PIERRE BAYLE. «Spinoza» (Dictionnaire, 1697, 1702)
B-1. Spinoza (Benoît de), judío de nacimiento y después desertor del judaísmo y, en fin, ateo, era de Amsterdam.
Ha sido un ateo de sistema.
Japón, DD. «Es bien cierto que hay ahí varias cosas que Spinoza no ha enseñado; pero, por otra parte, es muy cierto que ha enseñado, con esos sacerdotes japoneses, que el primer principio de todas las cosas y de todos los seres que componen el universo, son una sola y la misma sustancia, que todas las cosas son Dios y que Dios es todas las cosas, de tal manera que Dios y todas las cosas que existen, no hacen más que un solo y el mismo ser» (Bayle, 1983, 125-6).
B-2. No he logrado saber nada de particular sobre la familia de Spinoza; pero cabe pensar que era pobre y muy poco relevante.
Estudió la lengua latina con un médico, a la que dedicó varios años; después de lo cual se consagró por completo al estudio de la filosofía.
B-3. Como poseía un espíritu geométrico y se exigía dar razón de todas las cosas, comprendió muy pronto que la doctrina de los rabinos no era lo suyo. De ahí que se percató fácilmente de que desaprobaba el judaísmo en varios artículos, porque era un hombre que no simpatizaba con la coacción de conciencia y detestaba el disimulo. Declaró, pues, libremente sus dudas y su creencia.
Se dice que los judíos le ofrecieron tolerarlo, con tal de que él quisiera adaptar su conducta exterior a su ceremonial, y que incluso le prometieron una pensión anual, pero que él fue incapaz de asumir tal hipocresía. Solo poco a poco, sin embargo, se alejó de la sinagoga. Y quizá hubiera guardado con ellos las formas por más tiempo, si, a la salida del teatro, no hubiera sido atacado a traición por un judío, que le dio una puñalada. La herida fue leve, mas él pensó que la intención del asesino había sido matarle. Desde ese momento, rompió totalmente con ellos, y ésa fue la causa de su excomunión; he indagado las circunstancias, sin haber conseguido desvelarlas.
Compuso en español una Apología de su salida de la sinagoga. Este escrito no ha sido impreso, pero se sabe que él introdujo ahí muchas cosas que aparecieron después en su Tratado teológico-político.
B-4. Cuando Spinoza se volvió a los estudios filosóficos, se decepcionó muy pronto de los sistemas ordinarios e hizo admirables progresos con el de Descartes que renunció de algún modo al mundo para mejor dedicarse a esta tarea.
No contento con deshacerse de todo tipo de negocios, abandonó también Amsterdam, porque las visitas de sus amigos interrumpían demasiado sus especulaciones. Se retiró al campo, donde meditó a su gusto y trabajó en microscopios y telescopios. Continuó esta vida después de haberse establecido en La Haya, y tanto le gustaba meditar y poner en orden sus meditaciones y comunicarlas a sus amigos que concedía muy poco tiempo a recrear su espíritu, y algunas veces dejaba pasar tres meses completos sin poner el pie fuera de su hospedaje.
B-5. Esta vida oculta no impedía, sin embargo, que volara su nombre y su reputación. Los espíritus fuertes corrían de todas partes a él.
La Corte Palatina le deseó y mandó ofrecerle una cátedra de profesor de filosofía en Heidelberg. Él la rehusó como un empleo poco compatible con el deseo que tenía de investigar sin interrupción la verdad.
He oído decir que el príncipe Condé, estando en Utrecht el año 1673, ordenó que le rogaran que viniera a verle.
B-6. Quienes han tenido cierto trato con Spinoza, así como los paisanos de los pueblos donde vivió retirado algunas temporadas, coinciden en afirmar que era un hombre de trato fácil, afable, honrado, cumplidor y muy ordenado en sus costumbres.
B-7. Algunas personas pretenden que él ha seguido la máxima de que «nemo repente turpissimus» (nadie se hace depravado de repente) y que solo insensiblemente cayó en el ateísmo, y que aún estaba muy alejado de él en 1663, cuando publicó los Principios de filosofía de Descartes.
B-8. Todos los que han refutado el Tratado teológico-político, han descubierto en él las semillas del ateísmo; nadie, sin embargo, las ha desarrollado con tanta precisión como el señor Jean Bredenburg. Se diría que la providencia ha castigado de forma particular la audacia de este autor, cegándole de tal suerte que, por huir de las dificultades que pueden resultar enojosas a un filósofo, se metió en complicaciones infinitamente más inexplicables y tan manifiestas que jamás un espíritu recto será capaz de ignorarlas.
B-9. Quienes se quejan de que los autores, que han tomado la decisión de refutarle, no lo han conseguido, confunden las cosas: querrían que se les eliminaran plenamente las dificultades bajo las cuales él sucumbió.
No hay que olvidar que este impío no ha conocido las inevitables interdependencias de su sistema, ya que se ha burlado de la aparición de los espíritus.
Toda la disputa de sus partidarios sobre los milagros no es más que un puro juego de palabras y no sirve sino para hacer ver cada vez mejor la inexactitud de sus ideas.
B-10. Murió, según se dice, bien persuadido de su ateísmo y tomó precauciones para impedir, si fuera necesario, que fuera comprobada su inconstancia.
B-11. Sus amigos pretenden que, por modestia, no deseó dar su nombre a una secta.
Pero he aquí lo que pasa. En general, se llama spinozistas a todos aquellos que apenas si tienen religión y no lo ocultan demasiado. Lo mismo que en Francia se llama socinianos a todos aquellos que pasan por ser incrédulos respecto a los misterios del evangelio, aun cuando la mayor parte de esas gentes no hayan leído jamás ni a Socino ni a sus discípulos. Por lo demás, ha sucedido a Spinoza lo que resulta inevitable a todos los que construyen sistemas de impiedad: se guardan de ciertas objeciones, pero exponiéndose a otras más inquietantes. Si no pueden someterse a la ortodoxia, si tanto les gusta disputar, les sería más cómodo no hacerse los dogmáticos.
B-12. Ahora bien, de todas las hipótesis de ateísmo, la de Spinoza es la menos capaz de engañar, porque, como ya he dicho, combate las nociones más distintas que haya en el entendimiento humano. Las objeciones contra él surgen a montones, mientras que las respuestas que él puede darles, superan en oscuridad a la tesis misma que debe defender.
Esto hace que su veneno lleve consigo su remedio. Hubiera sido más temible, si hubiera empleado todas sus fuerzas en aclarar una hipótesis que está muy en boga entre los chinos y que es muy diferente de la por mí aludida en la segunda observación de este artículo.
B-13. Acabo de enterarme de una cosa bastante curiosa, y es que después de haber renunciado a la profesión del judaísmo, profesó abiertamente el evangelio y frecuentó las asambleas de los menonitas o la de los arminianos de Amsterdam.
B-14. Lo que de él se dice en la continuación de Menagiana es tan falso.
Los motivos por él alegados de su duda son muy razonables. No hubiera ido demasiado lejos, de haberse pronunciado por la negativa con decisión. Señalaremos una falta que cometió en la misma página.
B-15. Digamos algo sobre las objeciones que he presentado contra el sistema de Spinoza. Podría haberles añadido un amplio suplemento, si no estimara que ya eran más bien demasiado largas, dada la naturaleza de mi obra. No es éste el lugar de emprender una disputa metódica. He debido contentarme con exponer observaciones generales que atacasen al spinozismo en sus fundamentos y que hiciesen ver que es un sistema que se apoya sobre un supuesto tan extraño que trastoca la mayor parte de las nociones comunes que sirven de norma en las discusiones filosóficas. Combatir este sistema por oponerse a los axiomas más evidentes y más universales que hasta ahora haya habido, es sin duda una muy buena forma de atacarlo, aunque quizá sea menos apta para curar a los viejos spinozistas que si se les hiciera ver que las proposiciones de Spinoza se oponen unas a otras.