En el harén de Estambul
Historias reales de mujeres turcas en el Siglo XXI
Carla de la Vega
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© Carla de la Vega
Diseño de la portada: Pete Garceau
Fotografía: Zeynep Gün
Segunda edición: Abril de 2012. En el harén de Estambul. Versión digital.
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Primera edición: Junio de 2009. En el harén de Estambul. Styria de Ediciones y Publicaciones S.L.
A Salva
Índice
Proemio
Les presento a Zelal, a sus treinta y dos años demasiado sufridos y con una vida que se le escapa:
«Me quieren matar. No quiero morir, aun me quedan muchas cosas por hacer. No he hecho nada malo. Mi única culpa es haber sido honesta, haber confiado, haber sido demasiado inocente. No quiero morir, no quiero, no quiero… Desde que nací me han ido matando poco a poco. No me dejaron ir a la universidad porque era de putas. Y mira en lo que me he convertido... En una prostituta. ¿Acaso soy algo diferente?»
Conozcan también a Sennur. Cuando la vi por primera vez tenía 23 años y se las ingeniaba para entrar en la universidad con velo islámico pese a estar prohibido por ley en Turquía. Les adelanto que nunca ha besado a su novio con el que lleva más de dos años saliendo: «El Corán dice: no te acerques al sexo porque unas cosas te pueden llevar a otras. Eso significa que no puedes tener relaciones sexuales, pero también que hay que evitar todos los preámbulos, todas las cosas que puedan incitar a hacerlo. No debemos tocarnos, ni besarnos. Por eso no le miro. Él ya se saltó una vez las reglas y me tocó la mano. Me gustó, pero va en contra de mis creencias y me siento mal por ello. Me gustaría mirarle, pero no puedo. El Libro no lo permite».
De forma muy diferente piensan las turcas de cabelleras al viento, manicuras impecables y trajes cortísimos que se contonean en las discotecas de Estambul. El atuendo de Ayse, de 26 años, no es tan escaso pero, les confesaré que hace tiempo que dejó de ser virgen. «Es completamente necesario tener relaciones sexuales antes del matrimonio… ¡Hay que saber con quién te juntas! Puede ser que con una persona que lleves años no quieras acostarte, o que de repente conozcas a alguien que te vuelve loca, un verdadero flechazo, y el primer día te vas a la cama con él».
Rashel es una sefardí de más de 60 años que, como las anteriores mujeres, también vive en la antigua Constantinopla, ahora Estambul. Ella nos contará su difícil historia de supervivencia haciendo uso de ese vástago del español que recibe el nombre de ladino: «Estoy encantada de haber envejecido. Los hombres no me dejaban vivir. Todos creían que me iría a la cama con ellos. ¡Estos turcos son todos iguales! No quiero saber más de ellos, me han arruinado la vida. ¿Cómo pude aceptar seguir casada con alguien que me encerraba? Era boba».
Mientras descubría los entresijos políticos y sociales de un nuevo país, esta vez de mayoría musulmana, cada vez me producían más curiosidad estas mujeres que viven en una Turquía que se debate constantemente entre Oriente y Occidente, entre tradición y modernidad, entre religión y laicismo.
Desde el primer momento, captaron mi atención los llamados «crímenes de honor». Lo más macabro, ruin, salvaje y deleznable que se le puede hacer a una mujer con el pretexto de salvar el buen nombre de los hombres. Me arrancó las lágrimas la historia de una joven kurda a la que, además de haber sido violada por su vecino, torturada por un familiar y repudiada por su esposo, su familia quería matar por haber quedado embarazada a raíz del estupro. Sentí tal impotencia al leer aquel relato, que decidí indagar más sobre el tema. Fue difícil ponerme en contacto con mujeres que escapasen del arma de la costumbre porque la mayoría están fuertemente protegidas, pero al final lo conseguí. Esa es Zelal, ya les he hablado de ella.
¿Cómo haber imaginado que en un país donde la mayoría de la población es musulmana estuviese prohibido por ley el uso del velo islámico en las universidades? Pues en Turquía es así y lo más sorprendente son las imaginativas estratagemas con las que las muchachas sortean esta legislación.
He podido conocer a muchas mujeres con velo que sufren cada día los inconvenientes de vivir en un país que no las acepta con ese trozo de tela que cubre su pelo. Con ellas he tenido largas discusiones sobre los mandatos del Corán y la situación de la mujer en el mundo musulmán. La más interesante, sin duda, Sennur, la mujercita que se ha abierto a mí y me ha contado sus más secretas intimidades. Ya la han oído, no quiere saber nada de sexo.
Y me encontré con mujeres sin velos islámicos, con tacones vertiginosos y escotes pronunciados. Con muchachas que me hablaban de trabajo, de emancipación, de hombres, de compras y peluquerías. Ayse es una de ellas. No se la pierdan.
Como cualquier española había oído la historia de los sefarditas que fueron expulsados de España, pero desconocía por completo que en la Turquía musulmana del siglo XXI aún hubiese personas que hablasen en ladino. Me sorprendió tanto que quise indagar un poco más sobre las mujeres de esa comunidad descendiente de los judíos hispánicos. Una tarea harto difícil debido a las casi infranqueables medidas de seguridad con las que los hebreos se resguardan en la vieja Constantinopla. Hasta el punto que un agente de seguridad en una sinagoga me llegó a acusar de terrorista. No me culpaba de llevar una bomba, pero sí de ser una espía en busca de un mapa mental de la disposición del templo, que pasaría más tarde a mis cómplices. Tuve que tragarme su agresividad desmedida e irme sin conocer el templo de Ortaköy, pero allí estaba conmigo, para ayudarme a entrar en otra sinagoga, Rashel. Estar con ella y conocerla más a fondo mereció la pena.
Este libro es un compendio de esas historias que, desde el principio, llamaron mi atención.
Escuchen a estas mujeres pues tienen mucho que contar sobre sus vidas, sus miedos, frustraciones y sueños; y sobre este país siempre convulso en el que viven. Lean sus relatos, porque en este libro, por una vez, sus vidas son protagonistas. Les he dado voz porque a través de ellas, de sus biografías, se puede entender un poco mejor a estas mujeres turcas a veces tan lejanas a nosotras y otras, con unos sentimientos tan parejos a los nuestros que no resulta difícil identificarse en ellos.
Con estos retratos no busco perpetuar estereotipos, ya que, como hay innumerables tipos de mujeres españolas, también los hay de turcas. Tampoco quiero caer en burdas generalizaciones. Así que no esperen, de este libro, un manual, sino un intento de entender un poco mejor a esas mujeres con las que se cruzan por las calles de la vieja Constantinopla.
Primera parte
Las indeseables
Tenemos que estar sentadas,
en silencio, obedecer siempre
y ver la vida pasar
hasta hoy
Hay mujeres
Hay mujeres
Mujeres en todos los sitios
Hay mujeres
Hay mujeres
Mujeres en todos los sitios
Estuvimos calladas y esperamos
Vimos la vida pasar
Al final decimos, ¡es suficiente!
No estaremos en silencio nunca más
…
Canción Kadınlar Vardır (Hay mujeres)
del álbum Güldünya Ş arkıları (Canciones de Güldünya)
La huida
Se tiene que ir. Es la única solución, su única salida. Tiene que abandonar Turquía y lo ha de hacer lo más rápido posible. Ya no le queda tiempo; la van a matar. Sí, lo hará su marido y si no, su propia familia.