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Javier Milei - Libertad, libertad, libertad: Para romper las cadenas que no nos dejan crecer

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Javier Milei Libertad, libertad, libertad: Para romper las cadenas que no nos dejan crecer
  • Libro:
    Libertad, libertad, libertad: Para romper las cadenas que no nos dejan crecer
  • Autor:
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    Editorial Galerna
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    2019
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Libertad, libertad, libertad: Para romper las cadenas que no nos dejan crecer: resumen, descripción y anotación

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Los autores, dos reconocidos economistas y exponentes del liberalismo en toda Latinoamérica, exponen en este libro, de forma directa y sin intermediarios, las principales ideas libertarias.

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Libertad, libertad, libertad

Javier Milei y Diego Giacomini

Libertad, libertad, libertad

Índice de contenido

Milei, Javier

Libertad, libertad, libertad : para romper las cadenas que no nos dejan crecer / Javier Milei ; Diego Giacomini. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2019.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-950-556-740-9

1. Economía Argentina. I. Giacomini, Diego II. Título CDD 330.82

Todos los derechos reservados

Diseño de portada: Margarita Monjardín

Diagramación de interior: B de vaca [diseño]

Fotografía de tapa: Julia Gutiérrez

© 2019, Javier Milei y Diego Giacomini

© 2019, Queleer S.A.

Lambaré 893, Buenos Aires, Argentina.

Primera edición en formato digital: mayo de 2019

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

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Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-950-556-740-9

Para mí el Estado es el enemigo ahora; yo querría un mínimo de Estado y unmáximo de individuo. Para eso quizá sea necesario esperar algunos decenios osiglos, lo cual, históricamente, no es nada.

El más urgente problema de nuestra época es la gradual intromisión del Estadoen los actos del individuo.

Creo que, con el tiempo, llegaremos a merecer que no haya gobiernos.

Jorge Luis Borges

Introducción:

La batalla cultural

Nuestro libro se enmarca en una misión. Hace unos ochenta años nuestro país inició un proceso de decadencia; como todo fenómeno social, esta decadencia es acumulativa. Como sus efectos son cada vez más grandes, el trabajo para revertir ese proceso debe ser cada vez más grande. En este marco, hay que tener en claro que la misión es un camino de largo plazo en el cual todo atajo será inexorablemente contraproducente.

No somos políticos. Creemos que nuestra decadencia tiene su origen en la propia forma de pensar de los argentinos, así que trabajamos sobre esa forma de pensar. Si nos metiéramos en la política institucional, como actualmente lo hacen otros liberales, el sistema nos comería crudos en seis meses. Sería tirar nuestro trabajo a la basura. La política no cambia nada; apenas legitima o legaliza algo que fue impuesto a la sociedad hace mucho tiempo, y que ahora, a su vez, emana de la sociedad. Por supuesto, los políticos, que son mentirosos profesionales, sostienen que la realidad se transforma desde la política. Es falso. La gente ya se divorciaba desde hacía décadas cuando Alfonsín propició la Ley del Divorcio.

Éste es el discurso permanente de los políticos: ustedes nos deben todo. Gracias a nosotros, que promulgamos la ley, se pueden separar y divorciar. Pero no: apenas legitimaron, a través del monopolio legal que tiene el Estado, algo que ya surgía de hecho de la interacción entre los individuos.

Nuestro enfoque es diferente. Para revertir la decadencia hay que mostrar a la gente cuál es su origen. Es necesario mostrarle que actúa a partir de un pensamiento equivocado, uno que mamaron desde muy chiquitos, en la escuela, cuya función es adoctrinar en la religión del Estado. Todo es funcional a la clase política, que usufructúa este estado de cosas. En este sentido, meterse en política cuando la sociedad todavía no está preparada para las ideas de la libertad, también terminará siendo un acto funcional a la casta política, en el cual las reglas del juego terminarán siendo las mismas reglas “sucias” de siempre. Este círculo vicioso se puede evitar sólo llegándole a la gente por “fuera” de la política, a través del mano a mano cotidiano. Recién luego de años de trabajo, y una vez que la gente haya cambiado, recién ahí se deberá ir a la política. Primero hay que

lograr que la gente adopte las ideas de la libertad; es decir, que la gente no quiera un Estado paternalista, ni pida un Estado como seguro contra todos sus fracasos.

Recién luego de lograr esto, tendrá sentido meterse en política y poner en práctica un achicamiento del Estado. Antes, será un fracaso.

¿Cómo llegar a la gente por encima de la escuela, la universidad, los medios, el discurso de los políticos? Tenemos una ventaja: la tecnología del siglo XXI nos permite difundir nuestro mensaje de manera masiva, rápida y eficaz gracias a las redes sociales —que son lo nuevo—, la televisión y la radio —que representa la tecnología media—, y los libros, artículos y conferencias, o sea la tecnología antigua.

Ni que decirlo, estamos muy lejos de haber cambiado la mentalidad colectivista de la Argentina, que por otra parte refleja una tendencia mundial. En el presente, y en el futuro inmediato, el liberalismo clásico ha perdido la batalla cultural contra el colectivismo.

¿En qué momento el liberalismo pierde esta batalla cultural? En el fondo, desde el primer día, porque el liberalismo clásico acepta la existencia del Estado.

Tiene que haber Estado —afirma— para que haya libre mercado. El Estado garantiza, mediante la seguridad y la justicia, la propiedad privada. Esto parece razonable, pero en realidad es contradictorio e inconsistente. Pensar así es plantar el germen del colectivismo. ¿Cómo protege el Estado a la propiedad privada?

Mediante el cobro de impuestos, que por necesidad es violento. Para proteger tu propiedad privada te arrebato por la fuerza esa misma propiedad privada. Ésta es la primera contradicción del liberalismo clásico.

A pesar de esa debilidad congénita, el liberalismo podía dar la batalla. Tenía con qué. Cuando cayó el Muro de Berlín, la discusión sobre la productividad quedó zanjada; en la Alemania capitalista la calidad de vida era muy superior a la Alemania comunista. Los panameños, los puertorriqueños, viven mucho mejor que los cubanos. Corea del Sur es una potencia emergente, mientras que Corea del Norte es un desastre. Cuando comparamos a Austria con Hungría, a Hong Kong con China, sucede lo mismo. La evidencia empírica es abrumadora. Como consecuencia, los socialistas de todos los colores, desde los socialdemócratas hasta los comunistas, se ven obligados a reconstruirse. ¿Cómo lo hacen?

Desplazando la discusión hacia el terreno moral. Ya no se discute qué sistema es más productivo: se argumenta que el capitalismo es injusto.

En este punto conviene hacer un pequeño repaso histórico. Para responder a la acusación de injusticia hacía falta volver a los fundamentos filosóficos del liberalismo; por desgracia, la única Escuela que trabaja sobre la economía como parte de un andamiaje filosófico es la Austríaca. Pero la Escuela Austríaca salió desprestigiada luego de la Gran Depresión, pese a haber sido la única rama del

análisis económico que la anticipó. Ludwig von Mises, ya en su libro Teoría deldinero y el crédito (1912), explicaba los riesgos de darle rosca a la política monetaria (con el modelo del auge y depresión), manipulando las tasas de interés para llevarlas debajo del punto de equilibrio y con ello estimular de modo artificial a la economía. Es más, ya en ese libro propone algo que nosotros deseamos también: una banca libre, con encajes del 100% para los depósitos a la vista. Sin embargo, cuando llega la Gran Depresión, Friedrich Hayek, el discípulo más importante de Mises, comete un grave error: frente a la corrida, propone que el sistema “limpie”, dejando caer a los bancos que no pudieran sostenerse, pero no se da cuenta de que su modelo estaba armado para un mundo que no existía.

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