervenciones se han extendido a objetos de valor patrimonial relevante asociados a jardines (edificios, fuentes) en operaciones de reprístino torpemente violletianas. Al menos Viollet sabía que la forma prístina era una ficción teórica («Restaurer un édifice, ce n’est pas l’entretenir, le réparer ou le refaire, c’est le rétablir dans un état complet qui peut n’avoir jamais existí a un moment donné». Subrayado nuestro).
Estamos convencidos que nuestra búsqueda de una nueva manera de explicar los jardines de al-Ándalus, que responda mejor a lo que hoy sabemos, es una manifestación más de la explosión de conocimiento que se ha producido sobre el mundo andalusí. Está motivada tanto por la mayor y mejor aportación de textos y estudios como por la permanente aparición de nuevos restos arqueológicos que obligan a romper con las concepciones tradicionales. Esta tarea se suma a los esfuerzos de diversos investigadores que poco a poco van favoreciendo la visión científica de aquellos jardines. No solo los concretos de al-Ándalus, también los islámicos en general, con nuevos trabajos que aportan nuevas visiones. Es justo citar trabajos amplios como los de Luigi Zangheri y sus colaboradores sobre el jardín islámico, o más concretos y cercanos a nuestro tema, los de Douglas Fairchild Ruggles sobre el jardín andalusí, o los de Attilio Petruccioli y Mavash Alemí sobre jardines del Oriente musulmán. Sobre los jardines andalusíes la multiplicación de novedades es muy estimulante y permítasenos remitir como ejemplo relevante a las sesiones del seminario sobre «Jardines de al-Ándalus» organizado por la Escuela de Estudios Árabes y la Universidad de Granada, con nuestra colaboración y bajo la dirección de Julio Navarro Palazón, que reunió a arqueólogos, arquitectos, arabistas e historiadores del jardín en varias jornadas de fructífero debate. La importante cantidad de aportaciones nuevas allí presentadas marca de forma clara el nivel actual de conocimientos.
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