José Miguel Cejas Arroyo - Montse Grases: La alegría de la entrega
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Montse Grases: La alegría de la entrega: resumen, descripción y anotación
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© 2012 de la presente by EDICIONES RIALP, S.A., Alcalá, 290.28027 MADRID (España).
Conversión ebook: CrearLibrosDigitales
ISBN: 978-84-321-4193-5
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La alegría de la entrega
José Miguel Cejas
Todo tiene su momento, y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de danzar; tiempo de esparcir las piedras y tiempo de amontonarlas; tiempo de abrazarse y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz.
Qohelet 3, 1-8
«La solemnidad de hoy –afirmaba Juan Pablo II en la fiesta de Todos los Santos de 1992– nos ayuda a tomar conciencia de la vocación común a la santidad. No es un hecho casual que entre los santos que la Iglesia venera haya personas de todas las edades, de todos los pueblos y de toda condición social (...).
»El mundo tiene necesidad urgente –proseguía el Papa– de una “primavera de santidad” que acompañe los esfuerzos de la nueva evangelización, y ofrezca un sentido y un motivo de confianza renovada al hombre de nuestro tiempo, a menudo defraudado por promesas vanas y tentado por el desaliento.
»Los hijos de la Iglesia están llamados a responder a este desafío mediante un compromiso de santificación serio y diario “en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida... haciendo manifiesta a todos, incluso en su dedicación a las tareas temporales, la caridad con la que Dios amó al mundo” (L.G. 41)».
La vida de Montse Grases (1941-1959) constituye una respuesta estimulante a ese desafío del que hablaba el Papa. Su vida santa fue el fruto granado del espíritu y las enseñanzas del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, de la fidelidad de los primeros miembros de la Obra y del ejemplo de sus padres, que pertenecen también a esta institución de la Iglesia. Su existencia no se entendería si la desgajásemos de estas raíces familiares y espirituales.
Por esta razón, antes de mostrar su figura, se perfilan en estas páginas algunos trazos del tiempo que le tocó vivir, del ambiente de su familia y del desarrollo del Opus Dei. Al lado de su figura se resaltan otras, como las de Isidoro Zorzano, uno de los primeros miembros del Opus Dei, también en proceso de Beatificación; de María Ignacia García Escobar, una de las primeras mujeres del Opus Dei; de la madre y la hermana del Fundador, Dolores Albás y Carmen Escrivá; de Mons. Álvaro del Portillo, actual Obispo-Prelado del Opus Dei; y de algunos hombres y mujeres de esta institución de la Iglesia, como Juan Jiménez Vargas, Encarnación Ortega o Digna Margarit.
Entre las fuentes que he consultado, cobran especial relevancia los testimonios sobre Montse Grases escritos por las personas que la conocieron y trataron más directamente, fechados en su mayoría durante los años 60-62. Muchas de ellas testificaron en el Proceso Informativo para su Causa de Beatificación y Canonización.
Me he entrevistado personalmente con muchas de esas personas; he ido engarzando en el texto las antiguas impresiones de esos testigos, y sus valoraciones actuales. He constatado un hecho especialmente relevante: estos hombres y mujeres conservan un recuerdo vivísimo, profundo e indeleble, de la figura de Montse Grases. Los avatares del tiempo, los cambios de mentalidad y de costumbres que han tenido lugar en estos treinta años, no han oscurecido su figura; al contrario: se ha ido engrandeciendo con los años, lo mismo que su devoción privada, y su vida sigue siendo un profundo testimonio de santidad en medio del mundo; un perfil atractivo de vida cristiana; un modelo juvenil, sugerente y profundamente actual.
Vaya por delante mi más cordial agradecimiento a todas estas personas por su colaboración, y de un modo muy especial a los padres de la Sierva de Dios. Deseo también expresar mi gratitud a don Benito Badrinas, Vicepostulador de la Causa de Beatificación de Montse Grases, por la atención y facilidades que me han ido proporcionado a lo largo de estos años para la elaboración de este trabajo.
Madrid, 26 de marzo 1993
1400-1936
Sembrador
que has puesto en la besana tu amor
el trigo de mañana
será tu recompensa mejor.
Dale al viento
el trigo y el acento
de tu primer lamento de amor
y aguarda el porvenir
sembrador...
Manuel Grases Codina me recibe en la puerta de su casa barcelonesa de la calle París, esquina Aribau, en la parte alta del Ensanche. Es un hombre alto, de cabello blanco y talante cordial. Toda su persona –setenta y muchos años, que se deslizan sigilosamente, casi de puntillas, hacia los ochenta– comunica una poderosa sensación de serenidad y de sosiego. Esa sensación se acrecienta cuando, tras las presentaciones de rigor, comienza a hilvanar, al hilo del recuerdo, los sucesos que rodearon la vida de su hija Montse. Empieza evocando sus raíces familiares.
«Hace ya muchos años, desde el 46 –me cuenta, mientras enciende parsimoniosamente su vieja pipa inglesa de madera–, he venido dedicando muchos de mis ratos libres a bucear en las raíces de nuestro árbol genealógico y he podido comprobar que por parte de mi familia, es decir por el lado paterno de Montse, todas nuestras raíces son totalmente catalanas. Somos catalanes cien por cien. Por lo menos desde el siglo XV, que es hasta donde he podido llegar en mis investigaciones.
»El dato más antiguo que poseo sobre un antepasado nuestro lo encontré en el Arxiu Històric Municipal de Valls. ¿Conoce usted Valls? Es la capital de l’Alt Camp, una comarca del norte de Tarragona, que fue, desde el siglo XI, una ciudad relativamente importante. Pues bien, esta ciudad, tiempo más tarde, ya en los albores del XV, se vio afectada por unas grandes epidemias; y fue tanta la mortandad, que los supervivientes de su Consell General, para revitalizar la población, decretaron eximir de tributos a todos los que se asentasen allí. Y en el Llibre de les Estimes de Valls, que era un padrón de la ciudad que se hacía periódicamente, en el del año 1430, ya aparece un tal Andreu Grasa, cuya procedencia exacta se desconoce. Ése es el primer Grasa del que tengo noticia.
»Después de ese primer Grasa, se sucedieron seis generaciones de campesinos, de payeses, como los llamamos en Cataluña, que fueron prosperando económicamente hasta que nos encontramos en el año 1565 con un tal Sebastià Grases, casado con Catharina, y hombre seguramente rico, que ya vive en Barcelona. Mientras tanto, en la segunda mitad del siglo XV el apellido Grasa se fue convirtiendo en Grases, a causa de la desidia de los respectivos amanuenses, y se le encuentra escrito de varias formas diversas –Grasas, Grassas y Grasses– incluso dentro de un mismo documento.
»Desde siglo XVI hasta la actualidad se han sucedido otras diez generaciones.
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