Esta biografía de Hannah Arendt, una de las pensadoras más originales y controvertidas del siglo XX , va más allá de la reconstrucción de la vida de la filósofa. Constituye también una exposición de su vasta obra y de su época. Basándose en textos personales e inéditos, recrea numerosos episodios de una existencia compleja y los entrelaza con los grandes dilemas y los grandes dramas de un siglo cruel. Proporciona además una guía para la interpretación de una obra ineludible.
A GRADECIMIENTOS
Hannah Arendt fue afortunada en el terreno de la amistad, como se señala en esta biografía. También yo he sido afortunada al tratar con sus amistades. Mary McCarthy, albacea literaria de Arendt, me concedió con generosidad entrevistas, así como la posibilidad de consultar las cartas de Hannah Arendt dirigidas a ella y permiso para citar de la obra publicada y de los materiales inéditos del legado Arendt. Lotte Köhler, quien emprendió con gran entrega la tarea inmensa de clasificar y organizar los papeles y bienes de Arendt, se mostró siempre generosa como informante. Asimismo, leyó mi manuscrito y me dio un inestimable apoyo moral.
Los familiares de Hannah Arendt —Käthe y Ernst Fürst de Tel Aviv, Else y Manfred Braude de Cambridge (Inglaterra), y Eva Beerwald de Londres— me proporcionaron datos y recuerdos, fotografías y su cálida hospitalidad. Niouta Ghosh, de Calcuta, prima de Arendt, respondió por carta a mis preguntas. El primer marido de Hannah Arendt, Günther Anders, me recibió en Viena y posteriormente me brindó a menudo su apoyo por correspondencia.
Los miembros de la «tribu» Arendt-Blücher, la mayoría de los cuales residen hoy en Nueva York o sus cercanías, me guiaron, me hicieron correcciones, me ayudaron en las traducciones del alemán: en una palabra, me iniciaron. He mantenido entrevistas individuales con la mayor parte de ellos y me he sumado a las celebraciones que organizan cada año en conmemoración del aniversario de la muerte de Hannah Arendt. He contraído una deuda de gratitud hacia ellos no sólo por su ayuda en la elaboración de este libro, sino también por el reflejo de su fidelidad a Hannah Arendt que ha recaído en mí. No puedo dejar de mencionar a Jeanette y Salo Baron, Charlotte Beradt, Alcopley, Rose Feitelson, Minka y Peter (m., 1981) Huber, Eleonore y Hans Jonas, Charlotte y Chanan Klenbort y sus hijos Daniel e Irene, Else y Paul Oskar Kristeller, Alice y Joseph Maier, Hans Morgenthau (m., 1980) y su hija Susanna, Priscilla y Robert (m., 1978) Pick, Richard Plant, Ingrid Scheib, Joan Stambaugh, y Helen Wolff. Fue Anne Mendelssohn Weil quien me incitó en primer lugar a escribir esta biografía de la que fue su amiga durante cincuenta años, apoyándome en todo momento. Lamento que Robert Gilbert, el mejor amigo de Blücher, muriese antes de que me fuese posible mantener una entrevista con él. Su primera esposa, Elke Gilbert, de Zurich, y su hija Marianne Finnegan han sido sobremanera cordiales y me han prestado ayuda. Muchos de los conocidos de Arendt, a menudo amigos de estos amigos, me concedieron entrevistas: George Agree, Richard Bernstein, Leon Botstein, Irma Brandeis, Roger Errera (París), Carl Frankenstein (Jerusalén), Nahum Goldmann (París), Nina Gourfinkel (París), Käthe Hirsch (París), Yela y Henry Löwenfeld, Eva Michaelis-Stern (Jerusalén), Henry Paechter (m., 1980), Ilse Schlechter, Elizabeth Stambler, Hannah Strauss, Ernst Vollrath (Colonia). Muchos de los amigos americanos de Hannah Arendt han fallecido ya: Rosalie Colie, J. Glenn Gray, Randall Jarrell, Robert Lowell, Philip Rahv, Harold Rosenberg. Pero muchos de los que la han sobrevivido me han prestado una gran ayuda. Me siento obligada a mencionar mi especial gratitud hacia Dwight MacDonald y William Shawn.
Tuve la posibilidad de leer la correspondencia Arendt-Jaspers y Arendt-Blumenfeld en el Deutsches Literaturarchiv de Marbach am Neckar (Alemania), donde Ludwig Greve y sus colegas me facilitaron unas condiciones ideales de trabajo así como, en el caso de Herr Greve, una espléndida compañía. Hans Saner, de Basilea, me dio permiso para citar documentos de Jaspers a su cargo, cosa que le agradezco así como la cuidada edición de las obras de Jaspers que ha realizado. Como dejo constancia en el Prefacio, no tuve acceso a la correspondencia Arendt-Heidegger.
He consultado los archivos de Arendt, depositados en la Biblioteca del Congreso, en Washington D. C., pero la mayor parte de las notas que tomé de tales documentos datan de los años 1976-1977 cuando Lotte Köhler, Jerome Kohn y Lawrence May los estaban organizando con vista a este depósito. Por eso las referencias a los archivos Arendt que se dan en el texto indican el autor, destinatario o título, y fecha, y no la numeración de los legajos de la Biblioteca del Congreso. Debo agradecer al personal de la sala de manuscritos de esta Biblioteca sus servicios. Y también me complace manifestar mi gratitud hacia el personal de otras bibliotecas en las que he trabajado: la Biblioteca Olin de la Wesleyan University; la Biblioteca del Bard College; la Sala Judaica de la Biblioteca Pública de Nueva York; el Instituto Leo Baeck de Nueva York; el British Museum; el Centre de Documentation Juive de París; la Alliance Israélite Universelle de París; el Archivo Central Sionista de Jerusalén; y Yad Vashem también de Jerusalén. Paivi y Heinz Kemmer efectuaron en diversas bibliotecas alemanas pesquisas bibliográficas a fin de localizar las primeras colaboraciones periodísticas de Arendt.
El apoyo de algunos estudiosos de Hannah Arendt ha tenido para mí una significación especial, como en el caso de Michael Denneny, Melvyn Hill y su esposa Anne, Jerome Kohn y Lawrence May. Mi amigo Jerome Kohn me dio su inestimable ayuda leyendo cuidadosamente el manuscrito de este libro; las partes dedicadas a las obras de Arendt deben mucho a sus observaciones críticas.
Tanto mis colegas como mis estudiantes del departamento de Letras de la Wesleyan University, así como las secretarias del departamento y Mary Jane Arico, que mecanografió el manuscrito, fueron pacientes y me brindaron su confianza. Este libro fue escrito sin ningún apoyo financiero ni beca de institución alguna. Sin embargo, la Wesleyan University me ayudó en la preparación del manuscrito.
Maureen MacGrogan, de la Yale University Press, aportó a la preparación de la edición del manuscrito una rara combinación de penetración filosófica y dotes literarias. Fui su agradecida alumna en el examen página a página a que lo sometió. Los atentos cuidados de Anne Mackinnon en las fases finales de la preparación del texto para la imprenta fueron de enorme importancia para dar al manuscrito su forma final.
Confío en que aquellos a quienes dedico este libro se deleitarán con él, en prenda de las atenciones que ellos han tenido conmigo: Hope, Robert, las dos Loise, Ernie, Elisabeth la mayor y el resto de mi querida familia.
Chester, Connecticut
Julio, 1981
P REFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN
En el otoño de 2003 conté una de mis anécdotas favoritas sobre Hannah Arendt a un auditorio formado por profesores y alumnos de un College de Nueva Inglaterra. En 1969, poco después de que Arendt empezase a dar clases en la New School for Social Research de Nueva York, un grupo de estudiantes (entre los que estaba yo) que protestábamos por la Guerra del Vietnam fuimos a pedirle consejo sobre si deberíamos unirnos con un sindicato local para planear una manifestación antibelicista. Arendt escuchó con atención todos nuestros pros y contras, antes de responder lacónicamente, en su marcado acento alemán: «Ffien [por “bien”], eso significa que podríais usar su mimeógrafo». Cuando terminé de contar la historia, el profesor más veterano que había entre mis oyentes (contemporáneo mío) sonrió con este ejemplo del pragmatismo de la gran teórica política, mientras los estudiantes miraban con entusiasmo, pero desconcertados. Uno de «los recién llegados», así era como Arendt se refería siempre a los estudiantes, se me acercó y me agradeció la charla, que había encontrado muy sugerente. «Leer a Hannah Arendt ha sido muy, no sé, muy impresionante para mí», me dijo. Y entonces me preguntó, completamente en serio: «¿Qué es un mimeógrafo?».