Las Guerras Púnicas son con toda probabilidad el mayor y más significativo conflicto armado de la Antigüedad. A lo largo de más de cien años, las dos naciones más poderosas del Mediterráneo lucharon por la supremacía. Para Cartago, el conflicto finalizó con la destrucción total de un Estado y con la casi completa extinción de toda una cultura. En el lado opuesto, Roma pasó de ser una potencia local a convertirse en la formidable máquina militar que dominaría Europa y el norte de África durante los cinco siglos siguientes.
LAS GUERRAS PÚNICAS, 265-146 A.C.
LISTA DE MAPAS
1. El mundo mediterráneo en el siglo III a.C.
2. El África del Norte cartaginesa
3. La Península Itálica
4. Sicilia
5. Batalla de Ecnomo, 256 a.C.
6. Batalla de Drepana, 249 a.C.
7. España
8. Batalla de Trebia, 218 a.C.
9. Batalla del lago Trasimeno, 217 a.C.
10. Batalla de Cannas, 216 a.C.
11. Macedonia, Iliria y Grecia
12. Asedio de Siracusa, 212-214 a.C.
13. Asalto a Cartago Nova, 209 a.C.
14. Batalla de Ilipa, 206 a.C.
15. Batalla de Zama, 202 a.C.
16. Sitio de Cartago, 149-146 a.C.
PREFACIO
«¡Ah!, sí; Aníbal y sus elefantes.» Ésta era la reacción casi general que obtenía cuando comentaba con alguien que estaba escribiendo un libro sobre las Guerras Púnicas. Con relativa frecuencia mencionaban también los Alpes y, de vez en cuando, aparecían los romanos. Pero ése parecía marcar el límite de los conocimientos de la mayoría de las personas sobre el asunto. Sólo unos pocos tenían una idea suficiente de cuándo habían tenido lugar esos conflictos y de quiénes se habían enfrentado en ellos, así como quién había sido finalmente el vencedor. Una escasa minoría, a menudo fuertemente atraída por la historia antigua o por la historia militar, sabía mucho más, y su conocimiento era, en numerosas ocasiones, notablemente detallado, incluyendo hasta los aspectos tácticos más nimios de determinadas batallas o las peculiaridades de la religión púnica. Quizás pueda parecer aún más sorprendente que, incluso entre éstos, había muy pocos que recordaran alguna cosa sobre los conflictos que se libraron hace ahora veintidós siglos, aunque sólo ha sido entre las últimas generaciones cuando las Guerras Púnicas han desaparecido del amplio bagaje de conocimientos en Europa y en América del Norte. Hasta bien entrado el siglo XX , el griego y el latín, tanto en el ámbito de la lengua como en el de la literatura, fueron claves en el sistema educativo occidental, y los principales acontecimientos y personalidades del mundo grecorromano, en especial las descritas por algunos de los grandes autores clásicos, eran algo familiar y se hacía frecuente alusión a ellos en el arte y en la literatura.
En la actualidad esa situación ha cambiado, puesto que es hoy muy raro el estudio del griego y el latín en la enseñanza secundaria, con lo que disminuye a marchas forzadas la percepción de las raíces clásicas en la cultura moderna. El recuerdo lejano —y, a menudo, amargo— que poseemos de nuestros conocimientos infantiles sobre La Guerra de las Galias de César, sobre las pasivas, los subjuntivos y los ablativos absolutos es cada vez menos frecuente. Es probable que yo forme parte de esa minoría relativamente pequeña de mi generación que asistió a un instituto en el que el latín era materia obligatoria desde los nueve años. Aún recuerdo cómo avanzaba trabajosamente por un pasaje de mi primer libro de texto latino (y en el que se utilizaban únicamente algunos tiempos simples), donde se relataba la historia de Régulo manteniendo su juramento, aunque ello significara la muerte mediante el padecimiento de una horrible tortura. Eso era ya raro a finales de la década de 1970, y aún se ha ido haciendo más extraño con el tiempo, pero los cuentos moralizantes como ése de Régulo, o el de Cincinatus y el de Horatius Cocles, se consideraron, durante mucho tiempo, muy apropiados para los niños. Además, son muy pocos los estudiantes universitarios que cursen estudios sobre Historia Antigua, Clásicas o Filosofía y que, en la actualidad, posean conocimientos previos de griego o de latín. Entre la población en general, es más fácil que les sugiera alguna clase de respuesta la referencia a tratados épicos hollywoodienses, tales como Espartaco o Ben Hur, que si se les menciona a Polibio, a Livio o a Tácito. Parece improbable que tenga lugar una inversión en esa tendencia, pero es evidente que aún perdura un interés por el antiguo pasado, como lo prueba la aparición regular de documentales televisivos que tratan de historia o de arqueología. Hay varias razones para explicar esa continuada atención. El mundo clásico fue testimonio de acontecimientos intensamente dramáticos y estuvo poblado por notables personalidades, por individuos carismáticos cuyas carreras fueron, a menudo, heroicas y trágicas a un tiempo. En resumen, es la fuente de numerosas y excelentes historias que aún hoy se cuentan. Junto con la del cristianismo, su influencia ha hecho más que ninguna otra cosa para dar forma a la cultura actual.
Es ésta una obra de historia militar y no va dirigida específicamente a un público académico. Su intención es la de ofrecer un relato accesible y un análisis de las tres guerras que enfrentaron a Roma y a Cartago en los siglos III y II a.C., situándolas de manera fundamental en el contexto de las luchas por el predominio que tuvieron lugar entre esas dos ciudades y con el trasfondo de las guerras que informan ese periodo. No he tratado de proporcionar referencias a toda aquella literatura que, de una u otra forma, se halla relacionada con algún aspecto de esos conflictos, ni tampoco he incluido teoría ni interpretación alguna avanzada ya por los estudiosos de los siglos XIX y XX d.C. He tenido mucho mayor cuidado en mencionar los relatos antiguos de cada uno de los incidentes, casi todos de los que disponemos traducidos y que son esenciales para llevar a cabo cualquier estudio más profundo sobre el tema. El lector común está en su perfecto derecho de ignorar cualquier referencia a obras antiguas y modernas. Aquellos a quienes su interés les lleve más lejos se encontrarán en disposición de acceder a la enorme masa de libros y artículos existentes, dedicados a tratar diferentes aspectos de las Guerras Púnicas, que aparecen en las bibliografías de las obras modernas aquí citadas. Los mejores relatos narrativos sobre la Primera y la Segunda Guerras, en los que se hallan detallados debates sobre fuentes primarias, son los de J. Lazenby,