IN MEMORIAM
OTTO PÖTZL [1] INTRODUCCIÓN
La Universidad de Viena otorgó al Profesor Dr. Viktor Frankl el título de doctor honoris causa en ciencias el 14 de mayo de 1986. Fue el duodécimo título honoris causa de Frankl y para mí como laudator de este acontecimiento fue un motivo de echar una mirada retrospectiva a la obra y a la vida de un hombre que yo mismo tuve la suerte de conocer como joven estudiante hace más de 30 años.
Pronunciar la laudatio no fue una tarea complicada: no resulta difícil ensalzar a un hombre del que, desde 1946, han aparecido nada menos que 27 libros en 21 idiomas (¡entre otros, una edición en 7 volúmenes de su obra completa en japonés!). Destacar los méritos del autor de El hombre en busca de sentido , una obra que a nivel mundial tuvo nada menos que 149 ediciones hasta hoy, ensalzar a un científico del que, apremiado por el tiempo, como laudator uno solo puede reproducir de forma ejemplar los homenajes y distinciones, debería constituir una tarea sencilla, de no existir otro problema: el de escoger entre la inmensa cantidad de sus obras lo que fue decisivo para él, para sus tesis y para su evolución.
Entonces, tuve que tomar mi decisión a solas, y el mismo Viktor Frankl confirmó mi selección. Cuando, en esta ocasión, se me rogó hacer una introducción para una obra que pretende resumir «textos de cinco décadas», fue grande mi curiosidad por saber qué aspecto tendría esta selección. Recordaba muy bien que su primera publicación había aparecido ya en 1924: una fecha que desconcierta, si se piensa en el año de su nacimiento, 1905. Con solo 19 años había publicado en la revista internacional de psicoanálisis un artículo sobre el origen de la afirmación y negación mímica al que había precedido una correspondencia que el estudiante adolescente había tenido con Freud durante muchos años. Solo dos años más tarde presentó una ponencia de principios, como joven estudiante de medicina, en el Congreso Internacional de Psicología Individual.
Ya entonces encontramos la característica esencial de Viktor: la voluntad inamovible de tomar un camino propio. Y quien decide así, tiene dificultades para ser aceptado por las instituciones establecidas. Las discrepancias, insinuadas ya en la mencionada ponencia de principios, respecto a las posiciones académicas ortodoxas de la psicología individual se agravaron y finalmente llevaron a la ruptura con Adler, por cuyo deseo expreso Frankl fue excluido en 1927 de la Asociación de Psicología Individual.
El artículo El encuentro de la psicología individual con la logoterapia presenta una visión conciliadora de esta fase de evolución que para Frankl representó un paso necesario en su propio camino. Parece que ya entonces veía claro que el psicoanálisis se propone adaptar el hombre a la realidad mientras que la psicología individual pretende una conformación de esta realidad —una serie de niveles en la que ya al joven Frankl le parecía que faltaba la posición siguiente, última y decisiva—. Ésta se describe en el artículo Problemática intelectual de la psicoterapia .
El paso fundamental, más allá de la adaptación y de la conformación, es la asunción de responsabilidad: ser yo quiere decir ser responsable. De esta forma, hay que postular como nivel supremo el del descubrimiento de sentido, el descubrimiento de aquellos valores que puede realizar el individuo en el destino concreto de su vida. Ya en este trabajo escrito en 1938 pone de manifiesto que no somos nosotros sino que es el mismo enfermo quien debe decidir. Decidir ante quién se siente responsable (sea ante Dios o ante su conciencia) y de qué se siente responsable, es decir, qué sentido encuentra en su vida.
Ya en estas obras tempranas de finales de los años 30, Viktor Frankl sitúa en el centro de sus reflexiones el problema de la aparente carencia de sentido de la existencia y reivindica el sorprendente paso terapéutico de la conversación dirigida en el sentido de una cosmovisión.
En ello se vislumbra y se esquiva un escollo peligroso: es decir, que no se puede ofrecer o incluso imponer un determinado punto de vista, sino que más bien la actitud sin compromisos y sin pretensión proselitista debe ser un dogma clave de la actividad del psiquiatra. Frankl pronuncia esto de forma clara y vinculante en Autorreflexion psiquiátrica . «Es irrelevante qué visión del mundo elige una persona. Lo decisivo es que posea una visión del mundo.»
Esta actitud tolerante ni siquiera se detiene ante la esfera religiosa: En la conferencia El hombre en búsqueda del sentido último , pronunciada cuando se le concedió el premio Oskar Pfister, se establece el puente hacia la religión con todas las consecuencias para la actividad psiquiátrica. Sin embargo, la concepción que Frankl tiene del término «religión» es tan amplia que se pueden incluir en ella el agnosticismo e incluso el ateísmo.
En su autobiografía, Viktor Frankl cuenta cómo, a la edad de más o menos 4 años, se despertó sobresaltado con la idea de que también él debía morir algún día. ¿Fue este impulso temprano el que le hizo formular de forma tan clara la cuestión central: ¿Cómo se puede armonizar el sentido de la vida con su carácter efímero? Ya como estudiante adolescente Frankl se enfrentó, animado entre otros por Gustav Theodor Fechner, con ideas que debía discutir más tarde con Martin Heidegger. De modo que para él, desde un principio, el ámbito conceptual está integrado en la actividad psiquiátrica.
En Filosofía y psicoterapia se reivindica de forma inequívoca que el psiquiatra no debe «tratar pasando por alto» decisiones cosmovisivas y valores personales del paciente. Las neurosis surgen a causa de posturas cosmovisivas muy precisas y/o se mantienen gracias a ellas. Y en modo alguno es una casualidad que Frankl haga referencia en su artículo Rudolf Allers como filósofo y psiquiatra a una cita literal de su profesor de fisiología: «Todavía no he visto ningún caso de neurosis en el que no se haya revelado como último problema y como último conflicto una, si así se quiere llamar, cuestión metafísica sin resolver...»
Como si el destino quisiera medir a Frankl en sus propias tesis, este camino perseverante y con éxito sufre una ruptura repentina: Es separado a la fuerza de su trabajo como médico jefe del Hospital Rothschild y llevado a varios campos de concentración (entre otros a Auschwitz). ¿Qué decir de estos años en los que perdió en los campos de concentración a su primera mujer, a su padre, a su madre y a su hermano? Frankl mismo habla de una forma totalmente desapasionada de un gran experimentum crucis para sus ideas sobre el descubrimiento de sentido ya formuladas claramente entonces: «La sobrevivencia solo se puede conseguir gracias a una orientación hacia el futuro, hacia un sentido cuya realización es esperada en el futuro.»
¿No parece una ilustración concisa del destino el hecho de que Frankl perdiese el manuscrito de Ärztliche Seelsorge (Cura psiquiátrica) y que el deseo de su reelaboración se convirtiera en uno de los impulsos decisivos para su sobrevivencia? En Psicología y psiquiatría del campo de concentración , Frankl describe de forma fría y cortante la situación límite de una existencia permanentemente provisional y de la incertidumbre continua del fin. Sin embargo, tuvo no solo la fuerza de sobrevivir, sino también la de permanecer fiel a sus principios con serena sensatez incluso después de su vuelta del campo de concentración. Con decisión se opone a la idea de una culpabilidad colectiva y escribe en 1947 en Die Existenzanalyse und die Probleme der Zeit (El análisis de la existencia y los problemas de la época): «Si hay una responsabilidad colectiva, ésta solo puede ser una responsabilidad planetaria. Una mano no debe presumir de que no es ella sino la otra la que está afectada por un absceso; pues siempre es todo el organismo el que ha caído enfermo.»