El rapto de la interioridad
Divulgación
El rapto de la interioridad
Tomás Calvillo Unna
Prólogo de
Guillermo Zermeño
M864.5
C167r
Calvillo Unna, Tomás
El rapto de la interioridad / Tomás Calvillo Unna. – 1ª edición. – San Luis Potosí, San Luis Potosí : El Colegio de San Luis, A. C., 2018
152 páginas ; 20 cm. – (Colección Divulgación)
Coedición con Editora Mival
Los textos que se presentan aparecieron en el periódico electrónico, Sinembargo
ISBN: 978-607-8500-48-2 (Impreso)
ISBN: 978-607-8500-93-2 (Digital)
1.- Editoriales – México – Siglo XXI 2.- Ensayos mexicanos – Siglo XXI 3.- Literatura mexicana – Siglo XXI I.- t. II.- s.
Primera edición: 2018
Diseño de la colección y traducción a ePub: Ernesto López Ruiz
© Tomás Calvillo Unna
D.R. © El Colegio de San Luis
Parque de Macul 155
Fracc. Colinas del Parque
San Luis Potosí, S.L.P., 78294
D.R. © Editora Mival, S. A. de C. V.
Galeana 485
Zona Centro
San Luis Potosí, S.L.P., 78000
ISBN: 978-607-8500-48-2 (Impreso)
ISBN: 978-607-8500-93-2 (Digital)
Hecho en México
Contenido
Prólogo
G UILLERMO Z ERMEÑO
El Colegio de México
Desde hace algún tiempo Tomás Calvillo le viene tomando el pulso al paso del tiempo, un tiempo que no respeta y no da respiro a nadie. Ni al tiempo de los políticos, ni al tiempo de los empresarios, ni al tiempo de los académicos, mucho menos al hombre y a las mujeres de a pie. Por eso, al ritmo de una escritura pausada, casi aforística, el final de este escrito, pese a todo, no puede ser más esperanzador. Hay un lugar, nos invita con insistencia, para el cultivo de la interioridad y la reflexión, a fin de abrir el espacio para el retorno del tiempo, pero ya sin el vértigo de nuestra época, propicio para el respiro y el aliento de los latidos de nuestros cuerpos y nuestro espíritu. Rescatar ese “espacio perdido” es la propuesta del autor de esta obra al lector. Y lo hace con el ritmo pausado y melódico de una escritura diligente, de trazos cortos y punzantes, compendiosa, casi al modo de los manuales de vida como el del Epicteto, cultivador de un realismo ajustado a los días en los que parece que todo naufraga, sin salvación. Así, la sustancia de este libro se encuentra no tanto en el qu é de las narraciones y las advertencias, sino en cómo lo hace.
Estructurado con trazos cortos. Compendiosos. Con alusiones y relatos extraídos de un presente que se escurre de las manos y de nuestras mentes, sembrando el campo de amnesia dolorida y perplejidad. Como sin proyecto. Viviendo tan sólo de la inmediatez. Cada trozo, como las estaciones de un viaje, está construido tal vez por esa razón, con la profundidad de quien está seriamente preocupado por pensar el pensamiento, a partir de lo que lo que va ocurriendo o puede ocurrir en nuestras mentes; buscando así descifrar los secretos que guarda esa caja negra en que se ocultan nuestros pensamientos para revelarnos el impacto, como humanidad, de una civilización gobernada más y más por la tecnología. Cómo no recordar aquí un texto de otro moralista de nuestra modernidad: aquel bello libro de Hans Blumenberg sobre la metáfora del “naufragio con espectador”, una manera como Occidente ha elaborado y descrito momentos de infortunio e inseguridad, como ha enfrentado y sorteado, desde la aparente firmeza de la tierra orillada, las incertidumbres del mar oceáno. Y todo a pesar de navegar en medio de la abundancia de todo.
Sin embargo, en su fragmentariedad y estilo, la obra de Tomás constituye una unidad discursiva para pensar críticamente estos tiempos inmersos en las paradojas de la aceleración temporal. Su preocupación tiene que ver con asir, describir y diagnosticar la dinámica del presentismo dominado por la inmediatez del día a día, del instantaneísmo, y sus efectos distorsionadores en las formas de hacer política y de emprender nuevas empresas; pero también en lo más general de lo que significa la educación y la constitución moral de la ciudadanía. El gran poeta ruso Osip Mandelstam advirtió alguna vez que el olvido de la palabra alguna vez expresable era como dejar al pensamiento sin voz, y así no hace más que regresarlo al país de la oscuridad. Tomás no olvida el imperativo de la palabra, de la comunicación y la interlocución, hechas desde la cotidianidad, desde lo más ordinario, para lo cual —una vez más la paradoja de la comunicación— hace falta el silencio y la lentitud.
En ese sentido, es verdad que se tiene a la mano un texto contemporáneo de otros pensadores del siglo XX ocupados en testimoniar y diseñar estrategias para pensar la cultura; fundamentalmente a partir del impacto de las distintas tecnologías de comunicación, capaces de lo mejor y lo peor, aptas para de-formar o con-formar subjetividades con aliento vital, para alienar y patologizar o para curar; en una palabra, para cultivar el cuidado de sí mismo (un eje rector de la crítica foucaultiana de la cultura) o de la “interioridad perdida” como nos advierte el autor de esta obra.
Por otra parte se trata también de un libro bastante benjaminiano . Por sus pasajes se vislumbra un grito de alerta frente a los peligros en los que está envuelta la misma cotidianidad. Por eso se acude tal vez a un estilo que tanto gustaba y frecuentaban los críticos culturales de la primera mitad del siglo XX . Acaso dejando ver la fragmentariedad y pérdida de la unidad proyectada en el siglo anterior, como un signo de época. Un ojo avisor que alerta e invita no sólo a la reflexión, sino también a la necesidad (y ahí aparece en la propuesta un llamado pertinente a los centros académicos y universitarios) de no ignorar el agotamiento de conceptos que articularon la modernidad clásica, y de encontrar y descubrir intelectualmente nuevas formas de reconceptualizar la experiencia de los individuos atravesada por una nueva forma de articulación de las relaciones de temporalidad, en las que el futuro ha dejado de ser el motor del presente, viniendo a ocupar el pasado memorialista ese vacío propio de las utopías modernistas.
Aquí cabría señalar que el remedio propuesto para la enfermedad del presentismo está basada en la contraposición clásica entre exterioridad e interioridad . Ahí emerge una pregunta inquietante: frente a esa exterioridad avasalladora, llena de ruido, ¿qué margen de acción le queda a la cultura de la interioridad? ¿Cómo se podrá conjurar ese ruido de la exterioridad y generar ese espacio de soledad indispensable para recapturar la interioridad capturada? Esa tensión se respira a lo largo de su lectura. La extensión de la guerra al territorio de las mentes oscilará casi inevitablemente entre los llamados silencios apenas perceptibles y el duro rumor y turbulencias impuesto por la política de cada día, sostenida al ritmo y fragor impuestos por los medios de comunicación de masas y las redes sociales.
Recuerdo bien cuando Tomás, siendo presidente de El Colegio de San Luis, organizó en el año 2005 aquella Conferencia Internacional en torno al Diálogo entre Civilizaciones. Encuentro memorable para rebatir y discutir la tesis, entonces en boga, de Samuel Huntington sobre El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial . Entonces, pese a todo, se respiraba un grado mayor de optimismo, teniendo en cuenta la gravedad de los problemas ocasionadas por nuevas migraciones económicas o forzadas por situaciones de guerra y de violencia generada a nivel regional de todos los signos. Años después, nuestro presente, tal vez ya no existan motivos suficientes para respirar el mismo optimismo. Y es que el centro de la preocupación está ahora en los efectos devastadores, por inéditos, que las redes sociales y los medios de masas tienen sobre las “mentes” de los individuos a nivel global; efectos vislumbrados en la capacidad y el poder de manipular o de llevar a los individuos por senderos no de libertad y solidaridad sino de aislamiento y enajenación. Ahora se respira un poco de tristeza y desánimo, pero podríamos recuperar aquel dictum de algunos clásicos del siglo XX : nos queda el pesimismo de la inteligencia combinado con el optimismo de la voluntad. Tal mezcla me parece entreverla en este ensayo luminoso de Tomás Calvillo.