Federico Jiménez Losantos, Pío Moa, Amando de Miguel, Javier Rubio, José María Marco, y otras grandes figuras mediáticas juntas, en un solo libro, hablando de su evolución ideológica y revelando suculentos detalles de sus biografías.
Son 10 entrevistas-testimonios, de los periodistas que hoy representan un fuerte polo de opinión en España, en torno a dos influyentes medios de comunicación: COPE y Libertad Digital. ¿Cómo se explica que muchos de los mejores periodistas e intelectuales que hoy, en España, representan a la opinión pública de derechas, fueran fervientes militantes de la extrema izquierda en su juventud?
Primeros espadas de la talla de Federico Jiménez Losantos, Pío Moa o Amando de Miguel se confiesan en este libro con Javier Somalo, director de Libertad Digital, para desvelar esta apasionante y —en no pocas ocasiones— arriesgada evolución biográfica e ideológica.
Javier Somalo & Mario Noya
Por qué dejé de ser de izquierdas
ePub r1.2
jandepora24.09.13
Título original: Por qué dejé de ser de izquierdas
Javier Somalo & Mario Noya, 2008
Diseño de portada: O3, S. L.
Editor digital: jandepora
ePub base r1.0
JAVIER SOMALO. Periodista, director de LibertadDigital.com, fue redactor de este periódico líder en Internet desde poco después de su fundación, en marzo de 2000. Desempeñó la labor de coordinador de información nacional y la de redactor jefe. Su trayectoria profesional ha estado ligada a la prensa escrita, en el diario Ya, y a la radio, entre otras, en Radio España.
MARIO NOYA. Licenciado en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Coordinador de la revista de pensamiento La Ilustración Liberal y de los suplementos de opinión de Libertad Digital y director del programa De Libros de Libertad Digital TV.
Notas
[53] Como las que hubo de escuchar a cuenta de la existencia del Muro de Berlín: [Carlos] Barros, dirigente [del PCE] que ahora [1979] debe [sic] serlo más, era hábil y emprendedor. Un día le pregunté:
—¿Cómo se explica el muro de Berlín?
—No sé, nunca me había preocupado de eso. Yo creo que no tiene interés. Habrán levantado el muro por las provocaciones del imperialismo, lógicamente.
Preocuparme de nimiedades anti-teóricas como la del muro berlinés habla poco a mi favor, y a cualquier intelectual próximo al PC le dará risa. Pero no dejaba de inquietarme. No obstante, razonaba, ¿qué es eso comparado con Vietnam? Pronto hallé en Ramos Oliveira una explicación redomadamente hipócrita, en la que glosaba la bella rentabilidad económica del muro para Alemania Oriental. Quien desea creer, como a mí me ocurría, da la bienvenida a razones como aquélla, y aun a otras menos refinadas. (Pío Moa, op. cit., p. 38).
[70] Así lo cuenta el propio Pío en De un tiempo…:
Las charlas religiosas constituían […] un flanco aprovechable. Daban pie a plantear cuestiones ideológicas, si bien con mil rodeos. Me empleé a fondo […] La religión tiene matices políticos fáciles de resaltar, y se toleraba limitadamente el disentir en público. Me valía de ello para exponer dudas y desacuerdos. Si el cura militar me quitaba la palabra, me entregaba una baza moral.
La receptividad de los compañeros no era buena […] Si olfateaban sanciones, se retraían. Además, la necesidad de circunloquios e implícitos redundaba en inevitable oscuridad. Al final de una parrafada alguien me comentó: «Haces bien en discutir al cura, pero, la verdad, casi no entiendo lo que dices».
[89] Aprovechando la circunstancia, le preguntamos cómo vivió la intentona de Tejero y compañía. Y esto fue lo que nos respondió:
El 23-F me cabreó mucho. Cuando me lo dijo mi compañera, puse la radio y me cogí de primeras un cabreo… Me dije: bueno, esto es la consecuencia de todas las estupideces que ha venido haciendo la izquierda, incluida la ETA, que para entonces ya me daba náuseas. Pero enseguida me di cuenta de que no iba a pasar nada, y cuando salió el Rey dije: «Se acabó».
[90] Nacido en Segovia en 1949 pero criado en Cádiz, fue abatido por la Policía el 20 de abril de 1979.
Delgado sentía entonces una admiración ilimitada hacia Pérez. «Es asombroso los conocimientos y la visión política que tiene: la mejor cabeza política de Europa». Frases así le nacían de su natural generoso y apasionado, condicionado por una cultura no muy profunda, falla común a todos nosotros. […]
Marcaba fuertemente su conducta el romanticismo revolucionario, con su carga de humana simpatía, pero también de arbitrariedad y subjetivismo.
Un día, charlando, se refirió a la fuente de nuestra vocación rebelde. «He llegado aquí partiendo del utopismo; yo era un poco anarcoide. En Cádiz existe mucha tradición anarquista, en la vida misma de la gente. La gente es muy cachonda, y con una mezcla de liberalismo… Todavía se recuerdan las Cortes de Cádiz […] Es curioso, los anarquistas tenían una veta puritana muy fuerte. Cuando se alzaban, una de las primeras cosas que hacían era destruir las bodegas y prohibir el alcohol. Yo creo que hay una veta utópica, o anarquista, en el movimiento obrero español, que es difícil de eliminar […] Yo creo que esa veta utópica se puede asimilar un poco, aunque, claro, de por sí lleva a la reacción. Es casi religiosa…». […]
Delgado sostenía una lucha interna, agravada por contradicciones intelectual-obrero, enconada en los partidos «proletarios», al revés de lo que pretenden. Esa lucha se reflejaba en una imprecisa tendencia mística, en altibajos, violentos a veces, de su ánimo, debidos, según creo, a crisis de desconfianza saldados con un agudo sentimiento de culpa.
Tuvimos una buena amistad, si bien nunca llegamos a intimar por completo, acaso porque compartíamos algunos defectos. Cuando una bala truncó sus días en la Plaza de Lavapiés […] recibí una fuerte conmoción, pese a llevar tiempo fuera del partido. (Pío Moa, op. cit., pp. 130-131. Véase también Pío Moa, «Flan con nata», Libertad Digital, 23-XII-2005).
[91] Nacido en Cádiz en 1945, falleció en Córdoba el 28 de enero de 2001. Tras pasar dieciocho años en prisión por, entre otras cosas, ordenar el atentado contra la cafetería California 47 de Madrid, en el que perdieron la vida ocho personas, en 1997 fue puesto en libertad por su mala salud. Nada más pisar la calle dijo no arrepentirse de nada de lo que había hecho; y añadió: «Espero que se hayan arrepentido ellos». (Véase Agustín Yanel, «El grapo que mandó volar California 47», El Mundo, 29-1-2001).
[…] no se apreciaban en él, externamente, signos del combate interior [que libraba Delgado de Codes]. Por el contrario, Sánchez mostraba un humor jovial y sostenido, confiado en sí mismo y en la causa. De espíritu inquieto y un tanto truculento, era capaz de gran ternura, especialmente hacia su mujer, típica gaditana como él, muy sacrificada y de débil salud. (Pío Moa, op. cit., p. 132).